Capítulo 4

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— Hola, Ara. ¿Ya estás instalada?

Era la voz de la princesa del infierno a través de la puerta. Arabane sonrió y se levantó de la cama para abrirle.

— ¡S-sí! Graci-... ¿¡Qué le pasó, alteza!?

La vio llena de cortadas y una pequeña quemadura en su brazo. La rubia rió un tanto nerviosa y rascó su cuello mientras sonreía inocentemente.

— Resulta que no puedes llamar "perra" a una reportera sin que ella te quiera rostizar, a pesar de que ella fue la primera en atacar— suspiró—... Pero estoy bien.

— ¿Segura?

— Sí. Vaggie me va a ayudar con las heridas, yo sólo vine a verte, pero ya me voy. Me alegra que estés bien— sonrió más tranquila—. A las siete, si quieres, nos puedes acompañar para una pequeña actividad.

— Ah... Sí, estaré ahí— sonrió igual.

— Perfecto. Nos vemos— se fue.

La azabache soltó aire y cerró la puerta para tirarse nuevamente en la cama. Había sido un día extremadamente largo... Y ni siquiera eran las cinco de la tarde.

— Espero que todo salga bien para poder verte pronto, padre— sonrió esperanzada.

.

Sin darse cuenta, se había quedado dormida y despertó gracias a que alguien había tocado su puerta. Apartó un poco su cabello negro y se enderezó.

— Adelante— bostezó mientras cubría su boca.

En eso, unos zapatos negros con rojo resonaron al entrar a su habitación. Inmediatamente, supo de quién se trataba.

— ¿Qué ocurre, Alastor?— lo volteó a ver, algo somnolienta.

— Oh, mi querida, solamente venía para llevarte a la recepción— se inclinó con su característica elegancia—. Eres la única que falta.

— Voy en un momento— se estiró y empezó a peinarse con una coleta alta.

— ¿Qué es esto?— sonrió mientras señalaba una marca de ahorcamiento en el cuello de la cordero.

— Tú le hiciste cosas horribles a Jordan, ¿verdad?— apartó su mano— Pues esta fue la consecuencia.

— No me digas que te volvió a-...

— Gracias a Husk, no...— apretó los puños— Pero tú no debiste-...

— Mi querida Arabane, sabes que solamente me preocupo por ti— acarició su mejilla con una sonrisa inquietante.

Ella lo alejó suavemente, sabiendo que eso no era del todo cierto... Conocía a Alastor lo suficiente como para saber que no hacía cosas sin una buena razón y que decía verdades a medias.

—... Bajemos con los demás— acomodó su cabello.

— Después de ti— le dio paso con una reverencia.

•°•°•°•°•

El pequeño ejercicio de la princesa se trataba de conocerse más entre todos. Y el primero en participar (obligado) fue Angel Dust.

— Gracias, Angel, por... tu increíble demostración de...— aclaró su garganta con nerviosismo— elasticidad. ¡En fin!

Miró a la ojiesmeralda con emoción.

— ¡Ara! Si no te molesta, ¿puedes contarnos un poco de tu vida? Así me será más sencillo encontrar actividades para redimirte.

Todos en la sala miraron a la azabache, esta se inquietó.

Cadena tras cadena (Husk y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora