Lo peor que existe en el mundo no es la muerte, ni el dolor, ni la espera. Lo peor que existe en el mundo es no tener con quién compartir la muerte, el dolor y la espera. Y eso él lo sabía, seguramente lo sabía mejor que ningún otro. A los diecisiete años, el capitán del equipo de fútbol del Marina Verde, estaba cansado de perder. Y no en el campo, en el que su equipo se situaba a la cabeza, sino en la vida.
Eran las ocho y media de la tarde, y como cada martes y jueves a esa hora, Lucas iba a prepararse para entrenar. El vestuario, ya maloliente de por sí, olía peor que de costumbre. Se tapó la nariz con una mano y salió de aquel lugar hediondo con toda la rapidez que sus pies le permitieron. '¿Pero qué narices ha pasado aquí? 'pensó. Por norma general llegaba tarde a los entrenamientos, pero el míster no le pedía explicaciones nunca. Era uno de los beneficios de su situación. Así que se cambió allí mismo, en mitad del pasillo. Se quitó la camiseta y los pantalones y se puso el chándal del Barsa, su equipo favorito. Y dejó la mochila ahí tirada, con el móvil, la cartera, la ropa que se había quitado... como si no le importase nada. Y es que realmente no le importaba nada . Salió al campo, esta vez solo llegaba cinco minutos tarde, lo sabía porque sus compañeros aún estaban por el calentamiento. El míster estaba leyendo la prensa mientras los otros corrían. Empezaban haciendo un cuadrado, y conforme se iban cansando de correr iban difuminando las esquinas, de tal forma que el cuadrado se convertía en círculo y el círculo se iba haciendo cada vez más y más pequeño. Un truco que según el cabezón del nuevo, hacía que te cansases menos. Y funcionaba, o al menos hasta que el míster se dio cuenta. Al principio solo tenían que correr seis vueltas, algo sencillo, cuando el míster vió que hacían trampa, lo primero que se le ocurrió fue que se pasarían un entrenamiento entero corriendo así, luego decidió que trabajarían la resistencia por los minutos dedicados a correr y no por el número de vueltas. Pero Eloy, el nuevo, se empeñó en que aún así correr en círculos no cansaba tanto como correr de la otra forma, y a la gente como Eloy cuando se empeñan en algo, no se la puede decir que no. Así que todo el equipo corría esperando a que el entrenador sacase las narices del periódico y que les mandara cambiar de ejercicio. Lucas con un trote suave se unió a sus compañeros.
- ¿Dónde te metes? te saltas las clases, llegas tarde a entrenar o directamente no vienes, ya no sales nunca... - Le preguntó Caye, su mejor amigo, entre jadeos. Lucas le miró fríamente, como si estuviera analizando la mejor forma de matarle y deshacerse de su cadáver.
- Vale... Entiendo que lo estés pasando mal tío, yo en tu lugar estaría hecho polvo, pero han pasado dos meses y sigues igual...-
- ¿Y a ti qué te importa lo que hago o lo que dejo de hacer? Métete en tus cosas-
Caye lo miró con preocupación y siguió el resto del entrenamiento callado. Su amigo estaba atravesando un mal momento y no sabía cómo ayudarle. Él mismo había experimentado ese mismo dolor unos años antes, pero él no estaba tan empecinado en autodestruirse como lo estaba Lucas. Echaba de menos a su amigo, porque a pesar de tenerle al lado, Lucas estaba en otro sitio y no sabía cómo traerle de vuelta.
Estaba harto de que todo el mundo le dijera qué tenía que hacer, cómo debía de sentirse o que le trataran con amabilidad y comprensión, cuando lo único que Lucas quería era que le dejaran tranquilo. Sí, habían pasado dos meses ¿Y qué? ¿Se suponía que tenía que olvidarse de ella así como así? ¿No tenía derecho a echarla de menos? ¿No tenía derecho a hacer lo que quisiera? Después de todo, él no le hacía mal nadie. Necesitaba llorarla, necesitaba que le dejaran llorarla, pero todos estaban tan empeñados en que saliera para adelante, en que lo superara, en que 'sí, era una gran pérdida pero que tenía que seguir con su vida...'
Ya no sabía si todo aquello eran palabras que se solían decir en ese tipo de situaciones porque no se sabe qué decir o si eran para reconfortar a quienes las escuchan , pero desde luego a Lucas todo eso le sacaba de quicio.
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El príncipe de los idiotas. (Wattys2018)
Teen FictionA sus diecisiete años, Lucas Marín es un desencantado de la vida. Ha perdido demasiadas cosas como para no ser así, pero está decidido a averiguar la identidad del famoso asesino de Marina Verde. Para ello, tendrá que confiar en sus amigos Caye y E...