El dragón oscuro.

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—Cierra el hocico.

—No quiero —dijo con seguridad en su rostro.

—Ok —respondió Bulow al instante con seriedad.

—Ok —prosiguió Estela, esta vez con una sonrisa complacida en su rostro.

Ambos estaban en un punto alto del cementerio El Páramo Dorado, un lugar repleto de esqueletos gigantes de los animales que habitan y habitaron el reino de los cielos. Desde el punto más alto, estaban más seguros y la visibilidad ante la calima verde del lugar era mejor por alguna razón. Abajo, los dragones oscuros, apodados "Krills" por los propios iluminadores, atemorizaban a todos. Ir solo y sin experiencia al Páramo Dorado era casi un suicidio.

Bulow y Estela estaban muy acostumbrados. Estela tenía experiencia, mucha, y Bulow tenía talento. Ambos vestían de blanco con accesorios muy llamativos y capas rojas con bordados detallados que reflejaban la personalidad de cada uno. La capa de Estela tenía bordados similares a flores, hechas de una tela mágica y delgada que se movía con el viento como si no pesase nada. La capa de Bulow era un poco más gruesa, rústica a la vista pero suave al tacto. Ninguno llevaba máscara, dejando ver sus rostros y expresiones, algo poco común en polillas, ya que no todos están acostumbrados a la presión del aire de cada nación y lugar del reino de los cielos. Bulow era muy alto y Estela bajita, cosa que los complementaba en las habilidades que tenían.

—¿Cuánto tiempo más observaremos a estos chicos, Estela? —preguntó Bulow con algo de molestia en su voz.

—Bulow, déjame, ¿sí? —respiró profundo—. Hay algo en estos iluminadores, no lo sé, solo lo siento. Algo se acerca y creo que nuestro destino está con ellos.

—¡Agh!, si tú lo dices —refunfuñó Bulow, quitando la vista del paisaje de muerte y pestilencia que ofrecía el Páramo Dorado.

—¡Los encontré! —Los ojos de Estela se iluminaron más de lo común y luego se volvió hacia Bulow—. Están separados, por alguna razón, pero sí están aquí.

—Te lo dije, mi magia es infalible —comentó fanfarrón Bulow.

En el suelo se encontraba la pequeña Mizurora, buscaba a Arata y había seguido su esencia hasta allí. No le gustaba para nada ese lugar, pero necesitaba ayuda. Se preguntaba constantemente por qué Arata se encontraba en ese lugar.

Mizurora, al igual que Arata y Misaki, no tenía mucha experiencia en este mundo. Los tres llevaban un atuendo de tela simple beige, algo común en las polillas, muy similar a un uniforme, capa marrón y una máscara de piedra. Llevaba su cabello largo blanco recogido en una simple coleta y su tamaño era un poco más alta que el de las polillas de turno.

—¡Arata! —gritó con fuerza.

No obtenía respuesta, así que hizo sonar una bocina lo suficientemente fuerte como para llamar su atención, obteniendo una respuesta instantánea de Arata. Emprendió un vuelo rápido hacia el sonido, que la dejó sin mucha energía.

"¿Qué haces aquí?" se dijeron ambos en sintonía al encontrarse.

—La piedra divina en la aldea Aviaria creo que encontró un espíritu vagando aquí, necesita ayuda —respondió Arata.

—Pero... Viniste aquí solo.

—Pude ver en las estrellas a Haru y Misaki, pero cuando intenté ir a ellos en el bosque dejé de sentirlos. Supuse que estaban en algún lugar bloqueado mágicamente.

Mizurora dio dos pasos hacia atrás mientras jugaba con sus manos preocupadamente.

—Vine a buscarte por la misma razón. Los vi en el desierto estrellado, pero luego desaparecieron. Simplemente dejé de sentirlos. Tengo miedo de que algo les suceda, había algo en ese lugar... —se detuvo y caminó en círculos intentando recordar, hasta que llegó a su mente como un destello—. Un recuerdo en forma de rosa, eso era.

Justo en ese instante, una luz roja los rodeó en un círculo. Ambos se miraron alarmados e intentaron volar al instante, de forma fallida, pues ninguno de los dos tenía energía.

Ambos se abrazaron con terror observando cómo aquel dragón oscuro gigante los miraba como si se tratase de su propia comida.

Los dragones oscuros son seres inmensos que flotan gracias a la oscuridad. A diferencia de los demás animales del reino de los cielos, de alguna forma lograron aprovechar la oscuridad como método de energía. Nadie sabe del todo qué son, o de dónde vienen. Muchos piensan que podrían ser criaturas corruptas y que no siempre fueron así, pero otros piensan que siempre lo fueron y que solo emergieron cuando todo estaba en ruinas, aprovechando la ocasión.

Su forma es oscura y similar a la de un insecto con muchas patas en sus cuerpos largos. Pueden medir desde 20 a 30 metros, al menos los vistos en el Páramo Dorado. Poseen dos inmensos cuernos con los que golpean ferozmente a sus víctimas hasta acabar con ellas.

Un estruendoso sonido salió del dragón seguido de un ventarrón que anunciaba el golpe inminente. Ambos cerraron sus ojos y esperaron el impacto. Entonces se escuchó un sonido, similar al de un cristal rompiéndose.

—¡Muévanse, ya! —exclamó Bulow frente a ellos, aunque para Arata y Mizu solo fue un sonido similar al de una mantarraya bebé voladora.

Una vez abrieron los ojos, se percataron de una escena sorprendente. Un iluminador y una iluminadora, ambos en guardia con una seguridad que no muchos tenían ante los Krills. Un escudo brillaba frente a ellos mientras una especie de yelmo brillaba en el rostro de Bulow, que parecía desvanecerse.

Arata y Mizu, atónitos ante la presencia de los desconocidos y el Krill aturdido, no ofrecían ninguna respuesta. El miedo y las preguntas abordaban sus pensamientos. ¿Cómo podían ver a estos chicos sin antes conectar sus luces?

El tiempo se acabó nuevamente y el Krill estaba listo para atacar. Estela tomó a Mizu y Bulow a Arata. Estela sacó con velocidad una máscara de su bolsillo que, al colocársela, la cambió a una estatura muy pequeña. Debían salvarlos, pero en esta forma solo podría con el peso de uno a la vez.

—¡Bulow!, ¡te espero en el arca! —gritó, sabiendo lo que Bulow haría.

Estela concentró su luz en la máscara para entrar en estado de fase, un estado que le permitía atravesar la materia sólida al separar sus átomos volviéndolos luz pura intangible. Con mucha concentración, podía hacer lo mismo con alguien más, y este era el caso.

Cuando Estela y Mizu desaparecieron en el suelo, Bulow cargó con ambas manos a Arata y miró desafiante al dragón.

—¡Lo que me haces hacer, Estela! —gritó, empezando a correr ágilmente hacia el dragón.

El dragón embistió con fuerza tras un gruñido fuerte y espantoso. Bulow lo esquivó con agilidad, emprendiendo un vuelo rápido que lo dejó encima del Krill, deslizándose hacia la punta de su cola.

El Krill se percató de esto y, justo cuando Bulow llegaba al final, le dio un golpe con la cola lo suficientemente fuerte como para mandarlo a volar hacia una cueva cercana.

Bulow no pudo contener a Arata en sus brazos. Aunque aterrizaron en el mismo sitio, Bulow lo hizo sin problemas, pues tenía energía de sobra. Por el contrario, Arata había terminado inconsciente del golpe.

Chequeó la zona y, al ver que era un lugar seguro, decidió irse. Estela lo esperaría en el arca situada en las arenas del Páramo Dorado. Ambos habían prometido ser sigilosos, no podían confiar aún en este grupo de desconocidas polillas.

Bulow juntó sus manos, canalizando su luz y la oscuridad del ambiente para utilizar magia. Un pentagrama negro con aura roja se formó frente a él, abriendo un portal.

—Espero seas inteligente y salgas de aquí... —murmuró.

Las luciérnagas del páramo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora