✝ CAPÍTULO 6: GUSANOS

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GUSANOS

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GUSANOS

La joven se dirigió hacia la capilla junto a madre Costanza y otras monjas que solían patrullar la institución. Llevaba la camisa algo arrugada debido al encuentro con Andras, así que aprovechó el camino para alisarla con las manos.

Se preguntaba dónde se encontraría el demonio en ese momento, si la estaría espiando o si, como había dicho, de verdad se habría esfumado. Sentía que ya no podía confiar siquiera en sus propios ojos.

Salieron al patio del internado, y la oscuridad de la noche las envolvió. La luna iluminaba suavemente el espacio, y las sombras de los árboles se alargaban, creando un juego de luces y oscuridad sobre el empedrado del suelo.

Al fondo se alzaba la silueta de la capilla, con su techo puntiagudo y una cruz que se recortaba contra el cielo estrellado. El sonido lejano de las campanas resonaba suavemente, marcando que era la hora de ir a rezar para los internos. Nadie podía irse a la cama sin antes haber orado.

De repente, Melissa se detuvo al sentir que alguien la observaba. Revisó rápidamente el lugar con la mirada, y un pequeño destello rojo, apenas visible, llamó su atención detrás de una de las vallas del patio. Observó las vides trepadoras que se enredaban en la reja, y justo detrás, en la oscuridad más absoluta, pareció ver una figura monstruosa que la observaba con dos enormes ojos rojos.

La joven pestañeó repetidamente, sintiendo que el miedo la paralizaba por unos instantes. Intentó convencerse de que lo que veía era producto de su imaginación, pero la sensación de que algo la acechaba desde las sombras no desaparecía.

—¿Sucede algo? —preguntó una de las monjas al ver que la joven se había detenido tan repentinamente.

Melissa negó con la cabeza y esbozó una sonrisa falsa. Al volver a mirar detrás de la reja, el brillo rojo ya había desaparecido. Atribuyó aquel suceso a la falta de sueño reciente y, a pesar de la sensación de peligro que la recorría, continuó caminando hasta llegar a la puerta de la capilla.

Las monjas más jóvenes entraron primero, dejando a la muchacha en la oscuridad junto a la madre Costanza. La mujer se acercó a ella con esa mirada severa que la caracterizaba.

—Será mejor que te comportes —advirtió, para luego entrar a la capilla también.

Melissa la siguió y se adentró en el lugar, ignorando las advertencias de la mujer. No tenía que preocuparse por cometer errores de nuevo; se aseguraría de no causar sospechas. Sin embargo, esta vez no sería tan fácil.

Ahora no solo debía mantener su historial impecable, sino que también tenía que encontrar una manera de desvelar los oscuros secretos de tres personas, tal y como Andras le había pedido. Estaba segura de que seguir los deseos del demonio también traería consecuencias, pero, de cierto modo, había ganado un pedazo de su confianza. Le tranquilizaba saber que habían hecho un trato y que él tendría que cumplir su palabra.

La sombra de la redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora