Llevaba rato observando la ventana de la habitación y cómo el sol se iba colando por ella, pensaba en lo sucedido la noche anterior y todos los colores adornaban mi rostro de eso estaba segura. Me regañaba mentalmente por haber accedido a eso, pero digamos el el alcohol también tuvo un poco de culpa.
O eso quería creer.
Voltee a ver a Mariana, quien dormía boca abajo mientras pasaba su brazo por mi cintura, solo la cubría la sábana al igual que a mí, podía ver su espalda morena perfectamente. Aproveché de mirar el reloj de la mesita de noche y suspiré, era casi medio día, debía volver a casa pues Abby ni siquiera sabía de mí. Con cuidado intenté levantarme, apartando su brazo con suma delicadeza pues no quería despertarla, aunque al parecer su sueño era muy ligero.
— Pa' dónde vas? — preguntó adormilada mientras reforzaba su brazo sobre mi cintura y me apegaba a ella.
Yo por poco me derrito entre sus brazos al escucharla hablar, sentí un tirón en mi vientre que me hacía querer comérmela.
— Quédate — susurró acomodándose ahora de lado y dejando un beso en mi hombro desnudo, aún no abría los ojos.
— Solo... déjame avisarle... uhm, mi amiga no sabe nada de mí desde anoche — confesé preocupada mientras acariciaba un poco su brazo. Mi piel se erizó un poco al recordar de nuevo la noche anterior.
— Dale mami, estaré esperándote aquí — dijo y aflojó su agarre para que pudiera salir. — hay ropa en el armario, usa lo que quieras — ofreció sin preocupación y siguió durmiendo como si nada.
Yo me levanté con cuidado y fui a esculcar entre sus cosas para elegir un short y una camiseta grande, seguido tomé mi celular y salí de la habitación con mucho cuidado para no despertar a los demás. Bajé las escaleras y camine a través de la sala para llegar al pequeño balcón de la casa, donde estuve hablando con Abby por teléfono unos cuantos minutos.
Definitivamente tendría que darle lujo y detalles de todo.
— Buenos días, chula — murmuró una voz ronca a mis espaldas, haciendo que saltara en mi puesto asustada.
Victoria rió.
— Que bien te queda la ropa de Mari, mejor que a ella — halagó con cierta burla en su voz y una sonrisa de lado, yo relamí mis labios nerviosa, no quería que pensara mal de mí.
— Y- yo... no es lo que parece — murmuré torpemente mientras me acercaba a ella, aunque me reprendí mentalmente por sonar desesperada en darle una explicación.
Ella frunció un poco el ceño.
— ¿Qué no lo es? — preguntó colocando una cara pensativa, falsa por supuesto. — Traes su ropa, ha sido buena amiga en prestártela pa' que te quedes — mencionó dándole un giro total al tema, entre mis nervios no captaba su sarcasmo pero solo asentí.
— Estaba m-muy borracha para llegar así a casa — me excusé aún más, aún sin comprender el sarcasmo en su voz.
Ella rió, el aire que salió de entre su boca y nariz llenó la mía, el perfecto olor a café se colaba por mis orificios nasales.
— Te quería preguntar por qué no habías respondido mi mensaje, pero no importa mucho ahora — murmuró encogiéndose de hombros. —
— N-no pude, yo-ya habían llegado todos — dije rápidamente, aunque en parte lo había olvidado por estar discutiendo con Mariana.
Iban a volverme loca.
— Dale banda — se rió de nuevo y se alejó, yo fruncí un poco el ceño intentando entender su dialecto, aún no me acostumbraba. Sin más que decir, me hizo una seña de "adiós" con su mano y un pequeño guiño en el ojo, luego desapareció del balcón perdiéndose por las escaleras.