Interludio

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Este capítulo es primordialmente transitorio entre la primera parte de la historia y la segunda, ya que hay un salto temporal importante. ¡Espero que lo disfrutéis! Os prometo que en el siguiente ya empezamos a tope con la post guerra y las consecuencias de lo vivido por Lucius y Hermione.

Interludio

Fue como si todo el color del mundo hubiese desaparecido de golpe y, con ello también, toda la esperanza del mundo mágico. El momento en el que Harry apareció muerto. En el que todos ellos creyeron que estaba muerto, esta vez de verdad. A Hermione nunca se le olvidaría el grito descarnado de Ginny ni tampoco el enorme agujero de desesperanza que se abrió paso en su interior al ver el cuerpo de su mejor amigo, de su casi hermano, inerte como un maniquí. Había vivido cosas horribles, sobre todo últimamente, pero nada la había preparado para ello.

Se había pegado a Ron, buscando su consuelo, y sintió su cuerpo temblar en medio de aquel silencio sepulcral que había caído como una maldición sobre los terrenos de Hogwarts. En medio de toda aquella gente, de toda aquella guerra.

Pero Harry no había estado muerto y la batalla continuó. La esperanza del mundo mágico brilló de nuevo con fuerza, más brillante incluso que antes.

Había una cosa que Hermione recordaba con claridad de aquella mañana. Era el momento cúlmine de la guerra que, en el fondo, se llevaba gestando durante más de dos décadas. La noche había sido larga y más oscura de lo habitual, llena de lamentos, muerte y dolor. En comparación la mañana, aunque imbuida de mismo ánimo decadente y feroz, había desperdigado su luminosidad sobre las montañas, los rayos de sol deslizándose como sombras de luz sobre la piedra vetusta del castillo. El cielo del fin de la guerra había sido un cielo de un azul limpio, el cielo del futuro.

Y luego, había algo más. Algo más que quedó grabado en su memoria mucho después de aquella mañana, si bien ella haría lo posible por fingir que no lo recordaba.

Ocurrió entre todo el griterío de maldiciones lanzadas por doquier. Hermione acababa de lanzar un desmaius hacia la izquierda y se defendió por el flanco derecho con un protego antes de salir corriendo hacia las grandes escaleras. La batalla se extendía por casi todo el castillo, sobre todo por las zonas comunes. Hacía rato que no veía a Harry y a Ron, aunque sí que había distinguido a algunos de los Weasley batallando en el Gran comedor. Fue poco después de doblar una esquina de la segunda planta. Vio a Dean intercambiando maldiciones con un tipo de túnica negra y sonrisa desquiciada al que no reconoció, y le echó una mano con un simple levicorpus al reconocer que su amigo estaba siendo reducido por el otro. No se había detenido cuando este se lo agradeció. Tenía toda su atención focalizada en correr por los pasillos, en defenderse y en encontrar a Harry y a Ron, ningún otro pensamiento ocupaba su mente.

Hasta que uno llegó.

«En nombre de Salazar, Draco, ¿dónde diablos te has metido? Por favor, que esté bien, cualquier cosa menos eso...».

Confusa, Hermione trastabilló, momentáneamente sacudida por esa familiar voz en su mente después de casi cuatro meses. El corazón le dio un vuelco. Un vendaval de recuerdos la asoló de pronto con tanta intensidad que casi creyó poder captar el aroma a caramelo y azufre, el frío y la embriaguez y... Pupum. No, no podía ser, no de nuevo.

Primero vio las dos figuras y algo en una de ellas hizo que se fijara. En retrospectiva, no debieron ser más de unos pocos segundos. Se cruzaron en el corredor. Ellos la reconocieron y ella los reconoció. Narcissa tenía una expresión de profunda preocupación y angustia en su semblante normalmente estoico y apenas le prestó atención.

Entonces lo vio a él.

Ojos grises, opacos. Aspecto exhausto, atormentado, y solo un brazo.

Algo le estrujó el pecho, junto al esternón. Y oh, sintió la desesperación, su desesperación, la de él, que tenía el nombre de su hijo.

Lo que Hermione más tarde fingiría no recordar no sería ese encuentro ─un encuentro anecdótico con unos enemigos que en la última batalla estaban más preocupados por encontrar a su hijo que por defenderse o luchar contra nadie. No. Lo que no quería recordar tenía más que ver con el calor de una conexión que no quería, que repudiaba; tenía más que ver con esa persona, a la que despreciaba, y que traía consigo recuerdos de lo ocurrido casi cuatro meses atrás. Aquello que tanto le había costado olvidarsuperar, aquello que todos notaron que pesaba sobre su alma pero nadie sabía en realidad. Porque Hermione no había querido hablar de ello, no había querido siquiera pensar en ello.

No había pasado.

Como tampoco pasó aquella corriente de electricidad cuando los ojos de ambos se encontraron en aquel oscuro corredor. Como tampoco pasó el entendimiento o fuera lo que fuera aquello. Solo fueron segundos, unos segundos extraños que pesaron en el tiempo y en los que le pareció que Malfoy acaso fuera a decir algo, a detenerse, pero que fueron suficientes para distraerla del hechizo que la golpeó en el hombro y la lanzó por los aires.

Hermione sí recordaba algunas cosas de la batalla de Hogwarts. Como que se había distraído en un corredor de la segunda planta y había recibido un encantamiento por su error, pero que se había recuperado lo suficientemente rápido como para protegerse y deshacerse de su enemigo. Una distracción tonta, una bajada de guardia, nada más. O como el momento en que Ron, su amigo por el que hacía tiempo había reconocido tener sentimientos más allá de la amistad, la había besado al fin y ella se había sentido henchida y feliz por ello y por la victoria del bando de la luz, pero aún así, con una sensación rara y deforme en el vientre, un rechazo que no debería sentir al recibir un beso del chico al que quería. Que no debería sentir al recibir un beso consentido de nadie.

Al menos, la guerra había terminado al fin, aunque en su transcurso hubiera cambiado la vida de muchos que tendrían que convivir con las secuelas. La única diferencia, era que las de Hermione, simplemente, tenían su origen en las profundidades de los reinos feéricos en vez de en la magia oscura y en el nombre del Señor Tenebroso.

Las pesadillas tardarían en desaparecer.

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