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Crayolas, marcadores, bolígrafos de gel con brillantina, pequeños potecitos con plastilina y hojas en la colorida mesa de ratón. En el centro de la linda mesa color azul, estaba la pequeña Jennie dibujando con mucho esmero un hermoso arcoíris que se extendía a lo largo de la hoja de papel. Con una concentración absoluta, Jennie deslizaba su crayola de un lado a otro, mezclando hábilmente los colores para crear la perfecta ilusión de un arcoíris en el cielo.

Pero por octava vez, arrugó con berrinche la nariz, no contenta con el resultado. Rayó con marcador rojo toda la hoja, no se sentía la mejor dibujante y la frustraba mucho. Ella quería hacerle algo bonito a su Lili, porque Lisa le regalaba dibujos bonitos ¡Pero no podía!

Jennie suspiró con frustración mientras observaba el desastre que había hecho en el papel. A pesar de sus mejores esfuerzos, no podía lograr que el arcoíris se viera como ella quería. Se sintió abrumada por la sensación de incapacidad, especialmente cuando comparaba su trabajo con los hermosos dibujos que Lisa hacía para ella.

Y como si de un rescate fuese, la puerta se abrió con un ligero chirrido y la niña casi un año mayor a ella entró.

—¡Nini!—llamó Lisa felizmente a su menor, la cual se levantó con emoción de la silla y fue corriendo hasta donde su unnie.

—¡Lili!—abrazó a Lisa por el torso, apoyando una de sus regordetas mejillas en el pecho de Lisa.

Lisa rodeó a Jennie con sus brazos, devolviendo el abrazo con ternura. Se separó de el abrazo un momento para deshacer el cierre de su mochila y sacar un dibujo del mismo.

—Mira, Nini. Sé que te gustan mucho los conejitos—le entregó el dibujo a Jennie. Habían conejitos de distintos colores pasteles con algunos corazones de color morado alrededor de ellos.

Los ojitos de Jennie se pusieron brillosos, hizo un puchero triste y arrugó su naricita.

Jennie miró el dibujo con admiración, maravillada por la habilidad de Lisa para crear algo tan hermoso. Sin embargo, una sensación de tristeza y envidia comenzó a crecer en su interior. ¿Por qué no podía hacer algo así de bonito para su unnie? Se sintió aún más frustrada consigo misma.

Lisa notó el cambio en la expresión de Jennie y frunció el ceño preocupada.

—¿Qué pasa, Nini? ¿Por qué esa carita triste? —preguntó con suavidad, acariciando el cabello de Jennie con ternura.

Jennie bajó la mirada, sintiéndose avergonzada de su incapacidad para hacer algo tan bonito como lo que Lisa le había regalado.

—Yo... yo quería hacer algo bonito para ti también, Lili, pero no puedo —murmuró, sintiendo un nudo en la garganta.

—Entonces...—dijo Lisa—. ¿No quieres hacer dibujitos hoy?—preguntó Lisa ladeando la cabeza. En un gesto de berrinche, Jennie frunció el ceño y negó.

—No Lili, no quiero—respondió Jennie, sus mejillas abultadas, su labio inferior sobresaliendo y las lágrimas amenazando con salir de sus ojos.

Lisa tomó las mejillas regordetas de su menor entre sus manos. Si bien, solo era un año mayor a su amiguita, seguía siendo su unnie y para ella; eso solo significaba consentir y mimar a su Nini.

—No llores JenJen—pidió Lisa, ahora ella haciendo un puchero, tomando las mejillas de la menor y acercándose para darle un besito en la punta de la nariz.

El gesto cariñoso de Lisa hizo que Jennie se sintiera reconfortada al instante. Sus ojos brillaron con gratitud mientras miraba a su unnie con cariño.

—Gracias, Lili —murmuró Jennie, sintiéndose un poco avergonzada por su berrinche.

Lisa le dedicó una sonrisa cálida y secó suavemente las lágrimas que amenazaban con escaparse de los ojos de Jennie.

—Entonces, Lili—comenzó a decir la castaña, jugueteando con uno de los cordones su suéter de lana—. ¿A que vamos a jugar?—Jennie y Lisa habían jugado a las traes, a saltar la cuerda e incluso a vestir al perro de Jennie, Kuma.

Después de un breve momento de reflexión, Lisa tuvo una idea brillante.

—¡Ya sé qué podemos hacer, Nini! —exclamó con entusiasmo—. Podemos jugar a lo que hacen papá y mamá. 

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Lo que hacen papá y mamá-Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora