VI. INICIO

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No sabía mucho de él -no más allá de lo que me había dicho temprano-, pero temía que mi hermana se hubiera excedido al intentar darme una carta de presentación apropiada para alguien que busca una cita o una pareja más formal; esto me había resultado igual a la exposición de material traumático y clasificado a una persona que desconoce del tema.

Debía admitir que nadie conocía tanto de mi más que Mariana y Alejandra, ellas aún siendo mis mejores amigas yo les tenía un filtro sobre lo que era recomendable decir y que no, así evitando que se alteraran y también me llegasen a alterar. Años atrás no me preocupaba por tener el filtro, solía hablar de mas sobre mi sin percatarme que algunas de mis acciones pasadas llegarían a perjudicarme tiempo después.

-¿Puedes concentrarte mujer de Dios? -preguntó Alejandra a hurtadillas del profesor de idiomas quien brindaba una explicación en francés.

-¿Helena? -alcanzó a preguntarme el profesor Roberto.

-Pardon monsieur -respondí un tanto apenada ganándome una mirada preocupada de su parte.

-¿Ça va bien chère?

Tardé en buscar las palabras más básicas en mi mente para poder atender su interrogante y practique en silencio para que pudieran salir de mis labios sin que sonaran mal pronunciadas.

-Oui, très bien, merci.

Por la expresión de su cara supe que mi respuesta no había sido suficiente para él, sin embargo, la clase continuó sin más novedades hasta su final un tanto lento para mi. Una vez finalizó todo recogí mis cosas y lo escuché levantarse de su escritorio para acercarse a mi cuando el salón quedó solitario.

-Helena, ¿podemos hablar antes de que te vayas a casa? -preguntó Roberto.

-Lo siento no puedo, será en otro momento profesor -tomé mi mochila y caminé en dirección a la salida.

-Helena, me gustas mucho -soltó dejándome congelada e incómoda justamente en el marco de la puerta-. De verdad me gustas y sé que no está bien.

-Es verdad, no está bien por muchas razones que posiblemente se esté saltando -respondí sin escuchar mas allá de su respiración-. Es mayor que yo, es mi profesor de idiomas y también está el hecho de que no le voy a corresponder en ningún momento así que le pediré que sigamos como estamos antes de esto, buenas tardes.

Con paso apresurado salí por completo del salón hacia la salida del instituto sin mirar a los lados. El disgusto recorría cada poro de mi cuerpo y salía con cada paso que daba, no escuchaba mas que el sonido proveniente de mis zapatos.

¿Qué diablos estaba pasando?

Mi mente luchaba por mantenerse en blanco y volver a retomar la cordura antes de llegar a casa, aunque sabía que en ella nuevamente la iba a perder en segundos.

-¡Helena, espera!

Mi cuerpo se detuvo ante aquella voz sin contemplaciones, los vellos de mi piel se erizaron y sentía que mi corazón se iba a salir si no lo sujetaba fuertemente.

-Gracias por esperarme, ¿estás bien? -preguntó un tanto preocupado por lo que me vi en la necesidad repentina de negar con la cabeza, deseaba un poco de paz-. En ese caso te invito a comer algo y me cuentas que pasó, prometo regresarte temprano a tu casa.

Por dentro debatía entre negarme ante la invitación mintiendole sobre mi respuesta y aprovechar esta otra oportunidad que me daba la vida para poder conocerlo como Dios mandaba. Al final acepté y caminé junto a él hasta una pequeña heladería cercana al instituto.

-Mi hermana se pasó al darte un prontuario de mi en lugar de una presentación decente, no me ayuda en nada -bromeé.

-Le pregunté unas cosas y me soltó todo eso, fue mucha información la que me dió -comentó mientras jugaba con la cucharilla en su vaso de helado-. ¿Soné como si fuera un acosador?

-Un poco -admití.

-De verdad si te investigo, porque me da curiosidad saber de ti -en un gesto seductor (o así lo ví yo) se retiró los lentes de su rostro, permitiendome ver el brillo de sus ojos color miel-. Pero para mi situación es algo malo.

-¿Por qué?

-Tengo novia -respondió consiguiendo que dejara de comer y él se arrepintiera de abrir la boca.

-En ese caso para que no tengas problemas no lo hagas, debe ser muy celosa y no quiero morir extrangulada por ella.

-Tranquila, ella no estudia con nosotros así que no te extrangulará -comentó para aplicar la tensión que comenzaba a crecer en mi pecho-. De igual manera no estamos bien desde hace un rato.

Saboreé el "no estamos bien desde hace un rato" como si se tratase del helado que continuaba comiendo a velocidad de tortuga. Esa frase daba fuerza a aquella chica que lo vió hace meses y quedó flechada por él, una señal de humo que podía ser para mí si la comprendía. Esto significaba: posiblemente termine con ella.

Para no ser tan evidente con mis gestos y mis pensamientos volví al helado fingiendo pena y tristeza por la situación de Daniel con su novia.

-Lo siento mucho, ojalá las cosas mejoren entre ustedes y puedan ser felices -él se limitó a asentir y agradeció mis palabras con un tanto de pesar en su voz.

El resto de la tarde hablamos sobre superhéroes favoritos, géneros de películas y alguna travesura en el instituto mientras caminábamos juntos de regreso a nuestras casas. No tocamos el tema por la cual me había invitado desde un principio y por un lado agradecí que fuera de esa forma, me ahorraba explicar ciertas cosas que para este último año escolar no serían bueno develarse.

No podía dejar de sonreír al verlo, hacer eso me entumecía las mejillas más de lo normal pero me había dado cuenta que le gustaban los hoyuelos que se formaban en ellas haciéndome ver como me decía él: adorable.

Al final del trayecto recibí un beso en la frente, un agradecimiento por la buena tarde y una promesa de vernos al día siguiente. Y me despedí de él para ir a mi casa.

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En casa mi madre me esperaba con sus sandalias en la mano dispuestas a marcarme con una de ellas si decía algo que no debía decir.

-Llama a Enrique, decile que venga -exigió.

-Es tu marido Diana, no el mío.

-¡Maldita sea! -gritó enojada-. ¿Qué te cuesta llamarlo y decirle eso?

-Que eso tienes que hacerlo tú, no es problema mío ni te voy a ayudar con tus pataletas -respondí y al final una de las sandalias golpeó fuertemente mi pierna derecha obligándome a salir para no maldecirla.

Estaba cansada cada vez más de la situación, me repetía que algún día me iría de su techo y no volvería al mismo infierno junto a ella. Eso me consolaba un poco, un día terminaría y ese día podía ser el mismo.

Comenzaría a buscar donde vivir.

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Nota de la autora:

La inspiración se fue de sabático y no volvió cariño.

No es mentira, pero le anexo a que no me he sentido bien emocionalmente como para escribir aquí, tengo la cabeza llena de cosas y por más que me dije: edita y sube el capítulo, solo conseguí procrastinar a lo desgraciado.

Espero que les esté gustando mucho este libro, se cocina el siguiente capítulo.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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DULCE Y AMARGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora