Max estaba de mal humor, y los nervios no ayudaban. Elegir justo hoy para hablar con Carlos por primera vez podría ser la peor decisión de su vida. Sentía que el ardor en sus mejillas era tan intenso que moriría en cualquier momento, aunque esperaba no hacerlo; era demasiado listo, bello y genial para dejar viudo a su querido español.
—Creo que es el momento en el que te acercas y dices "Hola, soy Maxie" —la voz burlona de Daniel se coló en sus pensamientos.
—Estoy esperando el momento —replicó Max, remarcando lo obvio, como si Daniel no tuviera ni idea de cómo funcionan las cosas en su cabeza.
—Sí, claro, como todos los días, y como todos los días no harás nada.
—Hoy es diferente —insistió Max, con el drama digno de un protagonista—. Estuve pensando en este momento toda la noche. Solo debo esperar...
—¿Esperar a qué? ¿Que caiga un meteorito? ¡Por favor, Max! Ve y entabla una conversación como cualquier persona normal.
—Ese es el detalle, Dani, yo no soy normal, no soy uno más del montón. ¡Tengo que demostrarlo!
—Ah, claro —Daniel fingió recordar—, olvidaba que el gran Max Verstappen necesita una entrada épica, como... oh, no sé, un golpe en la ingle.
—Ya me disculpé por eso desde la preparatoria —respondió Max, mirando hacia otro lado, un poco avergonzado.
—Y yo no recuerdo haberte perdonado. Así que haznos un favor a los dos, toma tu ego, que al parecer es más grande que tú, y ve a hablar con tu "doncella" antes de que te acobardes nuevamente.
—No puedo.
—Sí, sí puedes.
—¿Con qué pretexto?
—No necesitas un pretexto, Max.
—¡Claro que sí! —Max ya estaba entrando en pánico—. Él ni siquiera sabe que existo. ¡Necesito un buen pretexto!
—¡Por favor! Ni siquiera va a importarle el pretexto que uses.
—No puedo simplemente llegar y hablarle, Daniel. ¡Eso no es digno de mí! —Max observó cómo Carlos se alejaba lentamente, y de repente, toda su estrategia nocturna le pareció una broma.
—Entonces compra un café y planea un accidente, como en esas películas románticas que tanto te gustan —Daniel sugirió con una sonrisa traviesa.
Max le lanzó una mirada asesina.
—No seas estúpido, Daniel. No voy a comprar un café, caminar en su dirección buscando chocar "accidentalmente" con él y ensuciarle toda la camisa para luego decirle algo patético tipo, "Oye, lo siento, te pago la lavandería si tú me repones mi café". Esto no es una jodida novela romántica.
—Entonces, querido Maxie —dijo Daniel, apuntando con el dedo detrás de Max—, creo que te gustaría voltear y ver lo que acaba de ocurrir con tu enamorado.
Max giró la cabeza tan rápido que casi se la desencaja. Sus ojos se abrieron como platos al ver a Carlos en el suelo, siendo ayudado por un compañero a levantarse, ambos con manchas de café en la ropa. Después de algunas palabras, se dieron la mano. Max sintió que todo su mundo se desplomaba.
—¡No! —gritó Max— ¡No me digas que ha pasado lo que creo que ha pasado!
—Sí, mi querido Maxie —Daniel soltó una carcajada—, esto es una novela romántica... pero tú no eres el protagonista.
—Sabes, Daniel, creo que debí golpearte más fuerte cuando nos conocimos —gruñó Max, frunciendo el ceño.
Daniel siempre tuvo razón. Max había dejado pasar tantas oportunidades, perdido tanto tiempo, que ahora alguien más había tomado la delantera. Ni siquiera sabía quién era el otro tipo, pero ya lo odiaba con todas sus fuerzas.