Siempre fuiste tú -Juantin

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JUANJO

Me desperté cuando los primeros rayos de sol me daban de lleno en los ojos. Estaba empapado en sudor, con el pelo pegado a la frente, con un dolor de cabeza terrible y...¿desnudo?

Miré a mi alrededor para asegurarme de estar en casa, en caso de que tuviese que levantarme con sigilo para irme sin que nadie se diese cuenta. Pero me tranquilicé al ver que, efectivamente, estaba en mi cama. Miré a mi izquierda para descifrar de quién era el cuerpo cubierto por la sábana que yacía a mi lado respirando con constancia y tranquilidad, y casi pude notar mi corazón pararse cuando vi una cabellera rubia despeinada sobre la almohada.

"Mierda" pensé, recordando vagamente lo que había pasado la noche anterior. Algunos fragmentos confusos se agolpaban en mi mente, impidiéndome pensar con claridad. Lo único que sabia con seguridad es que aquella persona a mi lado era, desgraciadamente, Denna. Despues de todo el verano despertándome a su lado, podía reconocerla con facilidad.

Me levanté de la cama intentando hacer el menor ruido posible para no despertarla e ignorando el pinchazo constante de mi cabeza, no me apetecía encarar esa situación sin haberme metido, por lo menos, un café en el cuerpo. Suspiré aliviado cuando pude terminar de vestirme y salir mi habitación sin que la chica se inmutase, cerrando la puerta tras de mí.

Me dirigí a la cocina frotándome la cara para terminar de despertarme. Lo último que esperaba ver allí era una mata de pelo desordenado con camiseta de tirantes y pantalón negro preparándose un café.

—¿Qué se supone que haces aquí?

Martin se giró dando un pequeño respingo ante la sorpresa.

—Buenos días a ti también. —Ironizó. 

—¿Has dormido aquí?

—No, me he levantado a las diez de la mañana después de un día de fiesta para venir a hacerme el desayuno a tu casa. —Dijo, como si no fuese obvio.

Rodé los ojos y saqué el cartón de leche de la nevera.

—¿Has dormido con Álvaro? —pregunté sin mirarle.

—¿Hoy es el día internacional de las preguntas obvias, Juanjo?

—Madre mia, luego me dicen a mi que yo tengo un mal despertar. —Espeté, intentando sonar lo más borde posible.

—Mis despertares son fantásticos, pero, despues de cómo te comportaste ayer conmigo, no sé cómo pretendes que te hable.

Intenté hacer memoria, pero por mucho que quisiese, apenas recordaba nada, menos aun cualquier conversación.

—No me acuerdo de nada. —Confesé mientras metía mi taza al microondas.

—Pues no me sorprende, llegó un punto en el que ni se te entendía al hablar.

—¿Eres mi padre o qué?

Rio irónico y se sentó en la pequeña mesa de la cocina sin contestarme.

—¿Quieres hablar de lo de Denna? —preguntó más relajado después de unos minutos de completo silencio. Sus palabras sonaron sinceras y parecía que realmente queria ayudar. 

Me tensé en el sitio.

—¿Contigo? No gracias.

Me negaba en rotundo a tener esa conversación, menos aun con él, que estoy casi seguro de que era el motivo por el cual me había terminado la noche junto a ella.

—Intento llevarme bien contigo, pero me lo pones difícil.

—Deja de intentarlo, pues.

—Genial.