Capítulo 4: Sueño húmedo

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Gianmarco

Me acaba de despertar el timbre de mi móvil. Todavía estoy en la cama cuando el desgraciado comienza a timbrar e inmediatamente lo tomo de donde está. No esperaba recibir esa llamada tan temprano, sin embargo, cuando miro la pantalla veo que efectivamente se trata de quien imaginaba.

No puedo evitar sentir la satisfacción que siento y una sonrisa ladina aparece en mi rostro, mientras acomodo la cabeza sobre la almohada y paso el brazo de la mano libre por detrás. Dejo que el teléfono repique unas cuantas veces y finalmente respondo:

—¿Dígame? —todavía sonrío cuando lo hago.

—¿Es Gianmarco De Angelis? —Reconozco la voz.

—Mejor diga quién quiere hablar con él —finjo no saber de quién se trata.

—Es Alessia Salvatore. ¿Me recuerda? Me pidió llamarle en la mañana.

—¿Le pedí llamarme? ¿Está segura?

Guarda silencio unos instantes como si dudara.

—Bueno, no exactamente así. Me pidió llamarlo si quería contratar sus servicios y es justamente lo que voy a hacer. Quiero comenzar a recibir su protección hoy mismo. Ahora, si es que no tiene otros planes.

Eso está mejor.

—No tengo otros planes, pero creo que ahora en la mañana no podrá ser.

Había tenido una noche de antro, intensa, y había despertado con resaca. En la noche, después de ultimar los detalles con Franco, decidí que tendría un poco de diversión y así fue, solo que al parecer ahora me estaba cobrando factura.

—Si no tiene otros planes, ¿qué se lo impide?

La niña me estaba saliendo preguntona. Algo sumamente desagradable para mí.

—Señorita, Alessia —el sarcasmo era inminente—, pasé prácticamente toda la noche bebiendo y follando —fui sincero—. No tenía ni puta idea de que llamaría. No creí que lograría convencer a su señora madre —miento, sé perfectamente de lo que es capaz y nunca dudé que terminaría por salirse con la suya—. Si quiere que le brinde un óptimo servicio, será mejor que me deje descansar.

—Como ya ve se equivocó —habla airosa—. Y descansar puede hacerlo aquí, en casa. Su habitación está lista y esperando por usted.

Creí que mi confesión le ruborizaría, sin embargo, su respuesta me demuestra todo lo contrario. Aunque la chica ya tiene dieciocho años, es mayor de edad y no dudo para nada, que sepa a la perfección de lo que hablo. Posiblemente, ya lo esté ejercitando.

—Puede traer sus cosas, si lo desea. Pienso que mientras más rápido se instale será mejor —me lo estaba pensando—. Solo si lo desea, ¡eh! Que le quede claro que no lo estoy condicionando a nada. Es libre de hacer lo que desee.

Lo último me acabó de convencer. Es bueno que lo tenga claro.

—Siempre ha sido y será así, pero me alegra que lo haya podido ver. El reconocimiento también es una virtud, ¿lo sabía?

—Y no es que yo la posea mucho, pero sí, tengo claro que es una virtud. Aunque las mías sean otras totalmente diferentes.

—Si son opuestas no son virtudes, son defectos...

—Que tenemos todos, porque nadie es perfecto —me cortó y concluyó a su manera, pero tenía que admitir que no estaba del todo errada.

Defectos tenemos todos y yo tenía muchos.

No pude hacer más que sonreír.

—Entonces, ¿se viene o no? —El tono en sus palabras dejaban al descubierto su intención y doble sentido.

Resistiéndose al deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora