✝ CAPÍTULO 2: CONTRATO

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CONTRATO

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CONTRATO

Melissa no supo qué decir. La presencia del muchacho resultaba tremendamente intimidante, y ante cada frase debía reunir todas sus fuerzas para poder responder sin titubear.

—No deberías estar aquí.

La joven percibió una sutil sonrisa burlona en el rostro de Andras ante sus últimas palabras.

—Has sido tú la que me ha llamado, Melissa, ¿ahora pretendes echarme?

Oír nuevamente su nombre pronunciado por él provocó en ella una extraña sensación en el estómago. Ni siquiera sabía como lo había averiguado, ella no lo conocía. O al menos no recordaba hacerlo. Toda aquella situación solamente hacía sembrar mas dudas en ella.

A medida que pasaba el tiempo, empezó a sentirse más valiente. Pensó que solo se trataba de alguien gastándole una broma. Consideró la posibilidad de que fuese algún familiar lejano de Augus, tal vez allí de paso por un tiempo. En su cabeza, aquella era la explicación más probable.

—Es tarde, no puedes estar aquí —insistió, utilizando toda la valentía que le quedaba para intentar incorporarse.

Sin embargo, al intentar ponerse de pie sintió como sus pies se paralizaban de golpe, como si estuvieran sujetos por una fuerza sobrenatural. A pesar de querer levantarse le resultaba imposible, y cuanto más lo intentaba más entumecida sentía su cabeza.

—No te he permitido levantarte, humana.

Algo en el tono de su voz le causó escalofríos. Se sintió demandante, intimidante. Lo que estaba sucediendo allí no era normal; había cruzado el umbral de la broma, y ahora la joven de verdad creía estar empezando a volverse loca.

Ante la ausencia de respuesta Andras se agachó para quedar a su altura. Fijó sus ojos en los de la joven, quien se sintió nuevamente absorbida. Ahora que lo tenía más cerca resultaba aún más imponente, pero aún así no podía evitar sentirse atraída por él. Y eso no le gustaba.

Él extendió su brazo para alcanzar el collar de Melissa. El roce de sus dedos contra su pecho le causó a la joven un agradable cosquilleo que se negó a reconocer.

De pronto, Andras tiró con fuerza del collar, arrancándolo del cuello de la muchacha salvajemente. No le causó dolor, pero dejó escapar un chillido de la sorpresa.

—Así que te atreves a invocar al mismísimo Lucifer con una cruz adornando tu pecho —expresó con auténtica sorpresa—. Sin duda eres bastante curiosa, sí —musitó mientras guardaba el collar en el bolsillo de su pantalón.

Melissa quiso rechistar, pero incluso con el valor emocional asociado al collar, aquello era lo que menos le preocupaba en ese momento. Tragó saliva y preguntó:

—¿Qué eres?

La joven se sintió algo molesta ante la mueca que hizo como respuesta. Tenía la sensación de que él estaba jugando con ella, gastándole una sucia broma y riéndose a sus espaldas mientras ella se encontraba asustada, arrodillada y a su completa merced.

La sombra de la redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora