4| Materia universal

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Nada en la vida ocurre por mero capricho

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Nada en la vida ocurre por mero capricho. Todo el universo está conectado entre sí y cada uno de los sucesos que vivimos tienen su propia razón de ser...

Micrófono en mano, público expectante, guitarra afinada; me dispongo a desgarrar en versos una historia robada

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Micrófono en mano, público expectante, guitarra afinada; me dispongo a desgarrar en versos una historia robada...

Entre bares he aprendido muchas cosas, como el significado de varias canciones y cuanto peso tiene una pluma y un papel, frente a una copa de vino tinto. Noches siguiendo mi instinto me enseñaron que el deseo puede llegar a ser el veneno más tóxico y la cura más falsa. Hasta que vi sus ojos color miel, bajo la luz tenue de una luna de verano. Vivo y ardiente, cautivo y libre, como la vida misma. Me volví adicta a su juego de bares y copas, a esa mirada que invitaba y a la noche que prometía.

Un cigarrillo y una copa frente a la larga espera, desolada y siniestra. La silla vacía, sonríe al recuerdo hueco de su ausencia. Una guitarra afinaba acordes desgarrados y notas sumisas, mi silueta esbelta, bañada de sal, danzaba sin miedo ante su voz. Tenerle fue como un oasis en medio del desierto, como algo que ves, acaricias y sueltas sin remedio porque sabes que no volverá. Esta ciudad sin nombre, este bar anónimo es el único testigo de mi delirio, arpegio silente de este amor huérfano y clandestino cómplice de lo que esperé que fuera y al final no fue. Hoy su cuerpo es otro, menos importante, pero que de forma indispensable siempre me lleva allí, a la sombra de su alma gitana, a la única noche que me permitió agasajar su instinto.

La melodía que hoy desgarra las cuerdas de mi guitarra es la misma melodía que me cantó aquella noche, mientras erizaba mi piel de seda y acariciaba sutilmente mis dudas.

Culminé al compás de los acordes de la guitarra que tocaba mi compañero, terminaba con un solo que provocaba que las letras se profundizaran en los oídos de cada uno de los allí presentes. Un aplauso robó una sonrisa de mis labios e hizo que diera un sorbo a mi trago, de forma ya conocida su mirada me caló en mi subconsciente y cada letra gritaba su nombre, ese que es aún un enigma universal. Amaba escribir, pero más amaba el efecto que tenía en la gente.

Volví a mi rutina habitual, luego de una semana bastante inusual. Me encontraba en un bar de mi pueblo desgarrando mi garganta entre la prosa y el verso porque así era que podía olvidarme de los últimos acontecimientos de mi vida. Luego de un "mensaje borracho" y una contestación elocuente había tratado de despistar todo pensamiento que me llevara a los ojos miel de aquel flaco anónimo.

MerlotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora