Capítulo 5: Pesadilla

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Alessia

Salgo de la habitación después de ducharme, pues ya Gianmarco debe haber llegado, así que me alisto para pasar por su habitación. Le pedí a Claudine, una de las empleadas, que le orientara subir cuando llegara. Si está aquí debe estar acomodando sus cosas.

Ya afuera voy a cerrar, sin embargo, al mirar a un lado, me percato de que la puerta de la habitación de Alessandra está más abierta de cómo la dejé. En la noche tuve deseos de seguir la conversación que había tenido con ella, sobre mi virginidad, sin embargo, después de abrir la puerta, cambié de idea. Preferí como otras tantas veces no hablarle, así que la entre cerré, o al menos eso pensé que hice, y me largué a mi habitación a descansar.

Doy unos pasos al frente, ya que la mía está después de la de ella. Me extraña que a esta hora todavía no haya despertado. Alessandra es como un reloj de arena cuando de ir a la empresa se trata. Normalmente, ya debía estar sentada a la mesa, desayunando.

—¿Qué demonios cree que hace?

Un hilo de voz se escapa por la abertura de la puerta. Alguien habla dentro de la habitación. No escucho muy bien, pero estoy segura de que se trata de su voz.

¿Quién más podría ser?

¿Pero con quién se supone que habla?

¿Habrá metido un hombre al apartamento?

¡No, seguramente está soñando!

Esa y más interrogantes pasan por mi mente. Y aunque lo de ayer fue un impulso, ya que normalmente nunca entro a su habitación, esta vez lo hago. Entro con cuidado y para mi sorpresa encuentro dentro a la persona que menos esperaba encontrar.

—¿Gianmarco? —cuestiono caminando hacia el hombre que se encuentra de pie frente a la cama. Alessandra permanece sentada, reclinada del espaldar, con todos los colores subidos al rostro, mientras se cubre, recelosa, con la sábana. Al verme ambos miran hacia mí—. ¿Qué haces aquí dentro?

El hombre le da una mirada a Alessandra y después habla:

—Al parecer no entendí muy bien la explicación de la empleada. Me confundí de habitación.

—¿Se confundió? —Es Alessandra quien habla.

—Sí, fue una equivocación —Gianmarco responde y enarca una ceja—. Pero me alegra haberme equivocado. Tu madre estaba teniendo una...

—¡Pesadilla! —Alessandra se apresura en responder, y juro que no entiendo nada. Su actitud es bien rara—. Estaba teniendo una pesadilla —prosigue.

—¿Está segura de que era una pesadilla, señora Alessandra? —interrogó con un atisbo de sonrisa en su rostro. Estaba más que claro que estaba siendo irónico—. A mí no me pareció que fuera tal cosa. Más bien me pareció que estaba teniendo un sueño hú...

—Pero lo es. Estaba teniendo una pesadilla y una horrible, por cierto —volvió a cortar las palabras del agente. Esto parece una casería en la que claramente Alessandra es la parte menos beneficiada.

Y me alegra en demasía verla así. Ella, que siempre había sido la tigresa, en este momento es un insignificante ratón.

—¿En serio? —preguntó Gian, divertido—. Cuando entré me pareció ver lo contrario. Me dio la impresión de que estaba disfrutando demasiado de su pesadilla.

Sonrió e hice lo mismo. La única que estaba pálida como un papel blanco era Alessandra. Aquello se me estaba haciendo divertido, sobre todo porque sabía que la situación no era cómoda para ella.

¿Qué será lo que está escondido? Porque obviamente aquí está pasando algo que ninguno de los dos dice. O al menos ella se empeña en no decir. Todo lo contrario de Gian, que más de una vez ha querido hablar y ella se lo impide.

Resistiéndose al deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora