7 - Viaje silencioso

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Elianna se mantenía erguida de manera rígida en el asiento del carruaje. Estaba demasiado incómoda y se sentía muy cansada, pero algo le decía que era peligroso dormirse.

El hombre sentado frente a ella no le había prestado atención en todo el camino, ni siquiera la había mirado. La había ignorado de forma abierta, como si estuviese viajando completamente solo. Estaba sentado de manera elegante con su brazo apoyado en la ventana abierta. Tenía la barbilla apoyada en sus nudillos con aire pensativo, taciturno. Miraba el paisaje con expresión distante, nostálgica, casi como si le trajera recuerdos lejanos de algún momento de su vida. La brisa nocturna movía su cabello oscuro con suavidad, mientras que sus ojos tenían una rara expresión que rozaba entre la tristeza y la melancolía. Parecía una persona totalmente diferente de lo que había mostrado en la fiesta.

Elianna se mordió los labios nerviosa, solo para sentir una intensa mirada sobre ella. Alzó la vista y vio al duque de Sheran entornando los ojos en su dirección. Incapaz de mantener el contacto visual con una mirada que la hacía sentir como si la estuviesen asfixiando, simplemente bajó la cabeza y puso toda su atención en los adornos de su vestido.

—¡Listos para cruzar! —pudo escuchar que una voz gritaba afuera— ¡Ahora!

Una luz brillante iluminó el carruaje de repente, provocando que cerrara los ojos ante la abrupta estimulación. Enceguecida por un instante, perdió el sentido de la orientación y mientras el carruaje seguía moviéndose, un brusco cambio en el terreno hizo que cayera de su asiento al suelo.

Emitiendo un suave gemido de dolor por el golpe recibido en sus rodillas al caer, intentó pararse. Alargó su mano y se agarró de algo para intentar levantarse mientras se mordía el labio inferior, contrariada por la imagen indecorosa que de seguro estaría mostrando. Entreabrió los ojos lentamente y cuál no fue su sorpresa al darse cuenta de que su mano descansaba en la rodilla del duque. La boca de Elianna se abrió levemente por la sorpresa al ver esos ojos verdes mirándola desde arriba con un extraño brillo malicioso.

Había aterrizado en el suelo, justo entre las piernas abiertas del duque, cuya mirada tenía una extraña expresión de avidez que brilló por apenas un instante. Elianna se humedeció los labios y tragó en seco. Sin darse cuenta, sus ojos volaron hasta la entrepierna del duque. Había algo abultado ahí, algo que momentos antes no estaba.

¿Acaso podría ser...? Su cara enrojeció solo de pensarlo. Bajó la mirada hacia el suelo, avergonzada de haber estado mirando hacia ese punto tan fijamente y que él hubiera presenciado semejante comportamiento indecoroso en una señorita. Elianna se incorporó de golpe, volviendo a su asiento sin tener el valor para pronunciar una palabra.

El duque, como si nada hubiese pasado, cruzó las piernas y regresó a admirar el paisaje.

Elianna miró hacia afuera. La luna lo iluminaba todo, mostrando un panorama totalmente diferente al que veían afuera del carruaje apenas unos momentos antes. En vez de árboles y frondosos bosques podía ver el mar y sentir el aroma salado inundando su nariz. Abrió los ojos confundida al confirmar que ya no se encontraba en su país, puesto que en Ghewell no había mar.

La luz de antes debió haber sido uno de esos portales mágicos que solo reyes y emperadores podían pagar, puesto que se rumoreaba que su costo era tan alto que con el dinero gastado por solo usarlo una vez se podría comprar incluso una nación. Un conveniente atajo en el cual días o incluso meses de viaje eran reducidos a apenas unos instantes, mediante el uso de la magia.

La extraña sensación que había tenido de sus entrañas retorciéndose cuando dejo su casa ahora era incluso más fuerte. ¿Dónde estaban? ¿Acaso habían llegado a Lagda? ¿No se suponía que al día siguiente ella visitaría el palacio real?

Jamás en su vida se había sentido tan confundida. Su intuición le indicaba que algo no andaba bien, pero su cabeza adaptada a obedecer sin preguntar le decía con toda lógica que todo lo que su padre le ordenaba hacer tenía una razón. Algo que era mejor no preguntar, así que pese a que la inquietud la embargaba, mantuvo su apariencia exterior serena.

El carruaje se detuvo de repente, al parecer habían llegado a su destino. El duque, ignorándola por completo, se bajó. Estaba actuando de manera grosera, un caballero debía ofrecer su mano para ayudar a bajar a una señorita. Como tenía los pies aún bastante adoloridos, le fue muy incómodo bajar por sí sola, pero aun así lo hizo sin mostrar ninguna expresión de molestia en su rostro.

Su mirada se tropezó con sendas filas de soldados parados a ambos lados del carruaje. Miraban hacia el frente de manera solemne, saludando a su señor. Eliana tragó en seco, jamás había visto algo así. Imaginaba que quizás en el palacio vería algo tan extraordinario, a este hombre lo trataban como a un rey o incluso más que eso. Las exhibiciones de poder y riqueza no llamaban su atención. Era algo que había visto de forma constante durante toda su vida, pero el duque sinceramente parecía estar a otro nivel.

Aunque para cualquiera hubiera sido una imagen impresionante y admitió que por un leve instante la sorprendió, sus fríos ojos azules solo recorrieron la escena con aburrimiento, nada de esto le interesaba en absoluto. Solo podía pensar en un baño caliente y una cama que su cuerpo casi pedía a gritos.

Como si se tratara de algo natural, el duque simplemente siguió caminando sin prestar atención a nada más mientras Elianna lo seguía de cerca. En el silencio de la madrugada, aunque había muchas personas presentes, solo podía escucharse el sonido de los pasos de ellos dos. Se sentía extrañamente sombrío y solitario.

Sin darse cuenta, Elianna miró hacia atrás y pudo comprobar que los soldados se mantenían en su lugar, sin moverse ni un centímetro. Los extraños rumores que había escuchado del duque en la fiesta se repitieron en su mente al ver la obediencia absoluta que mostraban estos hombres.


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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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