Cap. 3

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— ¿Cómo es que termine aquí?— me mire a mi mismo y a otros jóvenes quince añeros con solo prendas de manta, descalzos y frente a un fuego que nos da calor.
— ¿Que tanto dicen las señoras? Hablan palabras en el idioma del pueblo, pero mis papá nunca me lo enseñaron... Ahora tengo algo de miedo... Estoy ancioso.

Pude ver qué se quedaron en silencio...
— ¿Ya es todo? ¿Ya terminaron?— me pregunté a mi mismo mirando alrededor pero sin dejarme pensar algo más el sonido estridente de los tambores y caracoles comenzó. Tomándome por sorpresa, todo el sonido me aturdió, las señoras comenzaron a repetir sus palabras pero está vez más enérgicas que antes.

Un anciano se acercó al fuego, y con fuerza arrojó algo que tenía en su mano, el fuego cambio de color de un naranja amarillento, a un blanco y rojo hermoso que parecía ya no quemarnos... De hecho, creo que empezó a hacer frio y mas con la ropa pobre que teníamos puesta.

Mi hermana estaba a mi lado izquierdo, y otra niña a mi derecha, creo que estamos sentados uno y uno... Todo está ordenado, incluso en cuanto a las mujeres que cantan y los tambores tocados por hombres hay uno y uno...

Sin saber que hacer o que pasaba, los de mi fila comenzaron a levantarse y acercarse con calma al fuego.
Trate de enfocar mi mirada pero me quitaron mis lentes también, no podía ver mucho...

— ¿Oye, que tenemos que hacer?— le pregunté a mi hermana que estaba se acabó de levantar y con una cara seria como la del resto solo atino a decir.
— Hecha al fuego tu alebrije.

— ¿Mi alebrije?— cuestioné pero solo asintió con su vista al frente, mire a mis manos y ahí estaba, mi jaguar partido por la mitad que apenas si estaba pegado con cinta...
— Creo que lo pegaron con las patas al revés...— hablé para mí mismo mientras recordaba hace un momento.

— ¿Entonces... rompiste tu alebrije?— me preguntó mi madre mirándolo en la mesa por la mitad.
— Si má, fue en mi cuarto... Vi la pata de un jaguar en mi mano y me hizo soltarlo— respondí mirando al suelo esperando que me regañara

— Ya ves Mija, ya era hora de que vinieran— respondió mi abuela antes que mi madre — Lo malo que guarda tu espíritu animal... Tendremos que ver cómo arreglarlo con resina— replicó antes de que sonara un caracol.

— Ya vete hijo, te lo llevaremos rápido mientras tu te te cambias y tú papá te dice que hacer— dijo mi mamá antes de empujarme por la puerta.

Imite lo que hacía el resto, acerque mi mano al fuego pero sentí temor de quemarme aunque estuviera frío. El resto comenzó a dejar lo que creo eran sus alebrijes en el fuego, pero yo con miedo lo aventé y choco con la orilla de la hoguera, rompiéndose de nuevo y quedando la mitad afuera.

— ¡El ritual se ha completado!— escuché gritar a uno de los ancianos alrededor del fuego... Pero no paso nada, o por lo menos no en un comienzo.

El fuego enloqueció, comenzó a distorsionar se al igual que el color del mismo, se arremolinaba y parecían tentáculos queriendo salir de la hoguera.
— ¡No tengan miedo!— las ancianas gritaron al unísono tratando de calmar la inquietud de los más jóvenes.

— ¡Solo cierren los ojos, nada malo va a pasar!— exclamó uno de los ancianos más cercanos al fuego cuando de pronto una explosión de fuego y cenizas arcoiris se libero. Las llamas se separaban como almas en pena buscando un recipiente, lentamente el ambiente frío se volvió cálido por el fuego alrededor del escenario... Y de pronto un grito llamo mi atención.

Uno de los chicos se encontraba en el suelo con la ropa del pecho quemada por el fuego, el resto comenzó a correr en pánico, pero los adultos nos impedían el paso.
— ¡No se alejen demaciado!— gritaban los mayores impidiendo que saliéramos
— ¡Si se quedan quietos será rápido!— algunos jóvenes nos decían al recibir su llama directamente quemando su ropa pero no su piel, aunque cayendo al suelo por la fuerza.

— ¡Vamos déjenos ir!— exclamé entre los brazos de unos señores que que me regresaron con fuerza hacia la cercanía de la hoguera, casi tropezando me en el camino. Pero al reincorporarme, lo unico que vi fueron fauces mordiéndome la cara, fauces como de jaguar...

El tiempo paso, el ardor de mi cara ceso y me encontraba abriendo los ojos a la hoguera de nuevo... La luna brillo a nuestro alrededor y algunos de los chicos comenzaron a gritar, otros a brillar y algunos más se contorsionaron...

— ¡¿Que ocurría?!— me pregunté a mi mismo antes de sentir dolor en todo mi cuerpo.
De un momento a otro la luz del fuego me cegó por su brillo, trate de raparme los ojos pero mis manos se miraban más pequeñas y suaves que antes, aún así, el dolor invadió mi cuerpo recorriendo mi columna hasta mis piernas que sentía como se dislocan y tomaban otra forma, ese dolor interno hizo que me desmayara y quedé acostado frente al fuego por esa noche....

Nahual JaguarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora