LIBRO 1: Parte 7

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PARTE 7

Le rugió el estómago de forma bochornosa. El hambre se estaba volviendo más acuciante, tal vez por no tener nada más que hacer salvo estar ahí, esperando en ese claustrofóbico espacio. De vez en cuando, desde el exterior, les llegaban sonidos que podrían ser voces. Un bacanal feérico. Esperaba que no.

La respiración de Malfoy era lo único que quebraba el silencio dentro del tronco. Estaba apoyado en el lado contrario que ella, ambos con las piernas replegadas, y aún así sus pies se rozaban en algún que otro momento. Aunque llevaba, como ella, la misma ropa que cuando se habían encontrado en su mundo ─unos pantalones de pinza y una discreta camisa con chorrera anudada al cuello de un gris tan oscuro que casi era negro; por encima, el chaleco, también oscuro y con florituras plateadas, era lo único que confería algo de color a su atuendo─, poco le quedaba del aspecto inmaculado habitual. Las ropas estaban hechas un desastre, hechas jirones por algunas partes, llenas de barro y restos de hierba, sangre y manchas cuya procedencia era mejor no preguntarse.

Parecía tener dificultades para meter aire en sus pulmones, respiraba de forma entrecortada.

─No estás bien ─dijo Hermione de pronto, su voz los sobresaltó a ambos. Malfoy inspiró entre dientes, pero permaneció con los ojos cerrados, sin decir palabra. Espléndido─. ¿Cómo estás tan seguro de que esas criaturas son las que dices que son? Si tanto sabes sobre Annwn, ¿por qué no has dicho nada antes?

─Estamos charlatanes ─musitó haciendo una mueca.

Hermione se encrespó.

─No. No lo estamos. Solo intento saber por qué no has hecho más que ser una carga desde que llegamos aquí, casi exigiéndome saber el camino de regreso, a mí, alguien indigno de poseer magia según los ridículos estándares de Slytherin, y ahora te las das de entendido.

Malfoy se abalanzó sobre ella. O lo hubiera hecho, seguramente, si hubiera podido. En su lugar arrancó a toser. Pero el movimiento brusco fue suficiente para poner a Hermione en alerta máxima, con la mano en el colmillo que había dejado en el suelo, junto a ella.

─Criatura repelente, semejante desfachatez será tu tumba ─dijo, todo aire, cuando recuperó el habla. Se agarraba el brazo con tanta fuerza que podría haberlo rebentado─. Tu voz me irrita.

Quiso hacer tres cosas distintas a la vez: gritarle, abofetearle y largarse de ahí sin ninguna contemplación. Ni siquiera por su propia seguridad. En cambio, se forzó a ser tan racional como sabía que era. Concentró toda su rabia y exasperación y cansancio y el cosquilleo, escozor que no dejaba de sentir intermitentemente en el bíceps izquierdo en una dura mirada que deseó que perforara el cráneo del otro hombre.

No lo perforó, por desgracia. Aunque algún efecto tuvo, pues Malfoy se revolvió y abrió los ojos unos instantes después.

─No aprecias... lo afortunada que eres.

Ironía. Hermione abrió mucho los ojos.

─¿Afortunada? ¿Afortunada? Oh, sí, me siento de lo más afortunada. Quiero decir, por supuesto, supongo que podría estar ahora mismo en manos de tu Lord.

─Eso también ─musitó, la mirada perdida.

Hermione estuvo a punto de abofetearlo entonces. Si solo no pareciera a punto de desmayarse.

─Supongo que ambos somos afortunados. Entre tres destinos: devorado por una planta carnívora, cayendo de aquel horrible puente o aquí, con una sangre sucia, no creo que hayas salido tan mal parado. Tal vez ambos deberíamos postular para el puesto de ministro de magia al volver.

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