Como me esperaba, las escaleras dirigían a un alcantarillado que olía fatal.
Leah me siguió por detrás haciendo muecas de asco.
–¿Por qué tendrían una puerta hacia una alcantarilla?
–Tal vez esto lleve a dónde lo tienen secuestrado...–aventure.
–Ya... ¿Y como vamos a saberlo?
–Pues... Caminando, como hemos hecho todo este tiempo–dije avanzando
[. . .]
Caminamos durante lo que parecieron horas, hasta que el alcantarillado empezó a oscurecer, así que se nos complicó la cosa. El calor que hacía en el exterior no entraba, por lo tanto, la temperatura bajó notablemente. Los animales que habitaban por ahí salieron de sus escondites y no fueron pocas las veces que Leah y yo nos encontrábamos a ratas o serpientes.
–¡Dioses, qué asco! –se quejó Leah después de haber visto una rata muerta siendo comida por otras ratas.
Yo puse una mueca dándole la razón.
–Está oscureciendo, no creo que podamos seguir mucho más. Nuestras linternas apenas funcionan–dije seriamente.
Si Matt hubiera estado aquí, probablemente me habría intentado animar con alguna de sus bromas o simplemente soltaría algún comentario sarcástico sobre la situación, siempre encontraba algo para hacernos reír.
Aunque claro, si Matt estuviera aquí, no estaríamos caminando por un alcantarillado y yo estaría más feliz.
–Yo puedo arreglar eso–dijo Leah.
Me giré hacia ella con una ceja alzada, pero lo que vi me sorprendió muchísimo.
Leah brillaba, literalmente. Ella emitía luz.
–Leah, desde cuando... ¿Qué?
–Siempre he podido hacer esto, es uno de los dones que me concedió Apolo aparte del de curar a la gente–dijo simplemente.
Ahora el lugar estaba bastante iluminado.
A sí que, mi mejor amiga era una linterna y una ambulancia portátil a la vez. Increíble.
–Sigamos...–dije aún un tanto confundida.
Leah avanzó a mi lado y era difícil no ir la mirando de vez en cuando.
–¿Cómo curas a la gente? –pregunte para sacar algún tema de conversación.
–Ya lo viste cuando le pegaste una patada a Matt–ese último nombre lo dijo con algo de pena.
Asentí.
[. . .]
No encontramos nada, ningún rastro de Matt. Mis piernas ya reclamaban un descanso y dolían. El dolor del tobillo iba empeorando a medida que caminábamos.
Aparte, la luz que emitía Leah parpadeaba y cuando me giré a verla sus párpados luchaban por no cerrarse.
–Vamos a parar ya, mañana seguiremos.
Mi amiga ni siquiera protestó. Tendió su saco de dormir y se metió en él. A los pocos segundos ya estaba completamente dormida.
Yo me senté un poco más lejos tendiendo mi tobillo con una mueca de dolor.
Por Fin me sentaba, casi no había descansado ese día.
Me quedé mirando al casi no visible techo, pensando en todo lo que había pasado hoy. Y me di cuenta de que no solo estaba cansada físicamente, sino que mentalmente también.
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EL ARCO DE APOLO |1ª parte
Ficción históricaUna guerra se acerca. Dalia Harker, una chica con una vida de lo más deprimente, un día decide escaparse de casa tras recibir una misteriosa carta hacía una dirección desconocida. Una vez en su destino, junto a sus amigos Mateo y Leah, tendrá que su...