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¿Os acordaís del aviso de que la tensión iba a ser peor? 

Aqui esta una de las pruebas.

Lizzie

Otro salto provoca que ahora estemos posicionados el viejo y a la vez lujoso carruaje a nuestra vera frena de golpe.

—¿Vais a palacio?

Aparece una voz que nos sorprende. Fred me agarra de la cadera tirándome hacia él. El carruaje es de tonos negros y plateados. No soy capaz de centrarme en otra cosa que no sea la mano de él, un pellizco en el hueco de la cintura me devuelve a mi realidad.

—Eh, si vamos a palacio —me apresuro a decir mientras agarro las manos que me rodeaban de Fred para alejarlas de mi.

Miro al cochero, Fred rodea mi muñeca obligándome a no seguir caminando en la dirección de dicha persona. Me centro en la respiración que se me acerca por detrás, miro al frente pero sin fijarme en nada y mi respiración se hace más pesada.

¿Por qué se acerca así?

—¿Estás segura? —Susurra pegando sus labios en mi.

—Es lo mejor que podemos hacer.

Un chico rubio saca la cabeza por la ventana, no me hace falta mirar su rostro para reconocerlo; se trata de Lorenzo, uno de los personajes.

—¿Por qué ha parado? Sabe que tenemos prisa.

—Estos chicos van a palacio señor, pensé que podríamos llevarlos.

—Como sea, que suban rápido.

Y sin más se abre la puerta. Me paralizo sin saber que hacer, al final de cuentas, ¿cómo me iba a esperar que aceptarían?

Con un simple gesto de cabeza de Fred me indica que entre, y muy a mi pesar -y a mis nervios- me adelanto hasta la especie de escaleras.

—Las señoritas primero. —exagera una reverencia mientras gira su muñeca.

Pongo los ojos en blanco y me asomo. El interior está bastante oscuro e incluso me arriesgaría a decir que puede llegar a ser tétrico, perfecto para una película de Tim Burton vamos.

Subo los dos primeros escalones y al llegar al tercero tropiezo al no calcular el tamaño de esté y me empiezo a caer hacia delante, me agarro en lo primero puedo, y para mi mala o buena suerte, se trata de la parte baja de un abdomen, aunque no sería tanto agarrarme sino apoyarme. Término de rodillas.

—¿Se encuentra bien señorita?

Una voz surge a mi izquierda, y giro la cabeza en esa dirección, pero solo logro diferenciar una especie de silueta masculina en la penumbra. De repente unos quejidos aparecen a mi derecha de forma repentina.

—Seguro que si, todo el peso me lo he llevado yo.

Abro los ojos como platos, más distraída y no nazco.

—Perdón.

Me levanto lo más rápido que puedo y me siento a un lado de la silueta.

No tarda en subir Fred, quien me mira con una ceja levantada.

—¿Ya me estás juzgando Fredipuki?

—¿Disculpa? —no le veo pero estoy segura que se ha ofendido por el apodo.

Eso me hace sonreír aunque la cambio drásticamente por una seria.

—Pues eso, me estabas juzgando y lo sabemos los dos.

Destino De Verano Entre EspejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora