Libro 1: Roboute y sus 20 Hermanas

Capitulo 37: Eden emergió del Dolor

TODOS LOS CREDITOS A SU AUTOR: Seat_Admiral en AO3

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Fecha: 803 - M30

Sector: Segmento Ultima

Ubicacion: Bastonne

Personaje: La Reina Eterna, Vasija de Isha

Sus últimos recuerdos antes de acostarse para dormir, para descansar de los problemas y despertar en un momento más seguro, eran de rojo y blanco. Rojo por la capital. Blanco por ella. Y negro Vaulish por todo lo que la rodeaba. Flores de fuego y sonido, gritos y rugidos, el choque de la hoja de hueso y el zumbido del acero. Torrentes de energía disforme y disparos láser cortando armaduras, carne y parientes.

Los más grandes héroes y campeones entre los Monkeigh, antiguos aliados contra los Ygnir, se habían visto obligados a entrar en guerra contra los Eldar. No sabía por qué, no se lo habían dicho. Todo lo que sabía es que el mundo estaba pintado en tonos rosados. Todo lo que sabía es que podía escuchar sus rugidos mientras se deleitaban con las hechicerías y pisoteaban las ciudades color crema. Todo lo que sabía es que sus nobles gritos de guerra eran mucho más temibles cuando apuntaban a las fortalezas Eldar.

Sin embargo, ella era la Reina Eterna. Si ella no tenía esperanza, ¿Qué esperanza tendrían sus parientes? Así que mantuvo el inquebrantable oro blanco mientras se acostaba a descansar, para esperar un nuevo despertar.

Se despertó en una cámara tenuemente iluminada, el mar de almas como una pesada roca sobre su cabeza, curvada protectoramente alrededor de su forma dormida. Se despertó con una pequeña monstruosidad cerca de ella, temblando de frío con hostilidad y necesitando un calor suave. Se despertó con una deidad más alta, casi pero no del todo de naturaleza Eldar, con un alma como mármol erosionado unido por bandas de oro Aeldari y ardiendo con el rojo de Khaine. Se despertó con dos de sus parientes, nacidos hambrientos y atrofiados, mirándola con adoración desesperada.

Se despertó 2 o 3 Lann a lo largo del camino blanquecino. Una visión tan terrible que anhelaba estar todavía en las profundidades del dulce sueño.

Su noble panteón devorado por una calamidad recién nacida. Su dios de la guerra, por terrible que fuera, destrozado. Su bufón huyó, corriendo de cabeza hacia profundas líneas de dragones y tirando de los hilos nacientes de Morai-Heg. Su madre, y su mayor parte, encarcelada y atormentada por la perversión más grandiosa.

Su gente la había perdido, la había olvidado y había seguido adelante. Habían construido maravillas y terrores. Habían sometido la rueda y todo lo que contenía, y se habían deslizado hacia el falso camino de la sensación en constante escalada. Cegados e ignorantes de su pasado, su gente había esculpido su aniquilación, y ahora eran presa de antiguos enemigos una vez más.

Había llorado durante muchas semanas, una melodía de luto para crear un arpa de mala calidad, y dedos delicados tocando las cuerdas hasta que derramó un lago de lágrimas de copo de nieve. Se recluyó en cámaras desconocidas y dejó que su canción de dolor pintara el mundo y el sistema de azul.

Una terrible vergüenza la asaltó después de que terminara su canción de dolor, desperdiciando la mitad de un ciclo en la tristeza, obligando a sus parientes de su edad y a sus aliados a protegerla dentro de alas de espectros ayudadas por canciones de oro y rojo, contra olas de verde apagado y fucsia. Apenas tenía reservas para darse cuenta, apenas tenía fuerzas para ofrecer sus más profundas disculpas.

Su pequeña parentela no se lo permitió, jóvenes guerreros insistieron en ponerse a su disposición, jóvenes doncellas y jóvenes herreros hicieron lo mismo. El joven rey en la corte de 'Charnac', A-Sarn-Nil. "El Amante del Banco de Piedra" era su nombre, una extraña desviación de los nombres que alguna vez conoció. Insistió en que se atendieran todas sus necesidades y solo permitió visitas una vez que ella se declaró lista para recibirlas. Vestida con pieles nostálgicas de bestia y coronada con huesos estrellados.