CAPÍTULO 4 - VISITAS INDESEABLES

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Después de dos días de descanso, tenía que volver a trabajar. "¿Por qué no habré nacido en una familia adinerada...?" suspiré, llegando a la cafetería y abriendo la puerta, con la sensación de que alguienme vigilaba...

Entré y comencé a poner todo en orden para comenzar a atender clientes en cuanto entrasen, cuando, de repente se abrió la puerta.

Un chico moreno, de ojos azules y vestido con ropa casual entró, dirigiéndose hacia mí.

—Buenos días, señorita —sonrió amablemente el chico. Se notaba que hacía ejercicio, ya que su cuerpo estaba muy trabajado; también tenía una cicatriz muy característica que cruzaba verticalmente sobre el lado derecho de sus labios.

—Buenos días, ¿qué puedo servirle? —sonreí de la misma manera.

—Un... espresso doble negro, por favor —dijo haciendo énfasis en el nombre del café. Mi cara palideció por un momento, ya que recordé a Suguru, pero asentí sin dudar.

—De acuerdo —contesté, intentando que mi voz no temblase y comencé a preparar su café. —Por cierto, ¿es para llevar o para tomar aquí? —pregunté volviendo a mirarlo, y la mirada que me devolvió hizo que tuviera miedo.

—Para llevar, gracias —dijo con una voz extremadamente dulce, contrastando con su mirada fría.

Le pasé su café en cuanto lo preparé, me pagó y salió sonriendo de manera calculadora. En el mismo instante en que salió, dejé de sentirme observada.

El día transcurrió con normalidad, como de costumbre, haciendo que me olvidase por completo del incidente con aquel chico tan peculiar.

Al caer la noche, limpié y recogí todo, saliendo acto seguido y cerrando la puerta tras de mí. Cuando me giré, vi que en la acera de enfrente había tres chicos, que dirigieron sus miradas hacia mí cuando escucharon la llave girar. "Tranquilízate... No pasa nada...".

Comencé a caminar en dirección a mi apartamento, sintiéndome observada de nuevo, pero no había nadie mirándome a mi alrededor...

Al día siguiente, volví a vivir una situación similar... De nuevo, me sentía observada al llegar a la cafetería, y otro chico bastante peculiar entró, esta vez más tarde, una hora antes de cerrar. Era un chico musculoso también, de pelo rosa y ojos oscuros y fríos; vestía un traje azul oscuro, con unos pantalones de pinza y una camiseta blanca básica bajo la chaqueta.

—¿Me sirves un espresso doble negro, por favor? —dijo con una sonrisa socarrona y ojos inexpresivos.

—Claro... —dije sintiéndome un poco intimidada ante la presencia del chico.

—¿Puedo dejarte un recado para alguien? —preguntó de nuevo mientras terminaba de prepararle la bebida, sacando un sobre de uno de los bolsillos de su chaqueta.

—Eh... sí, lo guardo aquí y cuando vea a la persona en cuestión se lo entrego —respondí poco convencida.

—Genial, tienes que dárselo a un chico que suele ir vestido con traje, así como el mío, pero con el pelo largo y negro... Aunque suele llevarlo recogido... —dijo llevándose una mano al mentón como si estuviese pensando. —Creo haberlo visto por aquí en varias ocasiones... —dijo mirándome y sonriéndome abiertamente, con su mirada fría e inexpresiva particular.

Le ofrecí su café, asintiendo levemente, me pagó y se fue. "¿Qué significa esto? ¿Ahora soy mensajera del grupo de Geto?" pensé, terminando de limpiar y recoger todo para poder marcharme.

Otra noche más en la que me sentía observada, por lo que aumenté la velocidad para llegar antes a casa e irme a dormir pronto.

Después de aquellos dos días tan intensos sintiéndome observada y encontrándome con aquellos dos chicos que me daban tan mala espina, esa mañana me sentí aliviada de no tener la sensación de ser observada, y tampoco apareció nadie sospechoso por la cafetería. El día se me hizo eterno, estaba siendo una jornada aburrida.

Estaba revisando mis redes sociales, haciendo tiempo para cerrar, cuando se abrió la puerta de repente, y entró Suguru jadeando.

—¿Qué ha pasado? —dijo intentando recuperar el aliento.

—¿Qué? —dije intentando entender a qué se refería. —¡Ah! Tengo algo para ti —dije sacando el sobre que el pelirrosa dejó para él la noche anterior. —Imagino que será amigo tuyo o algo —le entregué el sobre.

Él cogió el sobre, examinándolo antes de proceder a abrirlo. Mientras miraba el contenido, yo continué terminando de preparar todo para cerrar.

—Mierda —murmuró el pelinegro, apretando los puños y los dientes.

—¿Eh? ¿Pasa algo? —pregunté sin mucho interés.

—Sí, sí pasa... —me miró con una mirada furiosa. —Date prisa terminando de recoger todo, hoy te acompaño acasa —explicó.

—No tienes que acompañarme hasta mi casa, no es necesario, gracias —respondí encogiéndome de hombros.

—Mira, mocosa, te voy a acompañar quieras o no, me da igual si no lo entiendes —dijo con una voz más grave de lo habitual y bajando el tono, haciéndolo amenazante. Se dirigió al ventanal que un día atravesó, mirando a la calle.

—Haz lo que quieras —suspiré rodando los ojos y terminando todo. —Vámonos entonces —anuncié cogiendo todas mis cosas. Él asintió y me abrió la puerta; yo la cerré con la llave y comencé a caminar con él a mi lado.

Estaba más cerca de lo que me gustaría, rozando mi hombro con el suyo, haciéndome sentir el calor que irradiaba su cuerpo. Sentía una especie de electricidad teniéndolo tan cerca... Un sentimiento que jamás había experimentado.

¿Estaba comenzando a gustarme este chico? Imposible. Rodé los ojos ante tal pensamiento. Seguimos caminando hasta que vi el portal del edificio donde vivía.

—Bueno, mi edificio está ahí —dije aliviada. —Ya puedes marcharte —dije sonriendo.

—Todavía no estamos en la puerta, ¿verdad? —inquirió Suguru, mirando al frente.

—No, pero está ahí delante... —dije, borrando la sonrisa de mi cara.

—Te acompaño hasta la puerta —dijo. —No puedo permitir que esto siga así... —murmuró más para sí mismo que para que yo lo escuchase.

Continuamos nuestro camino hasta que llegamos al fin. Me giré para estar frente a él, pero Suguru estaba más cerca de lo que pensé, por lo que nuestras caras quedaron separadas por escasos centímetros.

—Ehm... Gracias... —titubeé en voz baja, sintiendo su aliento mentolado sobre mi piel y mirando sus labios. —Gracias por acompañarme, está siendo una semana extraña...

—Como sea... —dijo mirando mis labios también.

Seguíamos a escasos centímetros, y ninguno de los dos parecía querer separarse... Cerré los ojos, dejándome llevar por lo que estaba sintiendo en el momento, esperando, quizás un beso... Que nunca llegó.

Él se separó, con una sonrisa burlona y yo abrí los ojos.

—¿Qué esperabas, mocosa? —dijo con sus ojos brillando divertidos. Noté cómo el calor subía hasta mis mejillas.

—No esperaba nada, buenas noches —saqué mis llaves y entré rápidamente en el portal, llamando al ascensor y subiendo hasta mi apartamento.

Realmente habían sido unos días intensos, y el momento en el que estuve tan cerca de Geto... Me resultó embriagador su olor a perfume mezclado con cigarros... No podía quitarme de la cabeza la imagen de su boca tan cerca de la mía... ¿Solo había sentido yo esa electricidad entre ambos...?

Sacando esos pensamientos de mi cabeza, me dirigí a la ducha, dispuesta a relajarme y descansar de una vez por todas después de haber trabajado tantas horas.

¿Muñeca de la mafia? - Suguru Geto x Lectora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora