𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 1: 𝐻𝑦𝑢𝑛𝑗𝑖𝑛

6.4K 461 72
                                    

—Él conoce el trato, ¿verdad? —hablé más fuerte de lo necesario en el altavoz de mi celular. Ayudaría al hermano pequeño de mi mejor amigo Minho, Félix a mudarse a su nuevo apartamento en la ciudad. Habían pasado nueve años desde la última vez que lo vi, pero sí era como el último día que lo vi, algo me decía que no me interesaba mucho otra cosa que no fuera una buena actitud de su parte.

—Sí, lo sabe. —La voz de Minho bajó a medida que respondía. —Si te da algún problema, recuérdale que esto fue parte del acuerdo porque no puedo estar allí. —Rodé la lengua pasándola contra mis dientes. El pensamiento de un manso Félix haciendo un escándalo no hizo nada salvo hacer que me riera.

—Jaja hombre, ¿por qué eres tan sobreprotector...? —La pregunta se detuvo en el teléfono mientras entraba en el alto complejo de apartamentos al que se había mudado el hermano de mi amigo. No era mera coincidencia que Minho hubiera hecho a Félix mudarse al mismo complejo de apartamentos que yo.

—Lo entenderás cuando lo veas. Han pasado nueve años, Hyunjin, mucho puede cambiar. —Sonaba como si supiera algún secreto que yo no conocía.

—Minho, soy más que consciente de eso. Pasé de ser un puberto idiota a oficial de reclutamiento para el ejército de Corea. Debería obtener un premio por tantos malditos cambios. —De acuerdo, estaba siendo jactancioso. Todavía era muy parecido al cabrón que era antes de irme.

—Lo que sea... —Minho se rio en el teléfono. Fue una risa breve, pero lo suficientemente larga que casi pude ver su sonrisa a través del teléfono. —Avísame cómo va todo, y por favor, por favor no me decepciones, hombre. —Puse los ojos en blanco, negándome a ser un cobarde. Extrañaba a Minho todos los días. Era mi mejor amigo.

—Yo también te extraño... —comenté como el tarado que era antes de colgar.

—Estoy seguro que sí. Adiós. —Clic. Saqué el teléfono de mi oreja y lo miré por un momento.

¿Por qué diablos estaba haciendo esto de nuevo? Oh sí, porque Minho era mi mejor amigo, y me había suplicado velar por su pequeño hermano Félix, el mocoso que se negaba a dejarnos en paz cuando estábamos en la secundaria.

Pasé los dedos por mi rebelde cabello negro, dándome cuenta de que necesitaba mucho un corte de cabello y probablemente diez horas de sueño ya que parecía que no había dormido en días.

—No es un concurso de belleza... —murmuré en voz baja mientras salía de la camioneta y pasaba una mano por mi camiseta. El aire era húmedo, y el calor del sol ni siquiera lo podía disfrutar cuando el clima era así.

—Ve por la parte de atrás, Jeongin. —Escuché una voz que reconocí en la distancia.

Mi latido se aceleró cuando cerré la camioneta y me dirigí hacia la voz. Minho había dicho que Félix había cambiado, y tan extraño como era, tenía curiosidad por ver cuánto lo había hecho. Mis ojos se dilataron y el oxígeno de mis pulmones salió cuando vi a los dos chicos moviendo una pieza de un sofá seccional marrón.

—Explícame por qué elegiste el desmontable más grande del planeta cuando vas a vivir solo... —gruñó el chico castaño que supuse era Jeongin. Ahora que sabía que el castaño era Jeongin eso significaba que el otro, del cual no podía quitar mis ojos, era Félix

Su cabello era rubio y largo hasta los hombros y su trasero... negué. No debería estar mirando su trasero sin importar cuán perfectas se veían sus nalgas en esos pantalones negros.

—¿Puedo ayudarte? —La voz de Félix sonó en mis oídos, mientras me quedaba allí mirándolos a los dos por un momento. Era hermoso. Los frenillos que una vez tuvo se habían ido, dejando atrás perfectos dientes rectos y blancos. Sus labios eran gruesos con forma de corazón y listos para ser besados.

—En realidad, la pregunta que deberías hacerte es: ¿Puedo ayudarte yo...? ―Moví las cejas provocándolo desde el principio como hacía cuando éramos niños. Era evidente que no me había reconocido todavía.

Félix puso sus ojos marrones en blanco como si mostrara lo enojado que estaba por mi presencia.

—Gracias, idiota, pero lo tenemos... —Mis dientes se juntaron ante su comentario bocón.

—¿En serio, pequeño pecoso? ¿Así es cómo le hablas a tu mejor amigo en todo el mundo? —Mis puños se apretaron a mi lado. Aunque odiaba admitirlo, me molestaba muchísimo que no me notara de la misma manera que yo lo había notado. ¿Había cambiado tanto?

—¿Hyunjin? —Su voz cayó cuando sus ojos se agrandaron. Me estaba revisando de arriba a abajo de la misma manera que solía hacer cuando éramos niños.

—A tu servicio, pequeño pecoso... —Sonreí, guiñándole un ojo a su amigo. El rostro de Félix cayó entonces, y una máscara fue puesta en su lugar cuando me miró de nuevo.

—No me llames así. Minho dijo que podrías venir, aunque le dije que no necesitaba ninguna ayuda. Puedo ver que pensó lo contrario. —La confianza parecía supurar de él. ¿No sabía que no me importaba el frente que pusiera? La había conocido desde que éramos niños pequeños, y nada que dijera podría hacerme ir.

—Correcto. Minho pensó que sería mejor si tuvieras mi ayuda y parece que tenía razón por lo que estoy viendo aquí... —Hice un gesto hacia la pieza desmontable que había en el piso del estacionamiento.

Pude ver que Félix estaba enojándose, e incluso si no era mi intención disfrutaba del hecho de que todavía podía meterme debajo de su piel.

—Minho no sabe nada, y no debería haberte enviado en su lugar porque nosotros... —Félix hizo un gesto hacia Jeongin antes de caminar hacia mí, su cabeza llegó a mi pecho. —No te necesitamos... —Su pequeño dedo se empujó contra mi pecho y casi estallé en carcajadas.

—No me intimidas, pequeño pecoso... —Incliné mi cabeza hacia su rostro. Su olor era embriagador, un cruce entre pastel de manzana recién horneado, y vainilla.

Mierda, quería darle un mordisco.

Sus ojos marrones se estrecharon.

—No. Me. Llames. Así —rechinó cada palabra. Maldito él y su estúpida pequeña actitud.

—Hola, ¿Qué demonios estamos haciendo aquí? —interrumpió, Jeongin, su amigo castaño.

Vamos, las cosas acababan de ponerse buenas.

—Nada —respondió Félix por nosotros. No pude evitar sonreír por el enojo que brilló en sus ojos. ¿Por qué parecía tan enojado conmigo?

—Lo que sea. Si no quieres mi ayuda, entonces solo me iré feliz... —Empujé a Félix con mi hombro chocando contra el de él. Una corriente eléctrica zigzagueó a través de mí deteniéndome en mis pasos.

—Espera, ¿a dónde vas, tu auto no está en esa dirección? —Claramente, no sentía la misma sensación de necesidad que yo tenía.

Me lamí los labios, queriendo más que nunca ver la expresión en su rostro cuando descubriera que ambos vivíamos aquí ahora.

—Oh, Minho no te lo dijo... —Incliné la cabeza hacia un lado desconcertado por la expresión que marcó sus perfectas facciones.

—¿Decirme qué? —gruñó.

Su amigo puso los ojos en blanco ante nuestro ir y venir.

—También vivo aquí. En realidad, vivimos en el mismo piso. —Toma eso Sr. Actitud, pensé asimilando su expresión. Sí, estaba enojado.

—¿Estás bromeando? —Apretó los dientes. Una extraña sensación llenó mi estómago. Una que me suplicaba ser el hombre que lo pusiera en su lugar, que lo llevara arriba a mi apartamento y azotara su redondo y perfecto trasero hasta que me suplicara que parara.

—Nop, pequeño pecoso. No estoy bromeando. Estaré arriba si me necesitas. Apartamento número sesenta y nueve. —Presioné el botón para el ascensor y un segundo después las puertas se abrieron. Cuando pisé dentro me di vuelta, mis ojos colisionaron con Félix antes de que las puertas se cerraran la ira se reflejó hacia mí y sonreí.

Así es, pequeño pecoso, enójate.

𝑴𝑰́𝑶 ~ 𝑯𝒚𝒖𝒏𝒍𝒊𝒙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora