PRÓLOGO

17 1 0
                                    

ゼロㅤ.ㅤ🌾ㅤ kakariko village

     SER CONVOCADO POR EL REY DA MIEDO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

     SER CONVOCADO POR EL REY DA MIEDO.

     Imagina que eres una persona como cualquier otra,un chico normal de Kakariko que lo único que hizo mal fue tener un color de cabello extraño y una personalidad tímida, que tú único pecado haya sido volver de la muerte por la voluntad de las hadas. Ese era el pecado que había condenado a Néfeles a una vida longeva, hasta que las diosas le permitieran vivir. El no quería nada de esto, el esperaba tener una vida tranquila haciéndose cargo de los cultivos de su padre, ayudando a su madre en el restaurante. Nada exorbitante, el no esperaba esto.

     Su vida dejo de ser suya en el momento en que nació, fue un parto difícil donde el murió. Cuando su cansada madre abrazo su pequeño cuerpo sin vida, dislumbro pequeños puntos de luz que de a poco se aglomeraban entre si, las hadas le devolvieron la vida a su pequeño, ocultarle aquello fue su error. Tal vez hubiera suavizado el golpe de ser llevado al Castillo de Hyrule a ver al rey, en el anochecer de su décimo séptimo cumpleaños, cuando el pastel había sido cortado y las conversaciones morían, caballeros del rey llegaron al tranquilo Kakariko. Tenían una orden, llevarse al niño revivido por las hadas y traerlo ante el rey, con la excusa de que su conocimiento era requerido para enfrentar el cataclismo por venir.

     — ¿A qué te refieres con que no sabes nada, muchacho? — el Rey Rhoam preguntó con severidad, apretando ligeramente los brazos de su trono.

     Néfeles estaba viendo al suelo del salón del trono, la mirada del rey era punzante. Levantó la mirada, colocando un mechón de su cabello blanco azulado detrás de su oreja puntiaguda, intentando no llorar de miedo — L-Lo que dije, su majestad, yo no sé nada...

     — Eso es imposible, mírate, muchacho. ¡No hay nada como tu en esta tierra! — el rey exclamó, señalando las facciones del muchacho, cabello largo y de un tono blanco azulado, con potentes ojos rojos. ¡Si el no era el emisario de las hadas del que hablaba la leyenda entonces el se había vuelto loco! — Hemos oído que hablas con las hadas y que estás siguen tu voluntad, tu eres a quien buscamos.

     Eso era cierto, desde niño su afinidad con las hadas era escalofriante. Siempre rondaba por los bosques cerca de su hogar, pasando días enteros hablando con aquellos puntos de luz con alas, tanto que Néfeles había olvidado como hablar con seres humanos sin ponerse nervioso. Tenía una habilidad para sanar raspones y heridas solo con la palma de su mano como lo haría un zora, a pesar de su apariencia claramente humana y no de pez.

     Su vida dejo de ser suya desde que renació, pero cuando llegó al castillo mucho menos dejo de serlo. Ahora su vida pertenecía a una leyenda, una leyenda que lo nombraba como emisario de las hadas. El hablaba su idioma, podía oirlas en el viento. Lo cual proporcionaba una gran ventaja puesto que podían oír secretos que Ganon no, Néfeles era útil no solo para el bienestar de Hyrule, sinó para los intereses propios de la corona, gracias a él y a las hadas miles de campos del Clan Yiga fueron encontrados, inclusive se encontró la tercera bestia divina gracias a sus hadas.

     Para Hyrule, Néfeles era un héroe, un campeón. Para la corona, el era una herramienta. Pero, ¿quien era el realmente? ¿Una persona? ¿Un hombre? ¿Alguien?

     Para la princesa Zelda, el era un buen escucha. Néfeles tenía una personalidad tranquila y callada, lo cual le servía a la princesa para tener un compañero de estudios perfecto. Congeniaron bien al principio, más que nada porque ninguno desarrollaba sus poderes. Pero cuál tortuga a la liebre, Néfeles adelantó a la princesa, y a pesar de sus celos, Zelda siempre reconoció al emisario de las hadas como un buen amigo y compañero.

     Y un pésimo crítico de modas.

     — ¡No me digas que se ve lindo solo porque quieres verme feliz! — la princesa se quejó, colocando sus brazos en jarras y mirando al pobre emisario con una expresión de notable irritación.

     — N-No lo digo por complacerla, princesa, lo digo en serio... usted se ve hermosa con cualquier cosa — su voz moría de a poco, no estaba acostumbrado a alagar personas, mucho menos princesas. Pero hacia lo mejor que podía, aún si era poco.

     Tras infinitas excavaciones en el territorio orni, se había encontrado a la bestia divina Vah Medoh, un ave mecánica llena de acertijos que no podían descifrar. Por ende, la princesa iría personalmente a descifrarla, mientras que Néfeles se quedaría en el palacio, ordenes del rey. La princesa volaria con cierto grado de libertad, mientras que el quedaría encerrado en una jaula de oro.

     Néfeles vio a Zelda partir al amanecer con ayuda de Impa, ella iba con una escolta real. Por el momento, Néfeles todavía se quedaba en el palacio, no estaba capacitado para salir sin escolta fuera del palacio, ordenes del rey.

     Por ende, como su intinerario lo requería, se dirigió a los campos de entrenamiento. El rey le había dicho que si probaba ser un buen caballero (aún cuando no era su jurisdicción serlo), lo dejaría ir con Zelda, la princesa se había emocionado, era reconfortante saber que alguien quería su presencia de esa forma. Pero tenía que ganárselo, al menos eso decía el rey.

     Se adentró a los campos, estaba algo fresco alrededor. Se amarró el cabello en un movimiento suave mientras se deshacía de su chaqueta y chaleco. Se sentía más ligero, y por un momento cuando se quitó los zapatos, se sintió otra vez en las praderas montañosas de su hogar en Kakariko.

     Tomó la espada de madera, se sentía un poco pesada, más de lo normal. No debería saltarse comidas de esa manera, la apuntó al maniquí, Néfeles había oído que siempre era bueno mostrar la espada al contrincante antes de atacar, aún si tú contrincante era un maniquí de paja y madera, luego de la presentación corrió hasta el maniquí y asestó el primer golpe. Este giro por el impacto y el de ojos rojizos esquivo los postes de madera que servían de brazos con una agilidad torpe, como un gatito que apenas aprendió a saltar. Pero a veces lograba hacerlo de una forma en la que no se notaba que apenas estaba aprendiendo.

     Sus ojos estaban centrados en el maniquí, pero cometió el error de enfocarse mucho en el pecho y menos en las manos, por ende cuando pensó que tenía el tino uno de los postes los golpeó en la frente, dejando un moretón muy feo en la marca sheikah que tenia en la frente. Néfeles dejo un quejido salir de sus labios por el dolor, se llevó las manos a la frente mientras que caía al cesped por el impacto, ahora su espalda también dolía.

     Que bonito.
    

HYACINTH Donde viven las historias. Descúbrelo ahora