II. IGNORANDO EL RETORNO

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Había dormido toda la noche en la habitación de Alejandra sin dejar señales en casa de hacia donde me dirigía o cuanto tiempo me quedaría. Mi madre de igual manera me mataría y me ofrecería como sacrificio diera señales de vida o no.

Alejandra dormía plácidamente con la boca abierta en el otro extremo de la cama que compartía conmigo desde el día anterior, en el cual secó mis lágrimas y me tranquilizó con sus palabras hasta que ambas conciliamos el sueño.

Mientras ella descansaba la puerta de la habitación se abrió lentamente revelando a su hermano Alejandro quien me buscaba para invitarme a seguirlo y dejar dormir más a su hermana.

-Buenos días, ¿como amaneciste? -preguntó y solo recibió mis gestos con el pulgar arriba-. Ayer no llegaste bien, no puedes mentir hermanita.

Me quedé en silencio y desviando la mirada a cualquier punto en el que no tuviera contacto visual de ningún tipo. Lo hacía para no comenzar a llorar.

—Supongo que no están bien las cosas en tu casa, pero me alegra que hayas caminado hasta aquí y te sientas segura —él caminó a la cocina para preparar el desayuno que sirvió minutos después para apaciguar los sonidos de mi estómago.

Cuando ambos platos quedaron vacíos volvió a mirarme para escudriñar mis ojos cafés y así tratar de tener respuestas más concretas sobre lo sucedido, sin embargo retomé la misma acción anterior: no tener contacto visual.

—Ahora que solo te falta un año para cumplir los dieciocho, ¿qué planeas hacer aparte de graduarte del instituto?

—Trabajar o elegir una carrera universitaria que me genere dinero en corto tiempo —logré articular.

—Son buenos planes pero la situación del país no es tan sencilla pero puedes probar —comentó dejándome sumida en el completo silencio—. Igual, no te desanimes.

Me levanté de la silla para tomar lo que permanecía en la mesa y así trasladarlo a la cocina como forma de agradecimiento por recibirme en su apartamento, sin embargo, mis cosas continuaban en casa así que tarde o temprano debía pasar por mi uniforme y el resto de los útiles.

Alejandra al poco tiempo apareció en la entrada de la cocina tapando una gran parte con su cuerpo evitando la corriente de aire que entraba desde la ventana de la sala.

—¿Lista para no morir en el intento? —alcanzó a preguntarme con una sonrisa burlona en sus labios.

—Si no aparezco antes de la primera hora, por favor llama a la policía y envíalos a mi casa —respondí de la misma forma y caminé a buscar las cosas que había llevado conmigo para salir del edificio hasta mi casa—. Gracias por todo, nos vemos en un rato.

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El camino a la casa se volvía lento, lejano y poco prometedor por lo que saqué unos audífonos del bolsillo y los conecté a un pequeño teléfono que no tenía línea, solo un espacio considerable para guardar canciones. Una canción vieja que no había dejado de buscar en YouTube apareció en la lista y se reprodujo tantas veces que no supe en que momento atravesaba el umbral de la casa y me dirigía a la habitación donde dormía.

—Alguien se dignó a regresar por sus cosas —escuché a mi madre decir en algún rincón de la casa.

Mantuve mi boca cerrada y disminui el volumen del teléfono para evitar males mayores a los que pudieran pasar. Si bien ella estaba furica, no se había acercado lo suficiente para propinarme una golpiza como siempre lo hacía las veces que le desobedecía.

—Necesito que llames a tu padre y te vayas para allá con tu hermana de manera definitiva porque esto no me lo calo más Helena María, ya está bueno que las dos quieran hacer lo que les da la gana como si yo estuviera pintada en la pared.

—Lo llamo cuando vuelva -me limité a responder aunque eso significaba iniciar una batalla con ella.

—Me pregunto si yo he sido mala madre con ustedes como para que me traten así —rezongo.

—Yo me tengo que ir, vine por esto para irme a clases —tomé mi uniforme y varios útiles que el día anterior se habían quedado en el mismo sitio.

Ella permaneció en silencio donde estaba y yo solo guardaba lo necesario en el bolso.

—Prepara eso para que te vayas con él después de clases, aquí no vas a regresar.

El sonido poco existente en la casa se volvió incómodo para ambas, obligándome así a tomar lo requerido y salir sin despedirme de ella. Así como dos desconocidas, porque así se había vuelto ella para mi.

Al estar alejada de la casa me detuve a llorar, ¿por qué la convivencia se volvía tan difícil? ¿Ella no podría ser una madre amable, cariñosa y poco egoísta como las otras madres? ¿La vida a su lado seguiría siendo en ocasiones miserable y deprimente?

Realmente no era difícil saber las respuestas ante todo lo que venía ocurriendo los últimos años. Ella había cambiado, había tomado una gran distancia, una mala decisión y quebrado la confianza en mil pedazos. Ya no existía nada en ella que mereciera cariño o respeto.

Conforme me alejé más llegué al lugar en donde recibí cobijo la noche anterior, esta vez con las señales de haber llorado antes de tocar el intercomunicador del edificio. Ninguno dijo nada en el resto de la mañana, solo se limitaron con gestos a mandarme a bañar para no entrar tarde a clases o en el peor de los casos toda decaída.

Alejandra se ofreció a maquillarme y alisar mi cabello en la intimidad de su habitación una vez que saliera de la ducha la cual no me negué y ella no declinó. Luego de eso me miré en los espejos de la sala, no sería la única que llegara a cambiar.

Unos ojos brillantes maquillados, unos labios color cereza, un cabello alisado y una sonrisa fueron el reflejo más precioso que había visto en mi.

—Quiero una foto y una llamada por favor y gracias —murmuré apenas ella cruzó silenciosamente el pasillo y se encontró con mi sonrisa.

—Claro que si mi reina bella —respondió satisfecha.

Ella buscó su teléfono para tomarnos fotos antes de salir al instituto y luego verlas una vez que tuviéramos un momento libre en nuestro horario. Al terminar me extendió su móvil y marqué al número de mi papá quien al segundo tono contestó y después de conversar aceptó buscarnos cuando terminara el día.

Me sentí aliviada en el camino hacia la clase de la primera hora y se incrementó mi alivio al poderle contar a mi hermana el cambio de planes. Ella estaba más emocionada que yo.

¿Qué estaría tramando?

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Nota de la autora:

Tarde pero segura, esta semana tuve exámenes numéricos muy seguidos para mi gusto así que pasé todos estos días metida entre el teléfono, el cuaderno y una calculadora científica. Lo cuál no fue nada agradable para mí y mucho más al tener incertidumbre por las calificaciones. Porque no sé cuánto saqué en el 25% y 50% de las materias.

Este capítulo parece que lo escribí cuando estaba triste, no les miento, la universidad me tiene así con tanto trabajo y estudio.

El próximo martes si tendrán el tercer capítulo, lo prometo.

💚

DULCE Y AMARGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora