Capítulo 17 " El tiempo"

55 7 0
                                    

La velada se tornaba interminable. Tener la mirada acosadora de Sandra sobre nosotras a cada rato se hacía cada vez más incómodo. Ya solo quería que acabara y que todos se marcharan. Todos, menos Tania, de quien intenté mantenerme lo más cerca posible por las siguientes 3 horas.
Ya quedábamos pocas personas en la sala  y sugerí a los muchachos de servicio que fueran retirando las mesas. Sólo me aparté un momento, el suficiente para que Sandra tomando partido de su embriaguez, aprovechara para acercarse a Tania e intentar provocarla. No logré intervenir a tiempo.

         — Lo rápido que bajan de categoría algunas por estos días...- le decía con arrogancia sujetando un trago – ...ayer eras la modelo y hoy sirves la comida en su trabajo.

   Iba a responderle molesta por su insolencia, pero Tania enseguida me hizo un gesto con la mano para que no participara. Dejándome en claro que sabía defenderse perfectamente.

        — Y puedo caer aún más bajo si me lo propongo...- hizo una pausa y volteó a mirarla directamente a los ojos -...quizás hasta termine tendiendo su cama y lavando su ropa interior.

Definitivamente no me esperaba aquella respuesta en lo absoluto. Traté de ocultar la inevitable risa con mi mano, mientras veía a su adversaria a punto de ahogarse en su propio veneno.
No tenía dudas de que la cosa hubiese podido ir a peor, si no fuese porque Darío tuvo la delicadeza de sacar a Sandra de allí.  Era como una pesadilla que regresaba una y otra vez.

                                  (...)(...)(...)

Tania y yo íbamos en el auto de camino a su casa. Ya pasaba de las once y yo simplemente no quería que la noche se acabara.

       — ¿Y si vamos mejor a casa de tu madre? — me sugirió pensativa — Podemos leer un poco más el diario...digo, si no tienes sueño. - terminó de decir encogiendo los hombros.

"¿Sueño? Era lo último que me provocaba cuando estaba cerca de ella! "

         — Bueno en ese caso te tengo a ti  para hacer la cama ¿no?! - bromeé  recordando el incómodo momento con Sandra, mientras giraba en sentido contrario el auto.

  Reímos casi todo el camino entre chistes y medias verdades. Porque detrás de cada broma había un poco de intención, de doble sentido que podíamos captar al instante. Solo que no nos atrevíamos a decirlo por su nombre. Nos gustábamos y mucho, era obvio. Se notaba en la manera de mirarnos, de hablarnos, en la expresión corporal , las risas. Tan solo un idiota podría no darse cuenta de lo que crecía entre nosotras. Era más fuerte que cualquier otra cosa. Escapaba de la comprensión humana. La química que habíamos logrado en tan corto tiempo, era algo fuera de este mundo. Era más que simple ciencia o poesía.

                             (...)(...)(...)

  Mientras buscaba en la habitación un par de almohadas y una manta para acomodarnos en el sofá para leer, Tania miraba un viejo álbum familiar con fotos en su mayoría de cuando yo era pequeña. Algunas que hasta me causaban un poco de vergüenza. Al volver la encontré con cara de ternura mirando a "mi yo bebé" vestida de pirata.

        — Me los hacía mi abuela - le dije refiriéndome al disfraz con parche y espada de madera incluíados. — Lo mismo podía ser un corsario que una bailarina española. - hice una mueca graciosa.

     — Tuviste una infancia feliz ¿verdad?!. Se nota en tu carita – dijo sonriendo mientras tocaba mi cara en la fotografía.

Puse una almohada detrás de su espalda y me senté a su lado.

       — No me puedo quejar, la verdad es esa. Fui una niña muy amada a la que complacían en todo, y podía disfrazarme de quien yo quisiera. Quizás por eso estuve escondida tanto tiempo fingiendo ser alguien que no era. – le dije y solté un suspiro.

Me miró con esos ojos que me derretían hasta el alma. Acarició mi mejilla para luego besarla con una dulzura exquisita, y volvió a concentrarse en el álbum.

         — ¡Oye! que también te ves muy bien con el pelo largo...¡y mira qué vestido! - exclamó haciéndome pensar que se refería a alguna de las fotos de mis quince años.

Pero al mostrarme la fotografía no podía salir de mi asombro. La que aparecía allí parada junto a un árbol con cabello largo y vestido de la época colonial, no era yo. Parecía ser una versión mía más antigua y rebuscada. Como si el tiempo se hubiese detenido para mi.

Cuando las Almas se encuentran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora