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JUANJO

No tenia claro si ir a ver a Martin era una buena idea. Algo de ese chiquillo de pelo despeinado y ojos grandes me tenía extremadamente confundido. Pero cuando Bea me propuso acompañarla no pude evitar decir que si. Dijese lo que dijera y por mucho que me intentase autoconvencer de lo contrario, moría de ganas por verle otra vez, aunque fuese para discutir. Supongo que prefería pelear con él que reir con cualquier otra persona. 

Además, aunque no me lo hubiese dicho explícitamente, sabia que esto era importante para el chico, a nadie le brillan los ojos de esa manera contando cualquier cosa. Y los suyos podrían iluminar España sin ningún esfuerzo cuando mencionaba sus clases de taeatro. 

—¿Te ayudo con eso? —preguntó Bea, apoyada en el marco de la puerta del baño, observando como me peleaba con el cuello de la camisa.

—Por favor.

Acomodó la prenda en silencio, mientras estudiaba mi expresión.

—¿Me vas a decir por qué estas nervioso? —preguntó sin mirarme.

—No estoy nervioso.

Observé como levantó una ceja a través del espejo.

—Juanjo...sabes que sea lo que sea me lo puedes contar.

Barajé la posibilidad de contarle lo que estaba sintiendo a mi amiga. Al final ella era la que me habia ayudado siempre, sin juzgarme, sin opinar si yo no lo pedía. También temía que si no lo contaba los sentimientos se enquistasen en mi pecho.

Me di la vuelta, mirándola directamente a los ojos y suspiré hondo antes de hablar.

—Es Martin. —Sentencié.

Intentó ocultar su sorpresa, pero sus ojos la traicionaron.

—¿Qué pasa con él?

Ordené como pude los pensamientos en mi cabeza, sin mucho éxito.

—Sinceramente...no lo sé.

—Voy a necesitar algo más que eso para entenderte.

—Yo...me siento raro cuando estoy con él. Creía que era porque me caía mal, pero me preocupo por él y quiero verle todo el rato, y cada vez que lo veo con Álvaro me dan ganas de que un agujero me trague y me escupa en Marte.

—Vamos, que te gusta.

Me atraganté con mi propia saliva al oírla. Era la primera vez que me lo admitía no solo a mí, si no a otra persona. Y supongo que las cosas se hacen reales cuando eres capaz de decirlas en voz alta.

—Sé que está con Álvaro y que no tengo ningún derecho, pero...

—Esas cosas no se pueden controlar. —Me interrumpió. —Debía haber sospechado algo cuando tu personalidad de imbécil salía solamente cuando él estaba cerca. —Hizo una pausa. —Pero, ¿estás seguro de que te gusta y no es solo que ha dañado tu ego al no hacerte caso? No sería la primera vez. 

—Al principio creía eso también. Pero me da miedo pensar en cómo actúa mi cuerpo cuando lo siento un poco más cerca de lo normal. Va más alla de un orgullo dañado, Bea. Y no sé si estoy listo para esto. Estoy cagado, apenas lo conozco, joder.—Admití. —La ultima vez que me pasó algo asi fue con...

Un escalofrío recorrió mi cuerpo con solo acordarme de su cara.

—Sois personas incompatibles, Juanjo. Y sabes que eso es lo que te atrae de él, lo difícil. No hay nada que te parezca más atrayente que una historia imperfecta, porque crees que tienes el poder de arreglarla. Te ha pasado siempre. —Suspiré, agobiado. —Pero está intentando algo con tu mejor amigo. Hay muchos tios con los que podrías ser feliz, no te encabezones con el único con el que sabes que no puedes serlo.

Siempre fuiste tú -JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora