Capítulo 5

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Tal cual se lo había adelantado el muchacho el fin de semana, no volvió por la editorial ni el lunes ni el martes

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Tal cual se lo había adelantado el muchacho el fin de semana, no volvió por la editorial ni el lunes ni el martes. El miércoles en la mañana, Naruto avivó la esperanza de que el torbellino adolescente haya bajado la intensidad de los vientos, pero la silla de la mesa creativa continuó vacía los siguientes diez días; a diferencia de los rezagos del puñetazo.

Esa tarde, antes de marcharse de casa, Naruto se miró de nuevo los labios en el espejo del baño. Su oficina era una de las pocas con servicio privado —siendo una cortesía de la empresa por ser el asesor con el mayor número de suscritos con más-vendidos—. Con cuidado, se jaló el labio inferior hacia arriba, observándose el golpe que estaba a pocas noches de desaparecer. La hinchazón ya no existía y el morado inicial, con los días, se había mitigado a un tono amarillo hepático que ocultaba con una base de maquillaje que le habían recomendado en una tienda de cosméticos. Vivía de cara al público, lleno de videollamadas y reuniones presenciales, siendo en ese caso una compra por necesidad, aunque si Kawaki hubiese regresado, ya hubiese pasado a ser un dinero bien gastado. Nadie podía asegurarle que el muchacho no fuese a clavarle un derechazo otra vez.

«Es una cabezón irracional», murmuró cansado mientras salía del baño y regresaba a su escritorio para recoger su maletín. Ignoró la ruma de pendientes encima de su mesa y desenchufó la computadora antes de reavivar su estrés. La semana pasada había recibido una llamada volcánica de Delta —una joven a quien había asesorado hace unos meses—, que le reclamaba ahora a gritos la calidad de lectores que se había encontrado en la firma de libros. Las discusiones con esa mujer eran tan acaloradas que, desde hace un par de días, estaba reconsiderando su carácter tras los constantes atropellos.

Ese año lo estaba aplastando. Empezó con su ruptura con Sasuke, continuó con los berrinches de Karin, y alcanzó el pico con la llegada y fuga del torbellino; ahora se le estaba sumando Delta con su queja de estar siendo expuesta en la categoría juvenil de las librerías. Él era un asesor literario, no un agente. Aquellos temas eran ya parte del área de Marketing y Publicidad, con quienes su jefe coordinaba las publicaciones de las novelas aprobadas. «Pero al final no sé cómo todo termina siendo mi culpa», renegó mientras sacaba el catálogo de venta de autos que había guardado en su cajón.

Hace tiempo, estaba con la idea de adquirir una camioneta pick-up para salir a pasear con sus perros a la montaña, y si no se había atrevido a comprarlo hasta esas alturas era por la discusión con Sasuke sobre el modelo: de un carro de ciudad o un todoterreno, pero ya a ese punto, a pesar de la renuente disposición de su exnovio por interesarse en sus decisiones, iba a pensar más en sí mismo. Solo deseaba un coche para perderse un rato en el monte con sus canes, y olvidarse del agobio de la ciudad y del trabajo.

—¿Aún pensando en el niño? —le preguntó su amigo mientras caminaban para la estación de trenes con un silencio atípico en ellos.

—No me deja ni pensar en mí —le contestó entre fastidiado e inquieto—, ando todo el día preguntándome en dónde diablos se habrá metido y no me preguntes cómo lo sé, pero ese niño estaba allí para soltar todos sus traumas, no para ser un escritor famoso ni nada, de veras, y tampoco sé cómo terminé siendo el malo de su historia. Yo sé que no actué bien, que no debí ser tan quejón, pero qué puedo hacer, Shikamaru, así soy yo y no se me puede crucificar de esta manera por desahogarme un poco.

Naruto | Kawaki :: Testimonio de los perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora