IV. OJOS COLOR MIEL

14 3 23
                                    

🍓🍓

—Pero profe... tenemos calor, deje que las pase y le damos un poquito —pidió una de las amigas de mi hermana.

Todavía mis manos estaban sujetas por las suyas en el agujero de la ventana. Su tacto era tibio y sus manos eran del color de la leche con tres gotas de esencia de vainilla. Y por el simple contacto vi como se erizó cada vello de mi piel dejándome en evidencia ante los ojos de aquel muchacho desconocido. Al percatarse de ello él sonrió y no supe cómo dejar de buscar mirarle por un segundo sin verme como una idiota. Cuando encontré sus ojos detrás de unos lentes me percaté que eran miel.

—¿Eres la hermana mayor de Ana? —preguntó aquel chico sacándome de donde estaba junto con mis pensamientos.

—Si, mucho gusto —respondí sin ahogarme con mi propia saliva.

¿Qué estaba pasando?

Realmente no tenía ni la más mínima idea de lo que sucedía en ese justo momento. De eso estaba completamente segura, no lo sabía.

—Te lo dije Helena, esto era lo que tenías que ver —escuché a mi hermana hablar.

Agradecí estar sin expectativas en el día, no tenía idea de que lo que me querían mostrar era a su profesor —de que materia, no tenía idea—, alguien tan joven como yo y de paso muy guapo.

—En ese caso... ¿Helena, no? —preguntó y no obtuvo respuesta de mi parte—. Bueno, hermana de Ana, te dejo pasar esto si me das la mitad de una y siendo justos quieres pasar tres, yo solo pido un poco —terminó por decir aquél muchacho en un tono un tanto formal.

—¿No eres muy joven para ser profesor? —pregunté sin filtro alguno consiguendo sacarle una sonrisa y así poder ver sus dientes.

—Posiblemente tenga tu edad, pero solo soy un preparador de matemáticas, si tienes problemas con eso puedes decirme —hizo una pausa para volver a ver el motivo por el que estábamos hablando—. Entonces, ¿me darás la mitad de una para dejar pasar las demás? —preguntó esperando cerrar el trato.

—Toma la mitad, tranquilo.

En ese momento sus manos me soltaron y fueron directo a tomar una de las tres bolsas que pasaba por el orificio de la ventana. Lo vi morder la esquina de la suya y tomarse la mitad del contenido de ella en unos pocos minutos. Esto me había dejado enganchada, no obstante, me dió las gracias y se alejó de la ventana para continuar su clase de matemáticas.

Me alejé también de la ventana y regresé al sitio junto a la fuente para analizar lo que había pasado minutos antes. En mi cabeza podía ver sus ojos, escuchar su tono de voz, pero en mi piel podía sentir como aquel tacto tibio quemaba y llenaba cada espacio de mi ser. Podía sentir que flotaba hasta que una mano se posó en mi hombro y un perfume conocido invadió mis fosas nasales, haciendo que el helio que me elevaba se convertiera en plomo y me obligara a bajar.

—Princesa, ¿cómo estás? —preguntó Jorge Luis, un compañero de clases que desde el segundo año hasta el actual no había comprendido que odiaba que me llamara princesa y que mi NO siempre era un NO.

—Estoy bien Jorge, ¿qué tal tú? —pregunté por educación, me podía desagradar pero no podía ser maleducada, eso jamás.

—Yo súper chévere bebé.

Y ahí no dije una palabra mas por el simple hecho de que las palabras bonitas que me decía solo me hacían querer vomitar. Y no, no era feo pero no era mi tipo, yo tenía aspiraciones de mejorar la raza pero no de dejarla pasmada de esa forma.

Jorge era de piel morena clara, un poco más alto que yo, ojos negros y una sonrisa encantadora; un sentido del humor ligero, una disposición para ayudarte o complacerte si tienes un problema —también un capricho—, pero con una comprensión inservible para muchas cosas como para darse cuenta que más de una vez lo he rechazado de formas que no estoy muy orgullosa. Él sin duda merecía algo mejor que estar detrás de mi varias horas a la semana.

Después del silencio incómodo que se formó entre nosotros decidió irse a saludar a otras personas que habían llegado al instituto antes de que sonara la campana. Por dentro di gracias por eso, pero también me daba tristeza.

No entendía porqué quería quedarse conmigo, yo no era tan atractiva físicamente como las otras chicas, si tenía mi belleza única, sin embargo, no era suficiente ante una chica con grandes pechos y glúteos firmes. La personalidad no era suficiente, no valía mucho en un sitio donde si tienes arriba y abajo te toman en cuenta. Apenas tenía pechos que resaltaban un poco en el uniforme, al inicio de mis estudios en el instituto era una tabla mal cortada producto de las dietas de mi madre para que redujera mi peso de la primaria.

Traté de no recordar los años en los que mi madre y mi padrastro me llamaron gorda de forma reiterada como si ese fuera mi nombre y no un apodo de mal gusto. No me percaté que había colocado las manos sobre mi estómago, solo escuché la voz de mi hermana a mi lado.

—¿Otra vez pensando en eso? —preguntó preocupada—. No estás gorda, has mejorado y me alegra mucho saber que lo haces por ti y para ti.

Quise llorar pero vi como aquel chico de los ojos miel me miraba con ternura y al fin me permitía verlo por completo. Tenía la misma camisa, la misma chaqueta de grado que la mía, unos lentes pequeños y un bolso prácticamente nuevo en su mano.

—Estudia el mismo año que tú, pero al parecer no lo habías visto nunca —comentó Ana.

Me quedé en silencio durante unos minutos para poder ver como saludaba a las personas que se acercaban a él con tanta familiaridad. Por un momento desee que se acercara y me saludara así, solo que mi deseo se cumplió a medias porque se acercó para despedirse de mi hermana —que seguía a mi lado en silencio también— y desearle un lindo día, a mi solo me guiñó el ojo y se regresó a su grupo de amigos.

Desde esa tarde, sus ojos miel no podían salir de mi cabeza, pero necesitaba estar con la mente en cada clase sino me iría muy mal.

¿Podría algún día hablar más con él?

Espero que sí.

————————————
Nota de la autora:

He aquí el segundo capítulo de este maratón, es mi regalo porque han sido fieles y yo he estado ahogada en tareas y en amores que rompen el corazón en cachitos.

Los finales de mayo, de junio y de julio han sido fuertes para mi. La inspiración se había marchado, cada vez tenía más trabajos de la universidad y mi tiempo se estaba reduciendo a nada.

Voy a decir que 2024 no es mi año, porque estoy más salada que una pila de sal. Pero bueno, hay que orar para que se le quite a uno eso, hay que quitarse la pava.

Falta un capítulo más de ese maratón 💚

DULCE Y AMARGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora