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capítulo vi. todo se desgarra en lo profundo del río
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Vincent Griffith siempre había sido bueno en esconder el caos que era su mente para ojos ajenos. Especialmente, cuando se trataba de extraños. Eva Sinclair fue la excepción a la regla desde el primer momento, le rebatía y lograba con éxito saber sus tormentos. La vida se tornó ligera a su lado y él supo que quería pasar el resto de sus días con ella. La frustración ante su futuro pesó demasiado.
A veces, Vincent soñaba con su esposa fallecida y se infligía a sí mismo una tortura por sus propios pecados. Fue por su propia mano que Eva falleció pues fue él que tintó la pureza del alma de ella y la magia siempre demanda un precio. El rostro de Eva Sinclair era un recordatorio de que ni él ni nadie podía estar sobre las reglas de la naturaleza.
Tal vez era su rechazo ante la política. Le aborrecía y enfermaba.
Oyó a Marcel y Chris discutir. El brujo era incapaz de discernir las oraciones, en cambio, podía sentir los ojos de Eva sobre él y su cuerpo entumecido mientras el tono de Marcel subía y las líneas de lo que él mismo se creía capaz de lograr se difuminaban ante él. ¿Qué fue lo que Marcel preguntó y Vincent apoyó? Asintió en automático y firmó una sentencia. Su preocupación se escondía detrás del nombre que Marcel repetía con rabia y Chris con esperanza.
Andrea.
Andrea.
Andrea.
Todo después del encuentro suscitó con presteza.
Su amigo Will llegó, tomó a los niños y prometió dejarlos en su casa. Ninguno de los tres hombres notó el comportamiento extrañamente distante del policía humano. Dos horas después, un reporte: el camión con los niños había desaparecido.
Sabía que los Mikaelson estaban en camino y la migraña comenzó desde el centro de su cabeza hasta extenderse en los laterales. Las dos pastillas posteriores no hicieron ningún efecto.
«Vas a obtener lo que mereces, Vincent Griffith».
«¡¿Cómo olvidaste mi nombre?!».
Vincent apretó sus manos en el volante cuando el carro estacionó en el que fue complejo Mikaelson. La residencia seguía manteniendo su encanto ante la luz de la noche más para él fue un recordatorio de que su pasado se posaba frente a él para destruir su futuro. Respiró hondo, sobó sus manos en un intento de aparentar ecuanimidad y salió en dirección a la entrada.
En las omisiones que el brujo usaba como escudo trató de encontrar confianza. Sus secretos venían hacia él como una bola de nieve, incontrolables.
La migraña subió en intensidad al escuchar las voces de Klaus y Elijah Mikaelson, el estómago se le revolvió al distinguir la voz de Andrea sobre el resto. El moho y el olor a plantas le invadió los sentidos y, cuando observó a Andrea inconsciente en el sofá junto a una Hope sentada a su lado, su falsa seguridad fue reemplazada con pleno conocimiento de que su pasado se relevaría para arrastrarlo al lugar en el infierno que tenía reservado.