Capítulo VII

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Alejandra no podía pensar, sólo sentir, como si sintiera a Max en cada centímetro de su cuerpo, su mano sujetando su pierna, subiendo su falda, la otra sujetando su rostro, sus labios separándose, arrastrando besos por su cuello, su rastrojo arañándola, el calor subiendo, sintiendo su propio cabello soltándose, sus ojos abriéndose para encontrarse con los de Max, sus ojos brillando con un encanto que no recordaba haber visto nunca y que la hacía sentir más nerviosa.

- No deberías acercarte a mí. Intentó apartarlo, pero él no la soltó y los dos chocaron contra la pared opuesta del ascensor.

- Quiero mucho más que acercarme a ti. No sé si te das cuenta, pero no puedo mantenerme alejado. Max se acomodó detrás de la oreja un mechón de su pelo largo y suelto.

- Y no sé si te has dado cuenta, pero no suelo traer mucha suerte a la gente que se acerca a mí. Cogió la mano de su jefe, apartándolo, Max no quería pelear ni presionarla.

- No me importa, eres lo mejor que me ha pasado en años.

- Te equivocas. Estás cachonda, no piensas con claridad. - Alejandra retrocedió dos pasos, con la cara sonrojada, ajustándose la falda - Ni siquiera eres mi tipo.

- Lo juras, porque por lo que recuerdo de la conversación que tuviste con tu amiga en horas de trabajo, soy guapo y no puedes negarlo. Sonrió burlonamente, Alejandra cubriendo su rostro.

- Tienes que dejar de escuchar las conversaciones de los demás.

- Mírame a los ojos y dime que no sentiste nada. - Max se acercó lentamente, manteniendo su mirada cerca de la de ella - Dime que como tu jefe fui un canalla por acercarme a ti y que no quieres que te vuelva a besar. Dime qué quieres, Alejandra. El empresario le susurró la pregunta al oído.

- Max, hay otras mujeres que...

- No hablo de otras mujeres, Alejandra, hablo de ti. - le sujetó la barbilla, levantándole la cabeza y rompiéndole la mirada- ¿De qué tienes miedo? Que yo sea un... Ella lo silenció tapándose los labios con los dedos.

- No es por ti, es por mí. Sé lo que podría pasar si... El ascensor dio una sacudida, haciéndoles perder el equilibrio volviendo a subir.

- ¿Qué?", preguntó Max, apoyándose en una pared.

Antes de que Alejandra pudiera contestar, las puertas se abrieron, apareciendo la imagen de Paulo, Estela y un técnico.

- Olvida lo que pasó, es lo mejor para los dos. Alejandra contestó, alejándose a toda prisa.

- Alejandra. La llamó Estela, viéndola alejarse sin decir nada.

Al ver alejarse a la secretaria, Max maldijo internamente la eficiencia del equipo de mantenimiento, su deseo era correr tras Alejandra y arrastrarla a su oficina, encerrándola hasta obtener sus respuestas; sus palabras no tenían ningún sentido, no entendía qué problema podía haber con ella.

- Lo siento por el ascensor, señor. Espero que no haya tardado mucho. El técnico de mantenimiento se disculpaba.

- No lo suficiente. Contestó Max, dirigiéndose a su despacho, su mirada se cruzó brevemente con Paulo, que le seguía.

- Buenos días, me estás ignorando o no te has dado cuenta de que estoy aquí. Dijo el abogado, cerrando las puertas tras entrar en la sala de su amigo.

- No estoy de humor para bromas.

- Lo juras, porque por el estado de tu secretaria en ese ascensor parecía que ibas a estar de muy buen humor.

- Pues en eso te equivocaste por completo. - Contestó Max mientras se sentaba, la frustración evidente en su tono - Por cierto, ¿qué haces aquí a estas horas?

MatámeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora