Lucas se despertó a la mañana siguiente con un taladrante dolor de cabeza. Se dijo a sí mismo que no volvería a tomar aquellas dichosas pastillas. Utilizó exactamente las mismas palabras que la vez anterior, y que la vez anterior a la anterior... La verdad era que sabía perfectamente que había abusado de las medicinas, pero no le importaba mucho. Él creía que podía controlarlo bien y que no era tan estúpido como para acabar enganchado.
A veces nos creemos dioses, criaturas inmortales y perfectas, y la verdad es que no somos nada de eso. Es algo que es muy fácil de olvidar, sobretodo cuando eres joven. Pero debemos de hacer el esfuerzo de recordar que aunque seamos frágiles e imperfectos, nadie puede reprocharnos que intentemos hacer las cosas bien. Y aunque Lucas sabía que ingerir tal cantidad de píldoras no era correcto, lo hizo. Estaba cansado de hacer las cosas bien. Hasta ahora había ido por el camino difícil, solo quería tomar un pequeño atajo.
La paz solo la hallaba en el sueño. Pero cada vez que cerraba los ojos, los fantasmas de su pasado, de su presente y de su futuro le atormentaban privándole de su remanso de paz. A veces preferimos sufrir dolor físico para evitar sentir un dolor de otra clase. Pero somos tontos, porque aunque sea más fácil, es inútil. Después de todo, quién no ha sufrido un dolor sordo en el fondo de su alma, no puede ser humano, no puede hacerse fuerte y no puede entender qué es la vida.
Lucas se preparó para ir al instituto. Aunque su intención en ningún momento fue esa. Solo tenía que hacer creer a su abuelo que allí se dirigía.
- Lucas con lo que ha pasado ayer...-
- Tranquilo abuelo, no me pasará nada. Además, si te quedas más tranquilo el instituto está lleno de policías.-
- Sí, muy lleno de policías pero ayer se les escapó delante de las narices de todo el mundo.-
- Abuelo, confía en mí, tendré cuidado.-
- Está bien, pero ten el móvil encendido en todo momento, y si ves algo raro te vienes derechito a casa.- Clemente le dirigió una mirada persuasiva y contundente.
- Eso haré. Adiós Abuelo.- Lucas le sonrió.
Salió a la calle y empezó a caminar. Saludó al comerciante de una pequeña tienda cercana a su casa que estaba barriendo la entrada del local. 'Él podría ser el siguiente'pensó Lucas, 'cualquiera podría serlo'. Odiaba sentirse así de impotente. Chutó con fuerza una pequeña piedra que había en el camino. '¿Quién es el hijo de puta que tiene a todo el pueblo trastornado?'Era algo enfermizo. Y lo era tanto por la forma de matar, como por los intentos de todo el mundo de encontrarlo. Se notaba que la gente del pueblo tenía miedo. Los vecinos solo salían a la calle cuando no les quedaba otro remedio, y todas las conversaciones giraban en torno al mismo tema.
De pronto, Lucas sintió una mirada clavada en la nuca. Mantuvo la calma, y cambió de camino. Miró hacia atrás, y no había nadie, pero aún así, seguía teniendo esa extraña sensación. Alguien le estaba siguiendo. Trató de despistarlo, pero era inútil. Aceleró el paso y dobló la esquina. Se paró en seco y se pegó a la pared con el puño preparado para atizar a fuera quien fuera que le había estado siguiendo. Entonces, una cabeza pelirroja asomó y tanto Lucas como Eloy gritaron asustados.
- Pero ¿Qué cojones estás haciendo tú aquí?- Preguntó Lucas bajando el puño.
- Eso mismo me estaba preguntando yo.-
- He preguntado primero.-
- Bueno, pues si no es evidente, te estaba siguiendo.-
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El príncipe de los idiotas. (Wattys2018)
Teen FictionA sus diecisiete años, Lucas Marín es un desencantado de la vida. Ha perdido demasiadas cosas como para no ser así, pero está decidido a averiguar la identidad del famoso asesino de Marina Verde. Para ello, tendrá que confiar en sus amigos Caye y E...