Capítulo V

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Había habido un giro dramático de los acontecimientos. Nos quedaríamos en Miami toda la semana, porque el siguiente fin de semana que sería el Emiliana Romagna Prix se había suspendido por problemas meteorológicos. Así que para qué íbamos a ir a Italia, pudiendo quedarnos en Miami con calorcito.

—¡Sheila!— gritó Fernando abriendo la puerta del hotel de golpe. Yo estaba en ropa interior, me giré y le miré asustada.

—¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ PASA?!— grité mirándole.

—Uy —dijo al verme en ropa interior—. Perdón.

—Es como verme en bikini. ¿Qué pasa?

—Ah sí, mira— me dio un papel.

—Fernando, no tengo mi coche aquí

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—Fernando, no tengo mi coche aquí.

—Ya me he ocupado de eso— dijo con una sonrisa.

—¿Qué? Ni si quiera sabes si voy a apuntarme.

—Lo harás. Porque te conozco.

—Vale, sí, pero...

—Pero nada. Prepárate porque también he hablado con los propietarios de Autodrome, te dejarán practicar ahí.

¿Practicar en el autodrome? ¿Enserio? ¿Practicar en la misma pista que ellos habían corrido?

—Ay —dije sonriendo—. Gracias— caminé hacia él y le di un abrazo.

Él también me abrazó, con cuidado de no tocarme mucho ya que estaba en ropa interior y no quería hacerme sentir incómoda. Fer siempre había sido muy cuidadoso con eso, siempre había procurado que nunca me sintiera incómoda, él era el tipo de persona que si fuera de mi edad, estaría como loca por salir con él.

—Vamos a inscribirte— dijo cogiendo el ordenador y sentándose en la cama.

—¿No hay que pagar?

—Los rallies aquí no son como en España —dijo mientras encendía el ordenador—. Aquí no se paga.

—Ah...— dije asintiendo con la cabeza lentamente y caminando hacia el armario.

Me vestí con lo primero que pillé. Me puse una camiseta de manga corta porque hacían 35ºC, y total, Fer ya sabía lo de mis cortes, ya daba igual. Solo me tenía que poner la sudadera cuando saliera con los demás.

Mientras Fernando tecleaba yo pensaba en que tampoco tenía mi mono, o mi casco, ¿qué haría?

—Por tu mono y tu casco no te preocupes, también he encargado que te los traigan— dijo tecleando.

—Joder, que miedo —dije sentándome junto a él—. ¿Tú lees mentes? ¿O cómo va la cosa?

—Parecido— dijo riendo y metiendo todos mis datos.

—Fer, ¿por qué te sabes todo eso?

—Que yo sepa no has cambiado de DNI, de nombre o de apellidos— dijo con obviedad y riendo

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