Tras una larga noche en vela, por fin el sol asomó entre las rendijas de la ventana. Ya no estaba cansada, pero sentía ese pinchazo agudo en el final de la columna como cada vez que me levantaba. Tras pasear unos minutos por la infame habitación, el dolor desapareció. Entonces me calcé las botas y salí, mirando por última vez la habitación, pequeña, oscura y con mugre hasta el techo. La mayoría de los humanos se negaría a descansar en una habitación así porque se creen demasiado refinados. O bien por miedo a encontrarse con una feroz cucaracha. La verdad es que en el fondo siento algo de compasión por ellos, siempre siguiendo modas, pendientes de la vida de los demás, comiendo de la mano de quienes les engañan día a día. Piensan que son todo, que controlan todo, pero en realidad viven en la ignorancia. Sólo creen aquello que ha sido demostrado, y los que creen en cosas que no se han demostrado se consideran locos, personas poco inteligentes que no son capaces de ver la verdad. Necios todos, necios lo que creen y los que no. ¿Acaso han estado en el infierno? ¿Acaso conocen la muerte? Nadie sabe nada y todos hablan, todos parlotean y especulan sobre lo que existe y lo que no, sobre la vida y la muerte... Pero lo que más odio es que especulen sobre mí, sobre el diablo.
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Inframundo
FantasyGente cualquiera, personas ordinarias, bullicio en las calles y atascos en las carreteras. Todos con sus problemas, todos con sus defectos y virtudes. Todos tienen parte de Inframundo.