Capítulo II

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Bueno, dormir había dormido poco, porque Fernando roncaba tanto, que si sus ronquidos produjeran un terremoto no me sorprendería en absoluto, ahora entendía al pobre Stroll. Había dormido un máximo de 2 horas, así que me tuve que echar kilos de maquillaje para ocultar que parecía un oso panda.

—¿Sueño?— preguntó Carlos. Me había ido al garaje de Ferrari ya que no había nadie, ni siquiera con calculadora, que pudiera hacer unos cálculos. Fui para ver si podía ayudar, y acabé solucionándolo yo.

«Somos la hostia»

—Mucho— reí.

—Fernando ronca. ¿Verdad?

—No sabría decirte si estaba durmiendo con una persona, o con un cerdo— reprimí una risa.

Charles Leclerc se empezó a acercar a nosotros, ya que Carlos era su compañero de equipo.

—¡Charles! —gritó Carlos con emoción cuando lo vio—. Mira, esta es Sheila, ¿te acuerdas? Cenó ayer con nosotros.

—La piloto de rally, ¿no?— dijo él alternando la vista entre Carlos y yo.

—La misma— reí.

—Pues un gusto— dijo extendiendo la mano.

—El gusto es mío— dije aceptando su mano y sacudiéndola.

—¡Ey! ¡Tú, chica!— gritó uno de los mecánicos que estaban ahí.

—¿Sí?— pregunté mirando por encima del hombro de Charles.

—Ven.

Miré a ambos confundida, pero caminé hacia el mecánico que me había llamado. No sabía si me iba a pedir algo, o me iba a echar a patadas de allí.

—¿Qué pasa?

—Antes me han dicho que has solucionado unos cálculos que nadie pudo —dijo cruzándose de brazos, me daba miedo a dónde iba a llegar—. Sé que eres amiga de Fernando Alonso, así que, ¿te gustaría trabajar para Ferrari?

Vale. Eso no me lo esperaba, para nada. ¿Yo? ¿Trabajando para Ferrari? Era la hostia, no lo iba a negar, pero, estaba trabajando con el enemigo, bueno, "enemigo". No era el equipo de Fernando.

Aunque eso a él le daba igual, aquí todos eran enemigos cuando estaban en el circuito, fuera de eso, todos se llevaban bien, así que daba igual, ¿no? Y trabajo era trabajo.

Además, había terminado la temporada de rallies, y no iba a tener otro hasta dentro de varios meses, por lo cual iba a tener mucho tiempo libre, y mejor que estar en casa aburrida, podría estar trabajando para Ferrari.

—¿Sí o no?— preguntó al ver que no respondía.

—Eh... Sí, claro, por qué no.

—Acompáñame.

Caminó hacia una puerta y salimos a un pasillo. No me imaginaba eso así, pensaba que esa puerta daría a otra habitación. Subimos unas escaleras y entramos a un despacho.

—Siéntate— pidió mientras que él se sentaba en frente del escritorio.

De repente me sentí como una niña a la cual acababan de castigar en el despacho de la directora. Daba todas las vibras de ello, y la cara de mala hostia del chaval no ayudaba nada.

Sacó varios papeles y cogió un bolígrafo.

—Nombre completo.

—Sheila Mitchell Blackford.

—DNI.

Después de darle toooodos mis datos para el contrato, por fin terminamos y firmé. Por ahora tenía 1 año de trabajo asegurado.

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