Capitulo 2: Mamá

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Llantos,llantos y más llantos.

¿Por qué le pellizco las mejillas otra vez? Era obvio que la niña estaba respirando,aunque igual debía verificar.

Ares se sentía agotado,estresado,y no había pasado siquiera dos semanas desde que cuida a Acalia.

Desde que aceptó que cuidaría de Acalia se escondió con ella de la mira de los dioses,en un penthouse en la misma ciudad de New York.

Era un escondite malo pero al mismo tiempo ingenioso,los dioses suelen ser tan arrogantes que ni siquiera se molestan en mirar lo que hay debajo de ellos.

Ares hacía eso.

Pero ahora solo escondía como un hurón junto a su cría,vestía ropa de mortales muy poco dignas,unos shorts de mezclilla,una camisa blanca con alguna que otra mancha por preparar alimentos,o hacer el intento de preparar algo,junto unas crocs verdes con figuritas.

Las ojeras le adornaban el rostro,le había salido barba,no había tomado un solo descanso o una siesta en esas casi dos semanas.

–Acalia,perdóname,porfavor deja de llorar–caminaba de un lado a otro dando pequeños brinquitos mientras llevaba en brazos a la pequeña rubia quien lloraba desconsolada.–Papá lo siente mucho,solo creía que no podías respirar–hablo nervioso tratando de sesar el llanto de la bebé.

Pero no funcionaba,algo estaba haciendo mal.

Frustrado se dirigió al gran sillón de cuero negro en la sala de estar,con toda la delicadeza que pudo recostó a Acalia en medio de los cojines,ella seguía llorando y moviendo sus brazos al aire buscando algún tipo de confort.

Ares se apartó lentamente,viéndole desde lejos,sus ojos naturalmente flameantes estaban casi en las brazas,quería llorar. No sabía ni que estaba haciendo.

Él no podía cuidarla,no sabe ni siquiera como cambiarle un pañal correctamente,o hacerle un biberón a la temperatura adecuada.

Nunca se había visto siquiera en la necesidad de cocinar algo,mucho menos de lavar y limpiar. Cayó de rodillas al suelo,mientras se sugetaba la cabeza con fuerza.

Ares no sabía como ser un padre,su padre,Zeus,ni siquiera le dió la atención paternal que todo niño mortal o divino necesita para crecer adecuadamente.

Pero así siempre fueron los dioses.

Si nunca tuvo una figura paterna que le hiciera entender aunque sea el concepto mínimo de paternidad,¿Cómo iba a saber que lo está haciendo bien o mal?

Se siente derrotado,ya su cuerpo se había tendido en el suelo en posición fetal,las lágrimas ya salían de sus ojos. Por alguna razón su mente le hacía sentir peor,ni siquiera en la guerra era el mejor,y eso que él era el dios de la guerra,siempre le llegaba a derrotar la perfecta hija de su padre,Atenea.

Ni siquiera destacaba demasiado en la danza,el otro hijo de su padre,Apolo era mil veces mejor.

Se supone que al ser el dios guerrero,de las armas,debería ser el mejor cazador de todos los olímpicos.

Pero esa niña...;Artemisa al igual que Atenea tenía el afán de dejarlo en ridículo,pero ella era diferente a la diosa de la sabiduría.

Artemisa era la favorita de su padre,era todo lo que él deseaba.

Ser el favorito,ser querido.

Ahora ya no podía tocar más fondo,su propio llanto desconsolado acompañaba al de su propia hija recién nacida.

Por el gran ventanal de la sala de estar,el cielo gris tormentoso cubría todo amenazando con dar un buen aguacero a la ciudad más movida y rara de Estados Unidos.

Sonó el primer trueno escandaloso,sesando consigo el primer llanto. Acalia había dejado de llorar.

“Que extraño” pensó el pelinegro,quien sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al sentir la presencia de alguien en la habitación,una presencia divina.

Casi como si fuera un tigre de bengala se dió la vuelta para enfrentar al intruso y silenciarlo de ser posible para que no delatara su secreto.

–Mira como andas,cariño–la voz femenina dejó estático a Ares en su sitio–no eres el principe olímpico que conozco–la mujer de gran cabellera plateada,elegantemente vestida con una túnica blanca y una hermosa capa hecha de plumas de pavo real,cargaba en brazos a la pequeña Acalia.

Ares titubeante,se levantó cual cervatillo que apenas aprende a caminar,la piernas le temblaban de los nervios.

–Claro que soy yo,Madre–nerviosamente se aliso el cabello desordenado,estiró un poco su camisa manchada,buscando dar el porte digno como hijo de los reyes del Olimpo. Pero Hera solo alzó sus cejas en sorpresa,se acercó a este regalandole una mirada tranquilizante y maternal.

Capaz no fue el mejor escondite.

Hera sostuvo a Acalia con uno de sus brazos y con el otro acaricio la mejilla de su hijo primogénito,quien parecía apunto de quebrarse nuevamente.

Pero él no se iba a permitir verse peor de lo que ya se veía ante una diosa como su madre.

–Tus pensamientos no fueron buenos contigo–negó con la cabeza afirmando para si misma el hecho del malestar de su hijo.

Con su mano gentil acarició cada detalle del rostro de su hijo,desde su crecida barba hasta sus cicatrices marcadas.

–No sé de qué me hablas,Madre–una risa nerviosa se le salió al hablar,buscaba no ver directamente a Hera a los ojos por lo que solo se enfocaba en Acalia,quien se había rendido al sueño en los brazos de la platinada.

Nuevamente con su mano,Hera tocó el rostro de su hijo,está vez para levartale el rostro y que le mirase directo a los ojos.

–Una madre sabe perfectamente cuando un hijo se siente mal–la dulzura en su voz le había quitado por completo la poca coraza que le quedaba.

Ares soltó un jadeo tembloroso.

–Es verdad,yo,yo no me encuentro bien–tartamudeo el pelinegro,respiró profundamente buscando tranquilizarse–Todo se está derrumbando,mami. No sé que debo hacer,siento que no hago nada bien,ni siquiera puedo esconderme de ti–los siseos tranquilizantes de Hera lo silenciaron,dejándole con la respiración agitada amenazando con llorar otra vez.

–Te escondiste muy bien,hijo–.–Pero sabes bien que yo no solo veo con los ojos–inesperadamente su madre le abrazó,la diferencia de altura entre ambos era notable.

Él era alto,su madre era bajita,con esfuerzo apenas y le alcanzaba a tocar el rostro.

Aún abrazándole le instó a sentarse con ella en el largo sillón.

–Tengo que contarte algo,mami–se frotaba las manos nervioso,tanto así que incluso se quitó sus crocs y se frotó sus pies entre si,pero ella solo le tomó de los hombros recostando su cabeza en sus piernas.

–Lo que quieras,mi niño–fue así como Ares explotó en llanto cual niño pequeño.

Siendo consolado por su madre,que le maseajaba el cabello y arrullaba a la pequeña bebé.

•••

Nota:
Ares se nos traumó con la asfixia de Daphne y su mami vino al rescate apenas le sintió hundirse en malos pensamientos [llanto]











𝙇𝘼 𝙂𝙇𝙊𝙍𝙄𝘼 𝘿𝙀𝙇 𝙈𝘼𝙍 [PJO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora