3 - Futura reina

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Elianna miró disimuladamente hacia la zona que las jóvenes veían con atención. Su mirada se encontró con la de un hombre que en realidad resaltaba en medio de la fiesta y no precisamente por su traje de exquisita manufactura, sino por sus características físicas. Su piel tenía un tono bronceado que contrastaba con la palidez de la piel de los presentes. Tenía el cabello oscuro y mostraba una gélida mirada en sus ojos verdes.

Realmente era diferente de cualquier persona que hubiese conocido antes. Definitivamente era extranjero. Sheran, había escuchado ese apellido antes. Si no recordaba mal, pertenecía a Lagda, un imperio al oeste conocido por su comercio y uso de esclavos. Sin darse cuenta, su mirada se cruzó con la del hombre, que alzo la comisura de sus labios en lo que parecía una sonrisa burlona y alzo la copa que tenía en la mano en su dirección como si estuviera haciendo un brindis en su honor.

Ella se sorprendió por un instante y tragó en seco. Esos ojos le produjeron un horrendo escalofrío que recorrió su cuerpo de la cabeza a los pies. Pero tenía que ser cortés ante todo, era una dulce y obediente muñeca que debía seguir actuando en este escenario preparado tan perfectamente. Sonrió de manera condescendiente e hizo una corta reverencia respondiendo al saludo. El hombre sonrió abiertamente, aunque su cara era hermosa, a Elianna solo podía recordarle una imagen, la de una bestia que sonríe antes de devorar a su presa. Apartó la vista, este hombre la hacía sentir incómoda.

Sin que pudiera evitarlo, por lo cerca que estaban de ella, pudo seguir escuchando la conversación de las jóvenes que parecían muy interesadas en el duque.

—Aunque hay algunos rumores algo terroríficos de él —dijo una con voz misteriosa

—¿Cómo cuáles? —preguntó otra sin poder disimular su interés

—Dicen que tiene muchísimos esclavos

—Ah, eso es normal en Lagda —intervino la tercera restándole importancia

—Es algo de bárbaros esclavizar a alguien

—Bueno, originalmente la gente de Lagda desciende de los bárbaros Farraken, por esto son muy temidos.

—He oído que su ejército es totalmente despiadado, nunca dejan sobrevivientes o toman prisioneros

—También dicen que sialguno de los esclavos del duque hace algo mal, lo arroja a los perros salvajesque custodian su propiedad

—¡Qué horror! —exclamó una de las jóvenes actuando escandalizada mientras cubría su boca con ambas manos

—También escuché que sus esclavas lo satisfacen en las noches —intervino otra sin evitar esbozar una pícara sonrisa

—Habla bajo, alguien puede escuchar

Elianna giro la cabeza de vuelta al baile, no quería que la atraparan escuchando conversaciones ajenas, era algo de muy mal gusto. Pero estos rumores eran alarmantes. ¿En qué había estado pensando su padre para invitar a semejante hombre con tan dudosos antecedentes? Aunque fuera un noble de un país extranjero, había límites para el correcto comportamiento en la sociedad. Invitar a alguien como él significaría aceptar abiertamente su comportamiento bárbaro y sin escrúpulos.

Dio un largo suspiro mientras se concentraba en el entorno que tenía a su alrededor. La fiesta estaba animada, llena de risas y alegres conversaciones, a cada rato alguna carcajada exagerada surgía de algún lugar. Pasos apresurados de sirvientes y el sonido de las copas chocando también acompañaban junto a la música esta reunión de la alta sociedad.

El rey regresó a su lado apenas unos minutos después, un sirviente lo acompañaba trayendo una caja dorada muy llamativa.

—Es tu regalo de cumpleaños, algo digno de una reina —anunció, alzando de manera innecesaria la voz, llamando así la atención de los presentes.

Abrieron la caja mostrando el regalo en su interior. Hubo murmullos y gritos ahogados entre los presentes. Se trataba nada más y nada menos que de la tiara de la madre del rey, la anterior reina. Hecha de oro, adornada con enormes zafiros y una detalladísima manufactura, era algo impresionante de ver, todo un tesoro nacional. Elianna no lucia impresionada en absoluto, este era solo un accesorio más. Sonrió ampliamente mientras sus ojos miraban de manera fría la hermosísima joya.

—Me halaga en extremo su majestad, nunca pensé recibir semejante regalo. No tengo palabras para expresarle lo feliz que me hace —añadió sonriendo aún más ampliamente sin que sus ojos participaran de la sonrisa.

—¿Me permites? —pregunto el rey tomando la tiara de la caja. Al darse cuenta de lo que iba a hacer a continuación, ella bajo la cabeza mirando de reojo a los presentes. Esto era una declaración abierta, estaba mostrándole a todos sus intenciones de tomarla como esposa. Era una muestra clara de que ya nadie podía acercarse a ella, estaba marcando su territorio.

Cuando alzo la cabeza con orgullo, la tiara brillaba sobre su cabeza de manera majestuosa. El rey la miraba asombrado con el resultado mientras le ofrecía su mano nuevamente para continuar bailando. Pero una extraña sensación cosquilleaba en su nuca, como si alguien la estuviera mirando fijamente. Giró la cabeza antes de entrar en la pista de baile, se sentía incómoda. Entonces lo vio nuevamente, era el duque, sus miradas se cruzaron de repente. El hombre sonrió con malicia y se humedeció los labios de manera sensual mientras acercaba la copa de vino a sus labios. Ella apartó la vista de este hombre tan descarado, no le gustaba para nada, quería que se fuera lo antes posible.


Grilletes de sedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora