✝ CAPÍTULO 7: TODOS SOMOS PECADORES

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TODOS SOMOS PECADORES

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TODOS SOMOS PECADORES

La noche anterior, Melissa no había conseguido pegar ojo. Las paredes del Vergine se sentían más inseguras que nunca, y cada vez que lograba conciliar el sueño, una pesadilla la despertaba bruscamente. Si cerraba los ojos podía sentir los asquerosos gusanos trepando por su piel, como si todavía estuvieran ahí, recorriendo cada rincón de su cuerpo.

Se encontraba sentada en el comedor moviendo el puré de su plato con desgana, con los ojos cansados y la mente embotada por la falta de sueño; apenas podía enfocarse en lo que tenía delante. A su lado, Chiara comía con ella, como solían hacer cada mañana.

A pesar de que la pelinegra no estuviese internada en la institución, aún podían verse durante las comidas y en algunas clases. Melissa agradeció poder seguir viéndola, pues era su único punto de contacto con la normalidad. Se aferraba a ella como si fuese un salvavidas.

—Iba a preguntarte cómo has dormido —dijo Chiara, llevándose una cucharada de puré a la boca y poniendo una mueca de disgusto—, pero tu cara ya me lo dice todo.

Melissa esbozó una sonrisa débil, agradecida por la sensación de normalidad que su amiga traía consigo. El poder tener unos instantes con ella le parecía suficiente como para evitar perder la cabeza.

—Escuché que fuiste a la enfermería —continuó—. ¿Qué te pasó? Todo el mundo dice que has sido poseída.

Melissa frunció el ceño, sorprendida por lo rápido que los rumores se habían propagado. Parecía imposible mantener algo en secreto en ese lugar.

—No lo sé —admitió con un suspiro—. La enfermera Sabina dijo que fue una alucinación por el estrés. Siento que me estoy volviendo loca.

—Es difícil no volverse loco aquí dentro —respondió Chiara en un susurro, apartando su plato a medio terminar y lanzando una mirada de odio a las monjas que cuchicheaban en una esquina del comedor—. Necesitas descansar, Mel. De verdad lo necesitas.

—No entiendo cómo se ha enterado tanta gente tan rápido.

—Y tampoco entiendo cómo pudieron creerse algo tan absurdo. ¿Demonios? ¿En serio? —Chiara rodó los ojos, claramente exasperada por la situación.

Melissa apretó los labios, sin saber qué decir. No quería mentirle a su amiga, pero sabía que tampoco le creería si le confesaba la verdad. Además, no quería involucrarla en algo de tal magnitud.

—De todas formas —continuó Chiara, inclinándose hacia adelante para que nadie las escuchara—, sabes que puedes pedirme lo que sea. Estoy aquí para ayudarte.

Los ojos azules de su amiga la miraron con sinceridad. Melissa sabía que podía confiar en ella, lo cual era un alivio.

En ese instante, una idea cruzó su mente: el secreto de Costanza. Ya lo había descubierto, pero aún necesitaba exponerlo. Chiara, con sus contactos y su habilidad para moverse entre la gente sin levantar sospechas, podría ser la clave para difundir el rumor. Melissa, por su parte, no podía hacerlo sola; con los rumores actuales sobre ella todos estaban alerta.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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