Una cruel batalla se lleva a cabo en el planeta de Mygeeto. Las fuerzas de la República lideradas por Ki-Adi-Mundi encuentran una feroz resistencia por parte de la armada droides separatistas.
Las fuerzas separatistas, comandadas por el Coronel Cor...
El rugir de las alarmas saturaban cada rincón de la ciudad. Millones de ciudadanos corrían despavoridos hacia sus casa, aterrados ante el inminente sonido de la guerra aproximándose. Infantes lloraban... Ancianos suplicaban por ayuda... Los gritos de madres y padres llamando a sus proles antes de correr con miedo hasta un lugar seguro. Las súplicas de los inocentes por piedad y misericordia.
Entre las sombras de la ciudad, miles de rostros ocultos estaban al acecho. Esperando... Intranquilos. Ojos que miraban todo desde la sombra con pesar, convencidos que tanto sufrimiento era solo un mala necesario. Un dolor momentáneo que conducirá a una sensación de paz y libertad utópica. Ignorante de... la verdadera realidad.
En el interior del fuerte, cada efectivo, cada arma, cada cañón apuntaba hacia el noroeste. Allá, en las lejanas planicies arenosas donde la amenaza más visible se cernía sobre la capital de Kergans.
El muro norte de la fortaleza no tardó en llenarse de stormtrooper, cuyos blaster cargados y listos, apuntaban hacia un enemigo que nunca esperaron ver.
La fragata separatista descendía lentamente, cada vez más cerca, cada vez más imponente. Frente a ella se desplegaba un enjambre de cazas enemigos, mientras aquellos sobre los muros veían con cierto alivio como sus propios cazas TIE se desplegaban para el combate. Un enjambre de sacrificios para enfrentar a otro.
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Pero sabían que, a pesar de que tan fructífero fuese su contraofensiva, aquellas enormes naves de transporte que se dirigían hacia el suelo llenarían la planicie frente a sus ojos de carcazas de metal dispuesto a acabar con ellos. Y así ocurrió.
Desde el puesto de mando, Katalina veía con preocupación como la enorme cantidad de droides se desplegaba sobre el campo de batalla. Saber cuantos había con exactitud cuando se erguían frente a sus ojos era una utopía, pero sus binoculares le mostraban con ingrata preocupación los millares de carcazas de metal, escoltadas por innumerables tanques y piezas de artillería.
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