Aquella puesta de sol, su cabello rizado brillaba a tonos grises. A través del espejo veía a aquel individuo ruborizado al ver que lo miraba. Se sentó en el piso de madera sintética. No lo dejaba de observar a pesar de que mis ojos apuntaban hacia otro lado-. Esa imagen del niño dibujando sobre el piso, con la espalda curveada por pena y sus mil pines en la mochila, me era extremadamente familiar. Miraba cada que se movía, miraba su piel, miraba su sencillez, miraba todo aquello que el temía que vieran, miraba aquel videojuego tanteado por sus manos. Empezaba a moldear escenarios sobre mi cabeza, escenarios que jamás pasarían, escenarios que solo suelen pasar en Netflix. Una película mental de sus dedos sobre el lápiz, me vienen recuerdos del placer del amor. Abro los ojos, veo en el espejo tal cual y como se ve la ilusión. Me levanto y desaparece mi ilusión. Salgo junto con mis intenciones rechazando la idea de la posibilidad de destrozar mí corazón.
-Noah Alexander