Parte 5 y FINAL

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Con un roco gruñido, Colin se lanzó sobre la boca de ella como un animal hambriento, desesperado por poseerla y consumirla por completo. Jamás había sentido tal nivel de ansiedad en toda su vida, era como si algo primitivo y fuera de su control se hubiese alzado desde los recónditos confines de su interior suplicando por algo que ni siquiera él sabía que necesitaba y Penélope había tenido la osadía de despertarlo.

Todo su ser temblaba ante la fuerza de sus emociones, ante la intensidad de su pasión y lujuria mientras la besaba como un desquiciado. Su cuerpo estaba tenso, duro, completamente hirviendo después de sus devastadoras palabras y aquella suave caricia de su pequeña lengua. ¡¿Dónde demonios había aprendido eso?! Le gritó su fuero interno, ya que nunca creyó que Penélope tenía eso en ella, que pudiera ser tan directa en lo que quería para su placer.

Su mente era incapaz de procesarlo y menos aún, asimilarlo, sobretodo porque la imagen que él se había formado de ella durante todos esos años no era más que la representación pura de la inocencia. Penélope era todo lo que era correcto y estaba bien en el mundo, hecha solo de cosas buenas, de risas suaves, de conversaciones agradables y de interminables paseos por prados llenos de flores. Era, en palabras simples, como un rayo de sol en su vida, iluminando la oscuridad a su alrededor y llenándole de una calidez que solo podía equipararse a ese momento en que te acurrucas bajo una manta una fría noche de invierno.

Pero la Penélope que tenía ahora entre sus brazos, aquella que le había provocado de forma tan directa, distaba mucho de ser la encarnación de la inocencia que tenía en su cabeza con esa piel clara, labios exuberantes, curvas suaves, ojos de zafiro y cabello cobrizo que una parte de él no pudo evitar imaginarlo completamente suelto entre sus dedos, sobre su cuerpo, rozándole eróticamente la piel caliente mientras ella le recorría con esa pecaminosa boca suya. Sin darse cuenta y frente a sus ojos, Penélope se había convertido en una diosa, una sirena creada únicamente para arruinarlo. Afrodita en carne y hueso, una deidad que merecía ser adorada, preferiblemente de rodillas.

Una mujer......su mujer.

Colin supo el momento exacto en que los últimos resquicios de autocontrol que tenía abandonaron por completo su ser, ya que, sin perder más el tiempo, cogió a Penélope con fervor y le dio la vuelta para que ahora enfrentara la entrada de la tienda mientras él se posicionaba tras ella, agarrando sus caderas de manera firme contra su embravecido miembro.

-Manos sobre la mesa, Penélope – ordenó él con un tono de voz que rivalizaría con la de su hermano Anthony – Y no las muevas de su lugar.

Ella le obedeció sin pensar más allá, ya que estaba dolorida, caliente, húmeda y muy pero muy necesitada. Poco le faltaba para comenzar a gritar de frustración.

-Por favor, Colin – suplicó a duras penas con la mirada baja, a punto de comenzar a frotarse los muslos para poder tener algo de alivio al fuego que amenazaba por consumirla.

El besó lo alto de su cabeza, para luego inclinarse a lamer su cuello una, dos veces.

-¿Tienes alguna de idea de lo que me haces cuando me suplicas de ese modo? – le dijo él a sus espaldas con su voz varias octavas más grave mientras le cogía de la cintura con un brazo para mantenerla en su lugar – Esto es lo que haces.

Penélope no pudo evitar gemir cuándo él embistió suavemente contra su trasero, logrando sentir con claridad su erección presionada contra ella y haciendo que su centro se contrajera de forma automática.

-Oh – musitó toda ruborizada.

-¿Sientes eso? – preguntó él contra su oído, respirando de forma entrecortada y sin poder detener el movimiento de sus caderas contra ella. La fricción dando un alivio momentáneo a su dolorida erección – Esto es por ti y solo por ti, Penélope. Siente como me has arruinado.

Tormentoso EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora