BLUE FLAMES | ❝Si buscas la luz, a menudo podrás encontrarla.❞
Sia Tao pasó de ser Capitán de la Nación del Fuego a una simple detective en Ciudad Republica. A Lin Beifong aquello no podía importarle menos, ella estaba contenta con tener a una maest...
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CAPITULO 13
AQUELLA MAÑANA EN CIUDAD REPÚBLICA se sentía pesada, casi sofocante. El día anterior, Sia, Magawi y uno de los cadetes habían atrapado a un no-maestro intentando asesinar a su novia en un ataque de furia. Las palabras llenas de veneno de aquel hombre aún resonaban en su mente, como una herida abierta que no dejaba de sangrar: "es mía." Era una afirmación enfermiza, reduciendo a su novia a un objeto sin voluntad. Esa frase, repetida sin tregua, se le incrustaba en la piel, recordándole que había fuerzas en el mundo que ansiaban el control, la posesión absoluta.
Cuando despertó, la niebla mental era casi tangible. Sus pensamientos, como su vista, parecían atrapados tras un velo gris que le impedía ver con claridad, y su propio cuerpo se le volvía extraño: las manos le temblaban incontrolablemente, desobedeciendo cualquier esfuerzo por calmarlas. Le hervía una agitación interna que no lograba contener, como si el temblor buscara liberarse desde las profundidades de su pecho. Intentó respirar, encontrar un ritmo, pero el aire parecía pesado, incapaz de llenar sus pulmones.
Magawi, inquieta desde temprano, giraba en círculos, su sensibilidad casi un reflejo de los pensamientos desbordados de su dueña. La rata había percibido el miedo antes que ella misma y, como en un susurro de advertencia, las habían guiado hasta la casa del atacante, hasta esa escena que ahora no podía dejar atrás.
A pesar de que era su día libre, se levantó temprano, aunque con el cuerpo tenso y un nudo de angustia en la garganta. El temblor de sus manos hacía imposible cualquier tarea cotidiana, a pesar de que había tomado su pócima. Intentó concentrarse en algo tan sencillo como escoger la ropa, pero la ceguera nublaba su vista hasta volver cada elección un desafío exasperante. Sus dedos, incapaces de coordinarse, apenas lograban abrir los cajones, y lo único que sentía era una frustración hiriente en el pecho. En cualquier momento, haría efecto.
Cuando finalmente pudo tomar la ropa de uno de sus cajones preparados, le dio de comer a Magawi y le abrió la ventana, para que pudiera salir libre.
Más tarde, llegó a las puertas del hospital cuando escuchó la voz más dulce de todas.
━Mi niña ━. saludó Kya, animada, al aparecer por detrás de ella. Sus calidad palabras siempre podían aliviar su malestar.
Min se giró, incapaz de evitar el suave suspiro que siempre la acompañaba cuando Kya estaba cerca.
━Buen día Kya, tengo tu latte ━. dijo, extendiéndole el vaso.
La maestra agua se acercó con su sonrisa cálida y despreocupada, rodeándola en un abrazo sin pedir permiso, como si fuera lo más natural.