•CAPITULO 4•

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Las últimas dos semanas habían sido un torbellino de emociones para Fermín y Alejandro, sumidos en las consecuencias de la traición que había sacudido sus vidas.

Para Fermín, los días transcurrían en una bruma de remordimiento y arrepentimiento. Su error había costado caro, demasiado caro. Había perdido a la persona más importante de su vida, Alejandro, el amor que creía inquebrantable. Y todo por un momento de debilidad, una aventura fugaz que ahora le sabía amarga en los labios.

En los entrenamientos, Fermín se movía como un autómata, ejecutando los ejercicios de forma mecánica, sin el entusiasmo y la pasión que solían caracterizarlo. Sus compañeros de equipo lo miraban con preocupación, notando la oscuridad que ensombrecía sus ojos y la falta de chispa en su juego.

"¿Qué te pasa, amigo?", le preguntó Diego, uno de sus compañeros más cercanos, después de una sesión particularmente decepcionante.

Fermín negó con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras para expresar el torbellino de emociones que lo consumía por dentro. ¿Cómo podría explicar el vacío que sentía sin Alejandro a su lado? ¿Cómo describir el dolor de haber traicionado a la persona que más amaba en el mundo?

En los momentos de soledad, Fermín se perdía en un mar de recuerdos, reviviendo los momentos felices que había compartido con Alejandro. Las caricias, las risas, los sueños que habían tejido juntos. Todo se había desmoronado por su propia mano, y el remordimiento lo consumía como un fuego abrasador.

Por otro lado, Pablo, su mejor amigo, había sido su único consuelo en medio del caos. Aunque decepcionado por su comportamiento, Pablo lo había perdonado, comprendiendo la fragilidad del corazón humano y la facilidad con la que podía cometer errores.

"Eres mi hermano, Fermín", le dijo Pablo en una de sus conversaciones a corazón abierto. "Y aunque lo que hiciste estuvo mal, no puedo abandonarte. Pero tienes que arreglarlo, tienes que luchar por recuperar a Alejandro".

Fermín asentía, agradecido por la comprensión de su amigo, pero en el fondo sabía que sería una tarea titánica. Alejandro lo había alejado de su vida con una determinación inquebrantable, y la herida que le había causado tardaría mucho en sanar, si es que alguna vez lo hacía.

Mientras tanto, Alejandro luchaba por mantener su mente ocupada y no dejarse arrastrar por los recuerdos dolorosos. Se sumergía en su trabajo final, dedicando cada hora disponible a pulir cada detalle, cada palabra, con la esperanza de que el esfuerzo lo mantuviera alejado de los pensamientos oscuros que amenazaban con consumirlo.

Pero había momentos, generalmente en la soledad de la noche, cuando los recuerdos lo asaltaban sin piedad. Revivía la escena una y otra vez, el beso traicionero que había presenciado, la mirada de culpa en los rostros de Fermín y Sofía. El dolor se clavaba en su pecho como una daga afilada, robándole el aliento y haciéndolo sentir como si estuviera cayendo en un abismo sin fondo.

En esos momentos, Alejandro se aferraba a la idea de París, su sueño de comenzar de nuevo en una ciudad donde nadie conociera su historia. Imaginaba las calles pintorescas, los edificios antiguos y el aire cargado de cultura y sofisticación. Sería su lienzo en blanco, su oportunidad de reinventarse y dejar atrás los fantasmas del pasado.

Pero aún así, no podía evitar que los recuerdos felices con Fermín lo asaltaran de vez en cuando. Las risas compartidas, los abrazos cálidos, las promesas de amor eterno. Eran como puñaladas en su corazón, recordándole lo que había perdido y lo difícil que sería recuperar la confianza que una vez había depositado ciegamente en su amante.

A pesar de los esfuerzos de Lucía por consolarlo y animarlo, Alejandro a menudo se sentía atrapado en un ciclo interminable de dolor y resentimiento. Sabía que debía seguir adelante, pero el camino parecía interminable y oscuro.

Amor En Las Gradas ( Male Oc• Fermín Lopez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora