1

8 3 0
                                    

SAMANTHA

Todo el cuerpo me arde. Cada respiración es un recordatorio del caos que me persigue. Los cortes y los moretones no son más que marcas superficiales de lo que realmente está sucediendo. Ellos vendrán por mí, lo sé. No hay escapatoria para alguien como yo.

Jefa de una mafia secreta. La líder de un imperio que nadie puede conocer. Todos piensan que soy simplemente una mujer corriente, pero en este mundo, esa mentira no dura mucho. Y ahora... me encontraron.

Tropiezo, apenas manteniéndome de pie, mientras mi visión se vuelve borrosa. No. Tengo que seguir. Pero mis piernas se sienten de plomo, y la sangre que he perdido me está debilitando más de lo que quiero admitir. ¿Es esto todo? ¿Así es como termina?

—¡Ey! ¿Estás bien? —una voz desconocida irrumpe en mis pensamientos.

Miro a través de la neblina de dolor y veo unos ojos oscuros, llenos de preocupación, mirándome con una mezcla de sorpresa y urgencia. El aroma del café en su termo corta el aire entre nosotras. No puede ser... Mis instintos se encienden. Ella debe ser una de ellos. Otra enviada para acabar conmigo.

—¡No me toques! —grito con todas las fuerzas que me quedan, agarrando una rama del suelo y atacándola torpemente, mi cuerpo se encontraba temblando de debilidad.

—¡Ay! —la mujer retrocede, más por sorpresa que por el golpe en sí—. Oye, cálmate. Solo intento ayudarte.

Claro que lo intentas. Seguro que después me llevará de vuelta a mis enemigos. No puedo confiar en nadie, no después de todo lo que ha pasado.

Pero mis piernas finalmente ceden, y antes de darme cuenta, estoy colapsando en sus brazos. A pesar de mi intento de luchar, siento que me envuelve con algo cálido, y por un instante, mis defensas caen. El calor de su cuerpo contra el mío me da una pequeña sensación de alivio. Solo por un momento... solo un respiro.

—No te preocupes, te llevaré a un lugar seguro —dice ella, suavizando su tono—. No voy a dejarte aquí.

ELLEN

Este día no podía ser más raro. Salí de trabajar agotada, con ganas de llegar a casa, tomarme mi café y desconectarme de todo. Pero entonces la vi, en medio de la calle, herida, tambaleándose como si estuviera a punto de colapsar.

¿Qué le habrá pasado? Su ropa está desgarrada, y los cortes en su piel parecen recientes. Alguien la atacó... eso está claro.

—¿Me escuchas? —intento que me preste atención, pero parece que está demasiado metida en su dolor y paranoia.

De repente, levanta una rama y me golpea en el hombro. No es fuerte, pero aún así me deja perpleja. Incluso herida intenta defenderse.

—¡Increíble! —susurro, sintiendo la ironía del momento. Aún así, no la dejo caer—. Eres más testaruda de lo que pareces, pero no pienso dejar que te mueras aquí.

Con suavidad la levanto en mis brazos, a pesar de sus débiles intentos por resistirse. Está más ligera de lo que esperaba, pero siento su cuerpo temblar. No sé de dónde salió, pero no puedo abandonarla así. Tengo que ayudarla.

—Vamos, te llevaré a mi casa. Estarás a salvo —le murmuro mientras empiezo a caminar.

Cuando llegamos a mi pequeño apartamento, me doy cuenta de que nunca he tenido que hacer algo así. Llevar a alguien herido a casa no es exactamente lo que esperaba hacer hoy, pero aquí estamos.

La acuesto en el sofá con cuidado y voy a buscar el botiquín. Ella parece estar medio consciente, jadeando suavemente, mientras su mirada intenta mantenerse enfocada. Me agacho junto a ella.

—No sé quién te hizo esto, pero tenemos que detener la hemorragia. —Mis dedos trabajan con rapidez, limpiando las heridas y cubriéndolas con gasas. Por suerte, nada parece demasiado profundo, pero los cortes son malos.

Ella me observa con esos ojos oscuros, llenos de una mezcla de desconfianza y... algo más.

—¿Por qué... me estás ayudando? —murmura, su voz ronca.

—Porque no iba a dejarte morir en la calle, ¿qué clase de persona crees que soy? —le contesto con una pequeña sonrisa. —Relájate, no soy tu enemiga.

El silencio se extiende entre nosotras mientras termino de vendar sus brazos y piernas. Hay algo tenso en el aire, como si ambas supiéramos que hay más que palabras no dichas.

—Listo, eso debería bastar por ahora. Descansa. —Me siento en el suelo, observándola mientras se acomoda mejor en el sofá.

—No puedo quedarme —susurra después de unos minutos—. No es seguro para ti.

—¿Quién eres? —le pregunto de repente, incapaz de contener mi curiosidad.

Ella me mira con una mezcla de sorpresa y cansancio. No va a responder.

—Nadie. —Es lo único que dice, antes de cerrar los ojos y caer en un sueño agitado.

Horas más tarde, cuando despierta, ha recuperado algo de color. Se sienta lentamente, y noto cómo me mira con más calma, aunque sus ojos siguen siendo reservados.

—Gracias... —murmura—. No debí haber desconfiado de ti al principio.

—Lo entiendo, parecías aterrada. —Le ofrezco una taza de té caliente—. Ahora que estás un poco mejor... ¿quieres hablar?

—No suelo hablar de mis asuntos. —Suspira y toma un sorbo del té. Tras una pausa, añade—: Me gustan los lugares tranquilos... lejos del ruido.

—A mí también —comento, intentando seguir la conversación—. Me gusta venir aquí, leer un buen libro, y disfrutar del silencio.

—No puedo permitirme esos lujos. —Su voz es distante, como si hablara más consigo misma que conmigo—. Para mí, siempre hay ruido, siempre hay alguien vigilando.

¿Qué tipo de vida lleva esta mujer? Quiero preguntar más, pero sé que no debo presionar.

La noche cae, y aunque me gustaría que se quedara más tiempo, Samantha se pone de pie, decidida a marcharse.

—No puedo quedarme. —Insiste de nuevo, con una mirada que me hace pensar que no la veré nunca más.

—Al menos llévate mi número, por si necesitas ayuda de nuevo —le digo, intentando que confíe un poco más en mí. Ella asiente, toma el papel, pero no promete nada.

La puerta se cierra detrás de ella, y el silencio regresa a mi apartamento. Algo en ella me preocupa.

Horas después, mientras me acurruco en la cama, mi teléfono vibra. Es Mia, mi novia. Una punzada de tristeza me atraviesa el pecho. Hace semanas que estamos distanciadas, sus constantes viajes y mi trabajo han hecho que estemos siempre en lugares diferentes, incluso cuando estamos juntas.

—¿Cómo estás? —pregunto cuando atiendo la llamada, tratando de sonar casual.

—Cansada —responde Mia, su voz apagada. No hay calor en sus palabras—. Solo quería saber si estabas bien.

—Lo estoy... —mi voz suena más insegura de lo que quisiera—. Pero te extraño, Mia.

El silencio en la línea es pesado, incómodo.

—Yo también, Ellen —dice finalmente, pero sé que no es completamente cierto. Algo se ha roto entre nosotras, y no sé cómo arreglarlo.

Cuelgo, sintiéndome más sola que nunca.

Hola chicos y chicas, ya sé que ha pasado mucho tiempo desde que escribía, pero ahora he encontrado un punto de inflexión y os quiero presentar esta novela. No sé si será larga o corta pero espero que la disfrutéis.

Como siempre bollitos al poder, a darlo todo y acepto críticas y ayuda. Esta es la versión antigua y más adelante la retocaré.

Un capítulo en donde presento brevemente a las que serán las protagonistas que nos acompañen en este camino nuevo.
Os quiero mucho 🥹❤️‍🩹

Bajo el sol de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora