[La Clase 1A Necesita Una Niñera]

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Se despertaba. Se encontraba mal trecho, su postura dolía y sus huesos estaban comprimidos. La bella mujer lo tenía aprisionado, como una leona a su impala. Sujetándole con fuerza y posesión entre sus brazos, impidiéndole mucho la movilidad. Moviéndose con brusquedad logro zafarse, de aquel agarre.

Saliendo de la cama, evito despertar a la mujer, quien como reemplazo abrazo una almohada. Saliendo de su improvisado hogar, avanzo en silencio. Estaba adolorido y eso lo demostró su espalda, que al estirarse provoco que cada una de sus vértebras rugieran.

Volviendo a la normalidad, procuro estirar cada uno de sus músculos. Para por lo menos sentirse bien y no tan tenso. Los pasillos estaban solos y la poca luz entraba por las ventanas del exterior, era suficiente para él. Sus ojos estaban acostumbrados a la penumbra y eso le era una ventaja contra los demás. Los pasillos estaban limpios y la calma, estaba acompañando al entorno, con los dos únicos sonidos presentes.

Siendo el fino pisar sé sus pies descalzos por el suelo, y los pájaros, que cantaban en sincronía, dándole la llegada a la mañana y donde el sol aún no habría salido. Deslizándose a los baños de los estudiantes, encendió la luz y siguió hasta las regaderas. Se desnudó y abrió la llave, el agua fría bajo por su espalda, y le provoco un gruñido de malestar que se volvió en una mueca de dolor.

Las cicatrices de las heridas viejas sobre su cuerpo, se plasmaban como un cuadro de carne. Destruido en cierta parte, manchado, sucio y viejo. Cada una de ellas habían sido para sobrevivir, en el infierno se dio cuenta de que debía de matar para volver a despertar.

Pasando la barra de jabón sobre su cuerpo, el movimiento de su mano era torpe. Los músculos sobre estos estaban tensos, como el movimiento de su brazo. Había sido apuñalado tantas veces en el estómago, que los dolores aún le perseguían. Los movimientos de sus músculos en esta área, terminaban siendo dolorosos.

Sumergiéndose en sus pensamientos, soltó un largo y cansado suspiro. Cuando salió de tártaros, pensó que ahora sí podría tener una vida tranquila. Ahora estaba cuidando de un montón de mocosos, que en sus vidas nunca vivirían lo que él tuvo que vivir.

[¿Todo se encuentra bien, te veo un poco preocupado?] Se encontraba desde su espalda, observándole atenta. Limitándose a sostener la toalla con la que cubría su cuerpo desnudo.

[No te preocupes, únicamente me encontraba un tanto pensativo. . . Eh mmm ¿Por qué estás aquí?] Pregunto nervioso. Negándose a ver a la mujer a sus espaldas. Se quedó viendo a la pared mientras sentía como sus mejillas se iban colorando.

La mujer, un poco sonriente, se acercó. Avanzaba a paso lento, hasta que llegó a la espalda del peli verde, en donde lo abrazo. Este se estremeció cuando dos cosas redondas se aplastaron contra él.

[Aún recuerdo como eran las cosas antes. Nuestros amigos, las cosas que hacíamos. . . Extraño en verdad esa época tan brillante.] Aunque, la ducha aun siguiera regando agua. El peli verde pudo sentir una lágrima, que bajo por su espalda junto al agua de la ducha.

Estático no hizo mucho. Únicamente sujeto las finas manos de su acompañante, las acaricio, hasta que las subió a la altura de su boca, y las beso. El tacto fue lento, pero lleno de sentimiento. Al terminar las alejo, pero no dejo de sujetarlas.

[. . .]

Los estudiantes desayunaban para irse a clases, pero había algo. La gran mayoría se encontraban confusos por lo que veían. A su maestra feliz, sonriente y de alguna forma, más hermosa y rejuvenecida. Por el lado del cocinero, este era todo lo contrario, se veía cansado e irritado. Como si no hubiera dormido bien.

Ambos estaban muy juntos. Siendo la mujer quien entrelazaba, su brazo con el de él. Quien sombrío se limitaba a comer en silencio, mientras ella le hablaba alegre, hasta que de la nada le comenzó a dar de comer. Tras esto, todos los estudiantes se quedaron con la mandíbula hasta los suelos. Salvo los dos profesores que se vieron a la cara, aizawa estaba serio e hizashi feliz por su compañera.