𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒ó𝚗

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   Detrás del reflejo de nuestros ojos, algo se esconde. Pero es algo mucho más abstracto que un par de iris, retinas y córneas. Se trata de algo inmensurable, indescriptible, invisible e intrínsecamente inmaterial, que va más allá de la biología y de lo explicable científicamente. Ante esta falta de conocimiento acerca de dicho fenómeno, el hombre vio efectivo –como siempre– colocarle un nombre. Decidió llamarle "alma", y en su intento de precisar lo que se le presentó impreciso, optó por definirla como "aquella parte intangible que habita en nuestro cuerpo y que nos otorga la capacidad de pensar y de sentir, dándole vida al organismo", acepción la cual sea probablemente lo más cerca que estaremos de encontrarle un significado concreto a algo que claramente no lo tiene, ni lo tendrá jamás.

   Aun así, quiero centrarme en un fragmento específico de dicho concepto: "nos otorga la capacidad de pensar y de sentir". Más precisamente en "sentir". Porque los humanos sentimos, y demasiado. Es imposible saber exactamente cuánto, puesto que los sentimientos son algo incuantificable. Sin embargo, al existir tantos y tan diversos, se vuelve factible distinguirlos basándonos en aquello que nos producen. Así pues, encontramos entre ellos a algunos clásicos como la alegría, la tristeza, el enojo y el miedo. No obstante, existe uno en el cual me quiero enfocar. En aquel descrito por la Real Academia Española como el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. En ese tan famoso, que vemos reflejado en miles de telenovelas, películas y canciones, y que se presenta en algún punto de la vida de cualquier individuo: el tan bello y aclamado amor.

   Amor, amor, amor. ¿Qué es lo que significa con exactitud esa palabra? ¿En verdad se limita a la descripción teórica que nos brinda la RAE? A mi juicio, no. Y es que algo tan subjetivo, en realidad, nunca podría ser reducido a un conjunto de palabras, por mucho que lo intentemos. Quiero decir, la definición es correcta y sí responde a la pregunta de base, al qué es, mas no encierra la totalidad del concepto, porque existe una cantidad inmensa de formas en que se manifiesta y, por consiguiente, un sinfín de acepciones. Una pareja de ancianos tomados de la mano, una madre dándole a su hijo parte de su propio plato, una mujer consolando a una amiga suya... Todo eso es amor. Pero entonces, si el amor es tan diverso, ¿cómo es que podremos asignarle un significado, o incluso clasificarlo? ¿De qué manera lo lograríamos? ¿Qué aspectos tendríamos que tomar en cuenta? Pues bueno, a decir verdad, estos cuestionamientos no son algo de lo que debiéramos preocuparnos, dado que los griegos, hace unos cuantos siglos, ya se encargaron de hacer el trabajo por nosotros, y al analizar detenidamente el comportamiento y emociones de las personas, resolvieron categorizar al amor en siete tipos: Eros, Filia, Ágape, Ludus, Storge, Pragma y Manía. De cualquier modo, en este ensayo pretendo detenerme solamente en los tres primeros y, de esta manera, evaluar cuáles son los pros y las contras de cada uno de ellos.

Eros, Filia y Ágape: el amor y sus formas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora