Capítulo 22 "El Adiós"

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Abrí los ojos lentamente. Parpadeé un par de veces hasta alcanzar a situarme en una camilla de hospital. Miré el suero que iba directo a mi brazo derecho. Sentía que podía escuchar el tintineo de las gotas en la bolsa que colgaba de la pared. Me dolía mucho el cuerpo, sobre todo una de las piernas, y no supe realmente cuánto hasta que intenté moverlas.
Tanto que quise huír y acabé regresando al lugar que menos hubiese pensado.
Estaba un poco confundida, pues aunque recordaba el momento del accidente no tenía idea del tiempo que llevaba allí.
Vi entonces a una enfermera acercarse.

        — ¿Qué día es hoy? - le pregunté con algo de esfuerzo.

Me alumbró la cara con una pequeña y molesta lucecita haciendo que la siguiese con los ojos varias veces.

       — Es viernes 16 de mayo del 2023 - me dijo mientras disminuía la secuencia del goteo del suero— Llevas 4 días aquí. Habrá que hacerte algunas revisiones de rutina, pero además de la fractura de tobillo todo parece estar bien. Fue más susto que otra cosa.

Miró hacia el pasillo a través del cristal en la ventana...

     — Eres una mujer con suerte - dijo sonriendo volteando luego a verme. — Tu amiga no se ha querido separar de ti. Voy a decirle que pase.

    Y se alejó.

¿¡"Amiga?! no pude evitar cuestionarme en voz baja. Pensé un instante que se podía tratar de Vivian, o de Sandra en el peor de los casos, porque Yisel no estaba en el país, a menos que hubiese vuelto sin avisar. Pero todas mis dudas encontraron respuesta al ver a Tania cruzar el umbral de la puerta caminando hacia mi.
Tuve sentimientos encontrados. Me alegraba verla y mucho, pero a la vez detestaba la idea de que hubiese estado allí todo ese tiempo preocupada por mi. Era justo lo que quería evitar. Y que me viese así, en aquel estado.  Aquel era el pensamiento del reencuentro menos romántico que podría llegar a imaginar.

    — ¿Cómo te sientes? - me preguntó acariciando mi cara y mi pelo con delicadeza.

Y allí estaba, esa mirada de pena que odiaba ver en ella.

    — He tenido días mejores...la verdad - le dije a penas con una sonrisa.

Me miró a los ojos un instante y vi como se nublaban por la humedad de las lágrimas amenazando con salir.

     — Tuve mucho miedo...- me dijo en un susurro – Pensé que te perdía, Zoe...pensé que ya nunca podría volver a sentirte...a acariciarte...

Se me anudó algo en la garganta, como si las palabras se agolparan queriendo salir todas a la vez. Tenía tantas ganas de decirle que no me iría a ningún lugar, que me tenía allí, que era mi mundo entero, que mi universo solo giraba cuando ella me sonreía. Mas no pude hacerlo. Pensé entonces que quizás yo seguía allí en ese momento porque a la vida se le antojaba joderme un poco más, pero sería cuestión de tiempo que ese momento llegase, y me negaba totalmente a verla sufrir por mi culpa. Lo mejor sería que se alejara de mi, para siempre.

    — Lo estuve pensando mucho...y creo que lo mejor es que no volvamos a vernos. - le dije sacando fuerzas de donde no tenía.

   Noté en su expresión total desconcierto. Alejó las mano de mi cara y dos lágrimas corrieron en torrente por sus mejillas.
Sentí como el pecho se me estrujaba. Me dolía entonces el alma mucho más que el cuerpo.

     — ¿Cómo dices?! - me preguntó confundida arrugando la frente — ¿Por qué? ¿Qué pasó?

     — Quizás me apresuré a querer comenzar una relación contigo, cuando ni siquiera me había sanado de la anterior– mentí y cada palabra que pronunciaba dolía como dagas afiladas clavándose en mi pecho. — Fue bonito lo que vivimos, pero no eres lo que necesito ahora mismo en mi vida. Lo siento mucho.

Dio un par de pasos hacia atrás. Secó las lágrimas de su cara con las manos y entonces vi la soberbia asomarse en su rostro y en sus ojos.

     — Yo lo siento más. - fueron las últimas palabras que dijo justo antes de salir por aquella puerta.

Volteé la cara. No quería verla marchar ni que notara mis lágrimas. Me quedé allí, vacía por dentro, dejando escapar el único motivo que podría tener para luchar por vivir. Pero fui cobarde, y era más fácil decirle adiós una vez, que tener que despedirme cada noche sin saber si despertaría a la mañana siguiente para volver a verla. Ella no lo entendería, pero la estaba salvando de morirse en vida a mi lado.

Cuando las Almas se encuentran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora