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Adara
Paso por delante del que, supongo, será el nieto de Joaquín. Y digo supongo porque el chico ha sido tan majo que no se ha molestado ni en devolverme la presentación. Realmente, no se lo tengo en cuenta, porque soy consciente de todo por lo que está pasando y entiendo que no esté de humor para presentaciones, aunque un hola por cordialidad no habría estado mal.
Cuando entro al salón veo a Joaquín en el sofá con una niña de pelo castaño.
—Adara hola, ven, ven. —se dirige Joaquín a mi al verme entrar.
—Hola —saludo con una sonrisa tanto a Joaquín como a la niña, tratando de transmitir calidez, esperando que ella también se sienta bienvenida.
—kiara ella es Adara. —me presenta a la niña mientras esta me mira con sus preciosos ojos azules.
—Tu abuelo me ha contado que te gusta mucho la tarta de galletas. —le digo a Kiara con una sonrisa amable, sacando un trozo envuelto con cuidado. —Mi abuela y yo la hicimos ayer, pensando en ti. —Le tiendo la tarta, esperando que el pequeño detalle dulcifique un poco la tensión del ambiente.
—Muchas gracias. —responde ella con gratitud, mostrando una suave sonrisa que ilumina su rostro.
—Supongo que ya habrás conocido a Ethan en la puerta. —vuelve a hablar Joaquín señalando a su nieto.
—Más o menos, si. —respondo esbozando una sonrisa leve mientras me vuelvo para encontrarme con los ojos verde oscuro del chico. Está detrás de mí, con los brazos cruzados y una expresión severa que parece decir que no confía en mí. —También he traído muslos de pollo y patatas al horno que ha preparado mamá para los tres. —añado, tratando de desviar la atención hacia algo más agradable.
—No era necesario, sabemos cocinar. —escucho contestar a Ethan con tono poco amigable mientras me mira directamente.
—Ethan. —le regaña Joaquín, con una mirada de advertencia hacia su nieto, dejando claro que su actitud no es bienvenida.
—No dudo de tus cualidades culinarias. Es solo un gesto. —respondo, manteniendo la compostura y sosteniendo su mirada con determinación.
La frialdad en su mirada y la forma en que cruza los brazos defensivamente me dicen que este chico y yo no nos vamos a entender fácilmente.
—¿Un gesto? —me pregunta Ethan con tono burlón, alzando una ceja, desafiante.
—Sí, un gesto de amabilidad. —replico, manteniendo mi mirada firme en sus ojos desafiantes. —¿Sabes lo que es, Ethan? Si lo necesitas, puedo explicártelo. —Mis palabras cuelgan en el aire, cargadas de tensión. Veo su mandíbula tensarse aunque noto como intenta mostrar indiferencia.
—Adara, ven, siéntate. No le hagas caso, no está de muy buen humor. —me dice Joaquín cortando lo que Ethan estaba por responderme intentando calmar la situación y mostrando su confianza en mí.
Hago caso a Joaquín y me siento al lado de la niña con la bolsa de la comida todavía en la mano. Miro de reojo a Ethan, tratando de descifrar la razón detrás de su actitud hacia mi. Sus ojos permanecen fríos, su postura rígida, como si estuviera preparado para una batalla constante. Puedo entender que Ethan esté pasando por un momento difícil y doloroso. Sin embargo, su actitud defensiva y desagradable hacia alguien que solo intenta echarle un cable me parece injustificada. Recuerdo haberme sentido perdida y herida cuando llegué a este pueblo, pero las personas aquí nunca me trataron con frialdad, por lo que yo a ellos tampoco. Siempre he tratado de devolverles a las personas la misma energía que me están ofreciendo a mi. Es cierto que no siempre es posible, que a veces todo te supera, y eso también está bien. Si algo me ha enseñado este pueblo, es precisamente que no está mal no poder mantenerte en pie, ellos te sujetaran de la misma manera que tú lo harás cuando ellos lo necesiten.
—¿Te gustan las flores? —pregunto a Kiara, tratando de cambiar el tema y conectar con ella.
—Sí —responde ella mirándome con curiosidad y mostrando un atisbo de interés.
Saco un pequeño ramo de flores violetas de la bolsa y se lo entrego a Kiara. El aroma dulce y fresco de las flores se esparce por el salón, trayendo consigo la esencia de los jardines que rodean las calles de Danasia. Siempre me ha gustado recoger algunas para llevar un pedazo de esa tranquilidad allá donde vaya. Veo cómo los ojos de Kiara se iluminan ligeramente al recibirlas.
—Son bonitas, gracias. —agradece Kiara, su voz es apenas un susurro mientras una tímida sonrisa se dibuja en su rostro, lo que me indica que mi gesto le ha agradado.
Se nota que Kiara no es muy habladora, pero irradia mucha más simpatía que su hermano, lo que me hace sentir más cómoda a su lado.
—¿Ya es navidad? —pregunta Ethan en el mismo tono burlón de antes, mostrando su sarcasmo habitual hasta el momento.
—¿Para ti hace falta que sea navidad para tener el más mínimo detalle?
—le respondo, desafiante, sin permitir que su actitud me achante.
—Ethan ya basta, lleva la comida que ha traído Adara a la cocina. —le ordena Joaquín, totalmente serio, dejándole claro que no piensa aguantar más su actitud. Y sabe Dios que me alegro.
Cuando veo a Kiara con un libro en las manos, me percato del parecido entre ella y yo cuando llegué al pueblo siendo una niña. La misma timidez, la mirada de alguien a quien la vida se le ha complicado demasiado pronto. También recuerdo que la gente de este pueblo, incluido Joaquín, me dieron la bienvenida con la misma calidez y paciencia que ahora muestra él hacia su nieta. Yo era algo más pequeña que Kiara, pero las dos llegamos con dolor y miedo, y al igual que este pueblo nos acogió a mi madre y a mi, se que lo hará con ella, y con Ethan aunque no se muestre receptivo.
Mi madre y yo llegamos a Danasia cuando tenía 9 años para vivir con los abuelos, veníamos escapando de un pasado lleno de dolor. A pesar de mi corta edad, sentía que el mundo nos había fallado a mamá y a mí. Sin embargo, este pueblo nos acogió con brazos abiertos, nos enseñó a levantarnos y nos ayudó a ver todo lo que el mundo tenía para nosotras.
—Adara, ¿quieres quedarte hoy a comer? —dice Joaquín sacándome de mis pensamientos.
—Oh, te lo agradezco mucho pero tengo que volver a casa, no he avisado y además tengo que prepararme para trabajar. —le respondo sorprendida por su invitación.
Estoy acostumbrada a estar con Joaquín en la cochera, hablando de cualquier cosa o simplemente leyendo un libro en su compañía. Sin embargo, es la primera vez que me invita a comer a su casa.
—Me voy ya, pero volveré a las cuatro y media para acompañarlos al centro. —vuelvo a hablar levantándome del sofá.
—No hace falta, podemos llegar solos, no te preocupes. —comenta Ethan, sus palabras parecen más amables, pero su tono sigue siendo el mismo.
—Ethan, no conoces el pueblo. —interviene Joaquín, mirándolo con firmeza.
—Tampoco es muy grande. —replica Ethan.
—Está bien, en ese caso nos vemos en mi oficina a las 5. —me despido rápidamente, sintiendo la necesidad de salir antes de que la conversación se complique aún más. —Hasta luego. —Con un gesto rápido, abro la puerta y me dirijo hacia afuera, dejando atrás la tensión palpable de la sala.
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Lo que me llevó a ti
Teen FictionAdara trabaja en el centro de menores de un pequeño pueblo, donde ha encontrado estabilidad y tranquilidad. Su vida se cruza con la de Ethan, entre flores moradas y el agua clara de un lago, cuando él llega luchando por la custodia de su hermana pe...