Tzuyu no podía estar más incómoda en esa posición: por un lado, Nayeon estaba a su derecha, mirando distraídamente como una mariposa volaba a su alrededor, y por otro, Sana estaba a su izquierda, fulminándola con la mirada mientras se cruzaba de brazos.
Sentía que iba a morir en cualquier momento.
—¿Entonces? —preguntó Sana con voz dulce, aunque sus ojos estuvieran con odio mal contenido.
—Sanake... —comenzó a decir Tzuyu débilmente.
—¡Nada de "Sanake"! —Sana le pisó el pie, a lo que Tzuyu gritó por el dolor—. ¡Tú querías hablar para excusarte, así que habla ahora, maldita sea!
Todo el mundo siempre había considerado que Sana era un pancito dulce de Dios, incapaz de hacerle daño a alguien, sonriendo siempre y tirando amor a todo el mundo.
¿La verdad? Sana no era más que el diablo encarnado en una persona.
Un diablo enano, pero el diablo al fin y al cabo.
Tzuyu lo sabía muy bien, sin embargo, la amaba de todas formas.
—No puedo excusarme por completo —dijo Tzuyu con nervios—. Hay... hay cosas que no puedo decirte.
Sana la miró de forma incrédula.
—¿Disculpa?
—Esto... Nay y yo...
—¡Eres una desgraciada, Chou Tzuyu!
—¡Sana, escúchame!
—¡¿Cómo quieres que te escuche si me engañaste, te acostaste con la primera que se te cruzó?!
—¡Eso no es cierto! —Sana enmudeció ante las palabras de Tzuyu—. ¡Sana, Nayeon y yo nunca nos acostamos! ¡Al menos, no en el sentido que estás pensando!
Sana negó con la cabeza, incrédula, recordando el día que quiso darle una sorpresa a Tzuyu y entró a su cuarto, encontrándose con una escena que le había roto el corazón por completo: Nayeon acostada sobre ella, besándola, y Tzuyu agarrándola por la cintura. En la misma cama.
—No te creo —escupió Sana.
Tzuyu se giró, exasperada.
—Nay, explícale, por favor —pidió Chou.
La aludida, que hasta el momento había observado la escena en completo silencio, miró a Tzuyu a los ojos. No dijo nada por varios segundos, imperturbable, y cuando Sana comenzó a exasperarse, abrió la boca:
—Tzuyu tiene razón. Ella y yo no nos acostamos —apoyó con calma—. Pero eso no quiere decir que no me gusta. Me gusta Chou Tzuyu.
Sana enrojeció de rabia mientras Tzuyu desviaba la vista.
—¿Entonces por qué Nayeon estaba en tu cama, besándote? —la voz de Sana salió temblorosa ahora.
—Se quedó a dormir esa noche en mi casa por unos... unos problemas —Tzuyu se removió, incómoda—. Y lo del beso... Nayeon me agarró desprevenida. Yo... yo le había aclarado antes que tú eras mi novia y te quería a ti. Te quiero a ti.
—Sí —la voz de Im sonó derrotada—. Tzuyu siempre me lo dijo, pero yo no quería rendirme.
El corazón de Sana comenzó a palpitar con fuerza, sin embargo, se limitó a fruncir el ceño, mirando a la taiwanesa con acusación.
—¿Por qué no lo dijiste antes?
—¡Porque tú no me dejabas explicarme! —se quejó para luego bajar la voz—. Además... además, cuando terminaste conmigo, yo... yo estaba confundida. Me di cuenta de que... de que sí quería a Nay... —ahora el corazón de Sana pareció quebrarse—, entonces... entonces me dije, ¿por qué no darle una pequeña oportunidad? Pero... pero no podía, Sana. Tú seguías en mi cabeza. Ahí me di cuenta de que... de que a Nay la quiero, pero a ti te amo.
El rostro de Sana no cambió, a pesar de que todo su interior parecía volverse gelatina y sus piernas temblaron.
—¿Por qué Nayeon estaba en tu casa? —siguió preguntando.
—No puedo decirte.
—Tzuyu —la voz de Sana sonó a advertencia.
—De verdad no puedo, no me...
—Mis papás se están divorciando —le interrumpió Nayeon a Tzuyu—. Ha sido... ha sido un proceso difícil, y Tzuyu ha sido una buena amiga. Me ha estado apoyando a pesar de que sabía que eso le traería problemas contigo.
Bueno, ahora Sana se sentía un poquito miserable, pero no lo demostró.
—Lo siento —le dijo Sana a Nayeon.
La de dientes de conejo se encogió de hombros, desviando la vista.
Tzuyu le tomó el brazo, con una pequeña sonrisa.
—Bueno, y me di cuenta de mis sentimientos por ti cuando... cuando te vi en los brazos de esa tal Lucía —escupió su nombre con asco, como si fuera una niña pequeña haciendo berrinche.
Sana sonrió con superioridad, todavía un poco molesta. La verdad era que entre Lucía y ella no había pasado nada fuera del otro mundo. Tuvieron algunas citas, un par de besos, y eso sería, Sana no fue más allá a pesar de los brazos de tentáculos de la latinoamericana.
—Pero ahora que todo está bien...
—No te he perdonado, Chou Tzuyu —respondió Sana sin perder esa sonrisita de suficiencia.
Tzuyu parpadeó.
—Pero...
—Aunque hay una forma para que te perdone —agregó Minatozaki.
—Haré lo que sea —aseguró Tzuyu arrepintiéndose apenas vio como la sonrisita de la japonesa cambiaba a una de maldad y burla.
—Está bien —Sana miró sus uñas para luego fijar sus ojos en la más alta—. Vas a ir a mi casa esta noche, vas a ponerte en cuatro sobre mi cama, y vas a dejar que folle tu culo toda la noche. No más Tzuyu activa.
¿Ven? Sana era el diablo encarnado en una persona.
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Novia de alquiler | Jenlisa
RomanceJennie Kim odia las cosas del amor, y sobre todo, las novias. Su madre desea que tenga una pareja para que así sea feliz y deje de ser tan amargada, así que decide "alquilar" a una chica con una preciosa sonrisa, Lalisa Manoban, para que sea la novi...