Miedo

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Cuando Fina llegó tras el recital a su habitación en la colonia, Carmen aún no se había acostado. Estaba esperándola y es que le parecían sospechosos los nervios y sonrisas que mostraba su amiga antes de irse. No se creía que estuvieran ocasionados por ir a Toledo a cenar con su padre y menos vestida tan elegante. Claudia estaba haciendo inventario aun, así que estaban solas y pensaba someterla a un interrogatorio implacable.

-Buenas noches, Fina. Qué contenta vienes. Te lo has pasado muy bien en la cena con tu padre ¿no? -espetó Carmen en un ligero tono irónico, mostrando una media sonrisa nada más entrar su amiga.

-Pues sí, Carmen. -respondió Fina algo alterada y sin poder borrar la sonrisa bobalicona de su rostro.

-Fina, por favor... Que se te nota a leguas... ¿Tienes una amante?

-Carmen, que te puede oír alguien. -argumentó evasiva.

-No hay nadie que pueda escucharnos, Fina. Sabes que puedes confiar en mí. Somos amigas, nunca te traicionaría. Y mujer, si las penas compartidas son menos penas, las alegrías compartidas son más alegrías. Que ya era hora de verte sonreír así, que te mereces enamorarte y vivir.

-¿Tanto se me nota?

-Con la carita de tonta que me llevas...

-Tendré que disimular mejor -contestó con cierto agobio Fina.

-A ver, no te me desvíes. Que tienes una novia es algo que no me puedes negar así que cuéntame. ¿La has conocido en Toledo o aquí? ¿La conozco yo? -empezó Carmen con las preguntas.

-Novia, novia... no sé...Pero no te puedo decir quién es.

-Fina... -dijo Carmen suplicante.

-Que no, que además nos hemos prometido guardar el secreto.

-Si no me lo quieres decir es porque la conozco -dedujo acertadamente Carmen.

Fina se quedó en silencio, no quería mentir a su amiga, pero tampoco desvelar el secreto de Doña Marta. Carmen merecía que confiara en ella y sabía que lo podía hacer, pero no podía contárselo. Sabía que su amante montaría en cólera si una trabajadora lo sabía y con razón.

-¿Vive en la colonia, entonces? -insistió Carmen.

-No- respondió lacónicamente Fina.

-A ver, no vive en la colonia, pero yo también la conozco, no tenemos amigas en común fuera de aquí, alguna conocida de las tiendas de Zocodover no creo... -continuó elucubrando Carmen.

-Ya basta, no te lo puedo decir. Eres mi mejor amiga, confío en ti. Te lo diría, pero quiero respetar la intimidad de ella, no creo que le haga gracia que alguien sepa lo nuestro.

-Fina... no quiero creer que sea así, pero ¿es doña Marta? -se le ilumino a Carmen la idea tras recordar el cambio de comportamiento de ambas los últimos días. Aquello que le parecieron celos cuando la de la Reina disparó a Fina aquel "tu amiga la francesa".

Fina quedó ojiplática, no podía negarle a Carmen que así era. Se ruborizó y se puso nerviosa. Guardó silencio, no sabía cómo salir del atolladero. Carmen por su parte abrió la boca mientras lo procesaba, pero no le salían las palabras en los primeros instantes.

-No fastidies. Doña Marta, la jefa -Carmen entró en shock -Te estás equivocando... Muy guapa, elegante... Pero por dios, Fina, que está casada, que es la dueña, que te va a arruinar la vida.

-Carmen, que nos hemos enamorado.

-Sí muy bonito, pero ya verás cuando dejes de ser un capricho para ella, cuando venga el marido y siendo tu jefa... Fina, recapacita.

Y nunca amé tanto la vida -la cita de doña Marta y Fina en la ópera-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora