~ CAPITULO 2 ~

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Al siguiente día despierto tarde, 10:30 am para ser más exactos. Los fines de semana merezco dormir hasta la hora que me plazca, y es por eso que no activo ninguna alarma, para poder despertar sin ningún ruido y en paz. No hay nada como despertarte y saber que no tienes que ir a trabajar.

Amo a mis estudiantes, pero de vez en cuando necesito relajarme y despejar mi mente. Como me alegra saber que dentro de pocas semanas llegarán las vacaciones de verano.

Me levanto de la cama totalmente descansada. Voy al baño a hacer mis necesidades, cepillarme y lavar mi rostro. Mi estómago ruge anunciando que es hora del desayuno, rápidamente me voy a la cocina a prepararme unas deliciosas panquecas y por supuesto algo de café, eso nunca podía faltar. Soy adicta al café, no puedo resistir un día sin al menos tomarme dos o tres tazas de rico café.

Mientras como, pienso en las cosas que podría hacer para pasar el tiempo hasta que llegue la hora de reunirme con mis amigos; no traje trabajo a casa así que tengo mucho tiempo de sobra. Puedo ir a visitar a mis padres, no viven muy lejos de aquí y siempre es bueno compartir con ellos; o podría simplemente quedarme en casa a procrastinar, viendo Netflix mientras como algunos snacks.

Sí, excelente opción. Decisión tomada, quedarme en casa.

Ya mañana visitaría a mis padres. Tampoco tengo muchas ganas de oírlos preguntarme que cuándo tendré novio, cuándo me casaré, cuándo les daré un nieto y blah, blah, blah. Sus preguntas me incomodan a veces.

Termino de desayunar y me levanto a lavar los platos muy rápido para irme directo a sentarme frente al televisor y comenzar una muy buena maratón de Netflix.

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Las horas pasan cuando me propongo a mirar el reloj.

5 pm.

Vaya. Estuve literalmente viendo series durante todo el día; solo me levanté del sofá para comer algo y luego volver a tumbarme en él. A esto sí que se le llama procrastinar. Pero bueno, esto no es de todos los días, por lo tanto, sin remordimientos.

Apago el televisor y me levanto para tomar una larga ducha.

Una vez terminada, salgo del baño y me dirijo al pequeño closet que tengo en mi habitación; rebusco entre las cosas que tengo hasta encontrar con el atuendo adecuado que me pondré para la salida de esta noche, una falda de cuero negro acompañada de un body manga larga vino tinto y botas negras de tacón.

Ya vestida, prosigo a maquillarme con el poco material cosmético que poseo. No es mucho, pero si puedo hacer magia con ella. Termino todo y me coloco unos zarcillos dorados y mis botines. Me chequeo una última vez en el espejo y tomo mi cartera, revisando que nada me falte.

Salgo de la habitación y me siento en el sofá a esperar por Cora.

Mientras la espero, reviso mi celular notando que tengo varios mensajes. Uno de mamá pidiéndome que fuera a casa mañana, otro de papá diciendo que me ama, haciéndome sonreír cariñosamente al leerlo; tengo otro de Kevin, avisándome que me vistiera sexy para la cacería de chicos. Sí, claro, como si quisiera ir en busca de chicos, eso no es lo mío.

Comienzo a escribir respondiendo sus mensajes.

Pocos minutos después aparece una llamada entrante de Cora en mí teléfono.

"Hola" le respondo "¿Ya estás afuera?"

"Así es Srta. Elizabeth. Su limosina la espera" responde bromeando.

"Que chofer tan puntual" le sigo el juego "Estaré abajo en un minuto"

Cuelgo el teléfono y me levanto lista para marcharme, no sin antes apagar las luces, no quiero que los servicios salgan costosos este mes. Cierro la puerta con llave y me dirijo hacia las escaleras.

Un último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora